¿TE ATREVES A
VIVIR…O SOLO A SOÑAR?
Hay gente que vive y no sueña. Hay otros, en cambio, que solo saben
soñar. Pero también los hay que tienen el valor de vivir su sueño, haciéndolo
cada día realidad!
Durante muchos años en mi vida pensaba que soñar era suficiente,
que había que tener valor para soñar y que con eso bastaba para vivir la vida
de una manera especial. Pero ahora me doy cuenta de que todo lo que vivimos y
aprendemos en esta vida es para ser capaces de hacer de nuestro sueño una
realidad! Soñar es quizás demasiado fácil, para escapar de esa realidad que
muchas veces nos cuesta aceptar. Soñar nos permite huir de esa realidad y nos
recuerda esa otra realidad que deseamos vivir. A eso le llamo soñar con los
ojos cerrados, pues se basa en evadirse de la realidad!
Resignarse a la pura realidad sin soñar es la mejor manera de
vivir a medias. Vivir la vida y soñar de vez en cuando es no vivir, morir cada
día un poco, ante la incapacidad de hacer realidad nuestros sueños. Solo soñar
y no vivir la vida soñada es conocer lo que uno desea, sin atreverse a
convertirlo en realidad!
Pero, con la edad, uno aprende que soñar es vivir con los ojos cerrados
a la realidad. Y que el amor y la felicidad que todos buscamos solo pueden
existir en la realidad. Por tanto cerrar los ojos para solo soñar nos priva de
ese amor y esa felicidad que todos buscamos. Solo cuando uno acepta la realidad
y la vive con los ojos bien abiertos, es capaz de soñar de verdad y de
convertir esos sueños en realidad!
Yo hace no demasiado tiempo que aprendí a vivir y soñar con
los ojos bien abiertos! Es más, ahora podría afirmar que no sé vivir de otra
manera. Cuando abro bien mis ojos y me fijo en las cosas sencillas y auténticas
que hay a mi alrededor, vivo la vida que siempre había soñado para mí! Y es que
soñar -me doy cuenta ahora- no es más que vivir la misma vida de siempre pero
con pleno sentido! Y, sorprendentemente, la vida vivida así no difiere mucho de
la que había soñado siempre! No son dos vidas diferentes ni paralelas, sino una
manera especial de vivir, confiando en que esos sueños que siempre he
tenido se conviertan día a día en realidad.
Fíjate si no en cómo sueñan los niños y, a la vez, cómo viven su mundo
como una fantasía. En el mundo infantil todos somos personajes de un
cuento de hadas, con príncipes y princesas, con dragones a los que vencer! Hay,
como en nuestro mundo real de adultos, luces y sombras, el bien y el mal que
acechan incesantemente… aunque para los niños siempre vence el bien.
Seguramente porque confían más en la vida que nosotros los mayores. Seguramente
porque la ausencia de pasado y de malas experiencias les permite confiar en la
vida y lo que ésta traerá! Siempre -según los niños, claro- hay un final
feliz!
Pero, con el paso de los años, incorporamos un pasado a
nuestra vida que nos lastra y condiciona lo que pensamos, sentimos y hacemos en
nuestro día a día! Y eso precisamente es lo que nos impide volver a confiar en
la propia vida y, por tanto, esperar un final feliz! Es como si cada momento
difícil, cada circunstancia adversa ratificaran nuestra percepción de que todo
eso está ahí para impedir la felicidad, que ya solo la entendemos como parte de
esos sueños inalcanzables que renunciamos a hacer realidad! Y así, de mayores,
muchos viven dos vidas paralelas: una, la realidad y otra, lo solo soñado!
Son dos mundos que no se encuentran ni se encontrarán nunca! Abrir o cerrar los
ojos nos permite vivir uno u otro mundo, sin más!
Esa vida alternando esos dos mundos alternativos y excluyentes entre sí
conforman nuestra vida dual. Nos invita a pensar que todo tiene que ser
bueno o malo, blanco o negro, aceptable o inaceptable… sin pararnos a pensar
que el mundo real que nos rodea no es necesariamente dual! Las cosas que
vivimos no son blanco o negro, ni bueno ni malo, ni aceptable ni inaceptable…es
la realidad de nuestra vida, nada más! Y es en esa misma
e integrada realidad y según el sentido que le demos a lo que vivimos
en ella, lo que nos permite aceptar que los opuestos no se excluyen, sino que
se complementan. Que existe la luz porque existe la sombra; que existe la
bondad porque existe la maldad; que existe la felicidad precisamente porque
también existe la infelicidad! Y que ambos extremos son igualmente necesarios,
pues cada uno de ellos contiene a su presunto contrario!
Integrar lo bueno y
malo, lo aceptable y lo no aceptable, la felicidad y la infelicidad es dejar de
juzgar, es aceptar en toda su dimensión la realidad! Claro que nos han enseñado
a juzgar… e incluso a juzgar qué queremos y qué no en nuestra vida, lo que hace
que solo aceptemos y vivamos una realidad a medias, lo que creemos nos conviene
más! Y la vida no nos da más que lo que ella entiende que necesitamos vivir! Y,
a cambio, solo nos pide que tengamos confianza en ella, pues nos trae lo que
necesitamos en cada oportuno momento… aunque muchas veces nos cueste
entenderlo! Solo el tiempo nos permitirá vivir el sentido de cada cosa que vivimos y valorar el
momento preciso en que llega!
Cuando, además, te
das cuenta de que como es dentro es fuera, entiendes que esa presunta dualidad también
existe en nuestro interior, al igual que a nuestro alrededor. Y que es la libertad el don que nos permite elegir lo que queremos vivir. Porque en nuestro
interior hay mente y corazón, luces y sombras, felicidad e infelicidad, a
partes iguales! Pero cada uno de nosotros tiene el poder de vivir lo que desea
vivir, aunque no siempre seamos conscientes de ello…. Pero también es verdad
que a veces para vivir lo que deseamos y soñamos antes debamos saber y, por qué
no, sufrir qué no deseamos. En otras palabras, para llegar a la felicidad antes
debemos conocer y sufrir la infelicidad! El ser humano y la vida misma son así…
A veces pienso que
ha sido largo mi camino para llegar hasta aquí! Para saber amar y ser feliz, he
debido vivir demasiado desamor e infelicidad! Seguramente porque equivoqué mi
búsqueda, esperando encontrarlos fuera, a mi alrededor y en manos de alguien
ajeno que llegó a mi vida en algún momento y me deslumbró. Pero, aunque tardé
en verlo, al fin entendí que el amor y la felicidad ya estaban desde siempre
en mi
interior, que solo debía ser
capaz de abrir mi corazón para dejarlos salir… e impregnar todo lo que me
rodeaba! Ese mismo día comprendí que, lo que hasta entonces habían sido
debilidades y sombras, podían precisamente llegar a ser mis verdaderas fortalezas y luces, pues salían de mi interior…y por tanto no
dependían de las circunstancias de mi alrededor! ¿No es eso realmente la
libertad de vivir desde dentro, sin que importe lo que hay a mi alrededor? ¿No es la felicidad
acaso la capacidad de integrar y aceptar la plena realidad, eligiendo la opción
que queremos vivir?
Soñar, entonces, se
hace con los ojos bien abiertos, porque ya ves el mundo con los ojos del
corazón! Todo forma parte de mí mismo y yo soy quien decido libremente qué
siento y qué vivo en cada momento! Lo de fuera no es más que la proyección de lo que tengo dentro de mí: Si siento
amor, lo que hay fuera también es amor; si siento miedo en mi interior,
cualquier circunstancia será la proyección de mi miedo interior. Es entonces
cuando descubres que hay un mundo real, que no es más que lo que yo tengo en mi interior… proyectado en mi
exterior!
Así, el mundo cotidiano que vivimos no es más que una sucesión
de momentos en que personas y circunstancias nos muestran qué albergamos en
nuestro interior. De esa manera nos damos cuenta de todo ese lastre que, desde dentro, condiciona nuestra
vida, permitiéndonos o no vivir lo que deseamos…o soñamos alguna vez! Cuando
aparece el amor frente a nosotros, es que tenemos amor en nuestro interior para
compartir; cuando aparece el temor, es que el miedo en nuestro interior invade nuestra
vida. Solo viviendo lo que aparece y reconociéndolo como propio, aprendemos lo
necesario para vivir…mejor!
Y mejor, en este
ámbito, no es más que no resignarse ante la cruda realidad que nos envuelve,
sino vivir lo que siempre habíamos deseado -o soñado- para nuestra vida.
Gracias por tu reflexion
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