LAS REGLAS DEL JUEGO
Mi madre siempre me decía que la felicidad es la clave
para la vida. Cuando fui a la escuela, me preguntaron qué quería ser cuando
fuera grande. Dije «feliz». Me dijeron que no entendía la pregunta… Y yo les
respondí que ellos no entendían la vida. John Lennon
Si me preguntaran si soy completamente feliz, mi respuesta sería, prácticamente siempre, que no. Que lo sería si algunas circunstancias mejoraran, cambiaran o se resolvieran favorablemente. Casi siempre faltaría «algo» para sentirme feliz o, al menos, para sentirme plenamente feliz.
La vida muchas veces parece reducirse a tratar de modificar
ese conjunto de circunstancias que «están mal», que serían las que nos impiden
ser plenamente felices.
No habría nada de malo en esto si alguna vez realmente pudiéramos
resolver esos innumerables problemas y finalmente alcanzáramos el estado de
bienestar que tanto anhelamos. Pero pasan los años y esto parece suceder muy
pocas veces.
La vida no es un problema que tiene que ser resuelto,
sino una realidad que debe ser experimentada. Soren Kierkegaard
Tal vez el único problema real sea haber aceptado esta regla
equivocada, haber adoptado la creencia de que la felicidad depende de la
solución de ciertos problemas.
Quizás, si nos permitiéramos revisar nuestras creencias (que
son las reglas con las que «jugamos» este juego tan particular que es la vida),
podríamos definirlas de manera que podamos sentirnos bien siempre, con relativa
independencia de lo que pase «afuera».
La vida no es esperar a que pase la tormenta. Es aprender
a bailar bajo la lluvia.
¿Y si estuviéramos participando del «juego de la vida» con
mucho empeño y con todo nuestro entusiasmo… pero ajustándonos a unas reglas
equivocadas?
En cada momento de nuestras vidas, en cada circunstancia,
casi sin excepciones, existen los suficientes elementos maravillosos como para
colmarnos de dicha, de felicidad plena. Pero en lugar de asombrarnos y de
disfrutar de lo que cada instante nos ofrece, pasamos por alto esos pequeños
milagros, los consideramos ordinarios, naturales y cotidianos, y, en cambio,
destacamos y nos concentramos en eso de lo que el momento carece.
La mejor «regla», entonces, es apreciar en cada
circunstancia aquello con lo que la vida nos está agasajando, y disfrutarlo
plenamente. Lo que hoy no tenemos (¡lo que no tenemos todavía!) será tal vez
eso con lo que la vida, generosa y abundante siempre, nos sorprenderá en algún
otro momento irrepetible…
Axel Piskulic
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