RELACIONES: ABRIR Y
CERRAR PUERTAS
Nuestra vida es un continuo abrir y cerrar puertas. En el transcurso
de los años, aparecen y desaparecen muchas personas, no siempre por razones
concretas. Algunas tuvimos la fortuna que desaparecieran de nuestra vida, otras
no obstante nos hizo sufrir su ausencia, anunciada o no. Lo que está claro es
que en ese continuo fluir de personas que entran y salen de nuestra vida,
siempre existe el sentido profundo de su aparición o desaparición. Alguien dijo
que hay personas que llegan por un rato, otras por una razón y otras para toda
la vida!
Nos cuesta aceptar que no toda persona estará toda la vida con
nosotros. El matrimonio no es más que una presunta garantía burocrática para
que permanezca en el tiempo y “hasta que la muerte nos separe” un tipo de
relación. Argumentada convenientemente por las creencias religiosas, políticas
y/o sociales.
“La amistad es para toda la vida”, afirmamos con orgullo, a pesar de
que eso no suele ser verdad, en nuestra vida ordinaria.
Y es que, nos cuesta aceptar que nuestra vida es continuo cambio,
aunque nos obstinemos en lo contrario. ¿Cuántas veces intentamos
desesperadamente mantener una relación imposible o que ya está rota? ¿Cuántas
veces nos dejamos llevar por la nostalgia y mantenemos relaciones de cualquier
tipo, para justificar el tiempo pasado compartido, sin que en este momento
tenga sentido verdadero nuestra relación? ¿Cuántas veces nos vemos obligados a
mantener una relación (p.e. familiar) que no nos aporta nada y no tiene más sentido
que el estricto vínculo sanguíneo… y fortuito?
El concepto que tenemos de la vida viene demasiadas veces condicionado
por nuestras relaciones en ella. Si las relaciones van bien, nuestra vida al
parecer va bien. Y viceversa. Pero la verdad es que otorgamos a nuestras
relaciones con los demás y del tipo que sean, un papel decisivo en nuestra
vida. Pero, lo cierto es que dedicamos poco tiempo a la relación con nosotros
mismos. Y, ni qué decir tiene, que las relaciones con los demás no son más que
la proyección de nuestras luces y sombras.
Si alguien está bien consigo mismo, sus relaciones serán igualmente
buenas. Y al contrario, si uno está enfadado consigo mismo, sus relaciones
serán tempestuosas y difíciles. Si a esto le añadimos el mal hábito de perpetuar
patrones de conducta -muchas veces subconscientes- tóxicos o nocivos con
nosotros mismos y/o con los demás, la infelicidad en nuestras relaciones está
asegurada…
Tal vez te parecerá un tanto drástico mi punto de vista sobre las
relaciones humanas, del tipo que sean. Nunca he tenido relaciones de
conveniencia (social, económica, etc.) y siempre he basado mis relaciones
personales en mi afinidad profunda y en mis valores. Y, para bien o para mal,
eso es extensible hoy a mis relaciones también profesionales. Creo que no
cualquier persona merece estar hoy en mi vida. El único requisito es que me
enriquezca de cualquier forma su presencia, como ser humano… y viceversa! O, lo
que es lo mismo, que me aporte valor a mi vida y, a la vez, comparta sus valores
personales conmigo. Los demás, son meros transeúntes en mi vida, aunque puedan
desarrollar algún papel de figurantes o de guess stars en alguna
secuencia o plano de la película de mi vida.
De todos modos, levantando algo la vista del aspecto meramente terrenal
y humano de nuestras relaciones, la verdad es que cada persona que aparece o
desaparece de tu vida, deja -o debería- su huella en ella, siempre y cuando la
relación sea humana, completa e intensa. No conozco a alguien que no me haya
dejado un recuerdo o que, en su momento, no me diera una lección de vida
inesperada, del tipo que sea. Cada persona en nuestra vida, independientemente
del rol que le adjudiquemos o del tiempo que compartamos, tiene su razón de ser
y su profundo sentido. Si de algo me preocupo y/o enorgullezco en mi vida es
que, por mi manera de ser y de tratar a las personas desde el corazón, suelo
dejar una huella profunda y dilatada en el tiempo en las personas que me
conocen. No suelo pasar desapercibido, a pesar de mi discreción innata y
premeditada. Aunque también es verdad que a veces tengo la angustiosa sensación
de que actúo “demasiado” y en todo momento desde mi Conciencia y mis valores,
sin preocuparme demasiado de sus efectos colaterales y sin respetar el tempo de
los demás…
Un efecto curioso es que nuestras relaciones se van adaptando a
nuestra manera y sentido profundo de vivir, a cada momento. En épocas, por
decirlo de alguna manera, que vivimos con una cierta superficialidad, nos
rodeamos “espontáneamente” de personas superficiales. En otros momentos más
introspectivos y profundos, aparecen personas que viven un parecido momento
vital. Y es que la vida nos provee a cada momento de lo que entiende deseamos
en nuestra vida.
Y eso es también extensible a situaciones o actitudes dañinas para
nosotros mismos, normalmente motivadas por la baja autoestima, en las que
aparecen personas que cumplen su cometido de hacernos sufrir. Y es que
repetimos una y otra vez patrones de relaciones tóxicas, hasta que somos
conscientes de éstas y decidimos sanear nuestro interior, aprender de lo vivido
y optar por cambiar o abandonar este tipo de patrones y de relaciones…
No me cansaré de insistir que el mundo no es como es, sino como somos,
cada uno de nosotros. Es un simple espejo que nos ayuda a ver todo
aquello que no somos capaces de ver en nuestro interior. De esta manera, para
bien o para mal, cada una de las personas que habitan de alguna manera tu vida
ordinaria no es más que un reflejo de algún aspecto de ti mismo, que conoces o
aún desconoces. Y eso te permite ser consciente de ello, usarlo, cambiarlo o
desecharlo, pero siempre y en todo caso, aprender sobre ti mismo.
En el fondo, cada persona es un crisol formado por varias
personalidades diferentes, que forman parte de una misma unidad, que es tu
“yo”. Pero, durante la vida, los diferentes acontecimientos y circunstancias
con diferentes personas nos permiten descubrir las partes ocultas de nosotros
mismos, esas partes que tal vez aún no has vivido. Por ello, es de agradecer la
aparición de cada persona que te permite conocerte como eres…y entender que su
desaparición, en muchos casos, es simplemente porque finalizó su rol de
enseñarnos algo para nosotros mismos o para nuestra vida. Por eso,
precisamente, se abren y se cierran puertas continuamente, porque nuestra vida
evoluciona!
Así, la vida es un continuo abrir y cerrar puertas, aunque el ser
humano tenga el mal hábito de adaptarse a todo (incluso a la adversidad,
lamentablemente) y a intentar desesperadamente prolongar sus momentos y las
personas que los habitan. Pero la vida es cambio continuo y el devenir de las
personas, los momentos y los lugares por los que transitamos cambian
constantemente, para dar riqueza y color a nuestra vida, para integrar el “yo”
completo. El apego (incluso a una sola de tus personalidades) lo único que
provoca es dolor… innecesario. Si tú cambias a cada instante, eres diverso y
ese es tu patrimonio como ser humano en constante evolución, todo a tu
alrededor cambia igualmente, para adaptarse a tu vida en cada momento. La vida
no admite apegos ni nostalgias que, en forma de recuerdo, nos impiden vivir y
sentir lo nuevo que llega a cada instante. Aunque a veces solo sea en forma de
una nueva e inesperada persona…
Escrito por Miguel Benavent de B.
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