9.2.18

Dejar fluir: que lo tenga que suceder, suceda y aceptar lo que venga

CUANDO NO VES LA SALIDA 

 

Cuando todo está muy mal, la mente se colapsa y no puede pensar, no vemos por donde avanzar, por donde seguir y bloqueados como estamos, solo nos queda desear que todo se ponga bien.

Una buena táctica es suponer que lo peor que puede pasarte. Te va a pasar.Entonces, rápidamente experimentarás una serenidad que te aliviará al instante porque habrás aceptado que de ese punto no puede pasar.A partir de ese punto, todo lo que suceda es para mejorar la situación en que nos encontramos.

En mi experiencia, a veces en mi vida las cosas han estado muy mal, y en ese momento, me he hecho el propósito de ir paso a paso, día a día procurando no alimentar los fantasmas de mi mente, ni dejar que los temores me paralicen.

¿Qué puede pasar? ¿Que todo se derrumbe?...demos espacio al pensamiento. Abramos canales de aireación para la mente. Respiremos profunda, lenta y repetidamente. tengamos el odio sujeto y la rabia encerrada. seamos sensatos y la ira contenida.


Muchas veces te suceden cosas que no podrías ni haber pensado nunca. A ti o a los de tu alrededor. Circunstancias que no están dentro de tus previsiones, que te descolocan y que se salen de lo que llamamos “vida normal”; luego uno piensa que en realidad, si no queremos sufrir debemos aceptar que todo es cambio continuo y que nada en la existencia es matemático ni predecible.

La sabiduría de todos los tiempos, definía con una frase que lo dice todo, estas situaciones “LAS VUELTAS QUE DA LA VIDA” y con esa frase se dejaban resueltas horas de angustiosos pensamientos que ahora nosotros no paramos de fabricar en nuestra mente.

No queremos sufrir. A nadie le gusta ser lentamente devorado por la tristeza, la angustia o el desencanto. Sin embargo, muchas veces nos metemos en el ojo del huracán sin darnos cuenta y cuando pretendemos tomar las riendas es tarde.

Lo peor es que no somos seres humanos aislados, sino que a nuestro alrededor hay otros entes vivos que se entrelazan con nuestra vida que sufren las consecuencias.

Todo lo que hacemos o decidimos, nos guste o no, siempre afecta a alguien más. Son los llamados efectos colaterales. 

Posiblemente no seamos conscientes y si lo somos ni nos preocupe porque suponemos que sobre nuestra vida solo decidimos nosotros y efectivamente, tiene que ser así, porque por mucho que analicemos y pensemos nuestras decisiones, los daños colaterales existirán. 

Las consecuencias, sin embargo, serán siempre compartidas.

Es algo semejante a cuando conducimos. Creemos que toda la carretera está disponible para nosotros si somos capaces de dirigir bien el coche y no contravenir las normas que protegen a todos. Pero no es así. Una parte de nuestra seguridad, dependera de los demás, de lo predecible o de lo impredecible.

El factor de riesgo, es real. Puede conducir un loco o alguien con una gran dosis de alcohol o drogas; puede que al de enfrente le suceda un accidente cardiovascular o que se despiste cogiendo algo de la guantera. Puede que esté deprimido y quiera terminar con todo o tal vez demasiado eufórico y su celebración le descoloque. Nada de esto es nuestro y sin embargo, arremeterá contra nosotros.

Me gusta pensar que la vida tiene un plan para cada ser humano y que en ese plan ya están contempladas las consecuencias para los demás, para los que nos rodean.

Esa especie de determinismo me deja, a veces, un poco más tranquilo porque es como no poder hacer nada más. Solamente dejar fluir que lo tenga que suceder, suceda y aceptar lo que venga, con serenidad y energía para cambiar aquello que no me guste. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario