TODO CAMBIA, NADA PERMANECE IGUAL
Son las siete y media de la mañana y suena el despertador.
Nos levantamos para asearnos, desayunar, vestirnos e ir a trabajar. El coche no
arranca. Cogemos el autobús y llegamos a la oficina. Un compañero ha pillado un
resfriado y no puede venir. Nos sentamos en nuestra silla y encendemos el
ordenador. Llega la hora de comer y comemos. Salimos a las 18:00 de trabajar y
vamos al gimnasio. Nos ponemos un poco más fuertes, nos duchamos y llegamos a
casa. Preparamos la cena, vemos la tele y nos acostamos. Fin del día.
Un día muy normal en la vida de cualquiera. Una rutina de lunes a viernes. Así que no es de extrañar que escuchemos frases como: “necesito un cambio en mi vida”. Sin embargo, el cambio está ahí, sólo que no lo vemos. Y no hablo de un cambio de vida, sino del cambio permanente de todo aquello que nos rodea. Porque en este concepto, aunque nos cueste creerlo en un primer momento, se esconde gran parte del sufrimiento humano.
Y todo cambia
Para que en nuestro
día a día todo se lleve a cabo es necesario el cambio. Las horas
del día cambian, cambiamos de estar dormidos a estar despiertos, de llevar
pijama a llevar ropa de calle, de estar en la oficina a estar en el gimnasio,
etc. Aunque estos cambios parezcan de perogrullo, no somos conscientes del potencial que tiene ser conscientes de ellos. Y
no solo conscientes, sino llegar a interiorizarlos.
Nadie se sorprende del hecho de que para encender una luz
tengamos que apretar un interruptor. Tampoco nos sorprendemos demasiado cuando
nos empiezan a salir canas, aunque este cambio algunos lo llevan peor. ¿Pero
qué tendrá que ver la luz con las canas? Todo está en constante
movimiento, todo cambia. El primer cambio es a nivel eléctrico y el
segundo a nivel humano, pero son cambios al fin y al cabo.
Cuando tenemos un trabajo y nos comunican que vamos a
ser despedidos, por lo general, solemos interpretarlo como algo
negativo. Cuando muere un familiar nos ponemos tristes. Si nuestra pareja ya no
es la misma que cuando la conocimos, sentimos que estamos con otra
persona. Todos estos cambios
representan un choque, en mayor o menor medida, en nuestras vidas.
Resistencia al cambio
La raíz del sufrimiento reside en la resistencia al cambio.
Nos negamos rotundamente a aceptar que ciertos aspectos de nuestra vida puedan
cambiar. Queremos pensar que nuestros padres van a estar ahí siempre, que
nuestros amigos nunca nos fallarán, que nuestra pareja será la misma que al inicio de la relación,
etc. Cuando algo nos gusta, nos
aferramos y no estamos dispuestos a dejarlo escapar.
“Cambia lo
superficial, cambia también lo profundo, cambia el modo de pensar, cambia todo
en este mundo” - Mercedes Sosa
Así pues, el
aspecto fundamental sobre el que radica gran parte de nuestro sufrimiento,
no es el cambio en sí, sino nuestra oposición a él. Quizá sería
ideal poder gozar de todo lo que tenemos durante el tiempo que queramos, pero
la vida a veces nos ofrece otra clase de planes que hemos de ir aceptando e
integrando.
Aceptar el cambio
¿Qué podemos hacer
cuando el cambio irrumpe en nuestras vidas? Aceptarlo. A
priori, puede parecer cruel. Por ejemplo, aceptar que nuestros seres
queridos van a morir, a muchos les puede suponer un conflicto emocional, ya que
pueden interpretarlo como una invitación a quererles menos porque un día
se irán. Pero ni mucho menos es algo así. Hay que disfrutar de aquello que nos haga felices mientras lo tengamos, pero sabiendo que un día
podemos no tenerlo. El aferramiento sólo lleva al sufrimiento.
“La vida es simple cuando aceptas que es complicada. La
vida es complicada cuando crees que debería ser simple”. -James Low-
Hemos de comenzar a pensar que la vida es sinónimo de
cambio. Nada permanece, todo
cambia. Algunas cosas duran más, otras menos. Así, querer evitar a
toda costa que algo cambie nos llevará al sufrimiento,
porque tarde o temprano, cambiará. Por lo tanto, mantener una actitud abierta
al cambio nos llevará a ser más libres y felices. La actitud no es “dejaré de
amar a mi ser querido porque un día morirá”, sino “sé que un día mi ser querido
no estará, pero mientras esté disfrutaré de él”.
Aquello que escapa a nuestro control
A pesar de parecer
que tenemos controlados muchos aspectos, algo puede fallar. Planeamos
un evento al más mínimo detalle pero el gran día algo sale mal. Ensayamos
delante del espejo la exposición de un trabajo de facultad y cuando estamos
delante del profesor y nuestros compañeros nos atascamos en lo más
simple. Todo, absolutamente todo,
está sujeto al error, y esto es, en última instancia, al cambio. Teníamos
la expectativa de un resultado concreto en nuestras mentes, sin embargo, sale
diferente.
Un error también supone un cambio porque implica que aquello
que hacemos no sale como queremos. Debemos ser conscientes de que en nuestro día a
día experimentaremos acontecimientos diferentes a los que teníamos pensado y
esto ocurre porque el
cambio es un hecho inherente en la vida, en la naturaleza.
Así que es importante que recordemos que todo
cambia.
https://lamenteesmaravillosa.com/todo-cambia-nada-permanece-igual/
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