¿SABES CUÁL ES TU VERDADERO VALOR?
Lo que cuenta a la hora de ser valorados por los demás, no es tanto
nuestras cualidades más destacadas sino el nivel de autovaloración que uno
tenga de sí mismo. Lo que uno se considere a sí mismo, es justamente lo que los
demás le considerarán.
Si una persona se considera atractiva y
exitosa, y si además piensa que su compañía es un verdadero regalo para los
seres que la tratan, no cabe la menor duda de que los demás, antes o después,
la considerarán y pensarán exactamente así. Ni más ni menos.
El pensamiento es un instrumento creativo y el hombre se convierte en
aquello en lo que piensa. Sivananda
Lo que hace años pensábamos que llegaríamos
a ser en algún día futuro, bien sea en la profesión, en la afectividad, en la
economía, en el desarrollo personal, en el poder de logro e incluso en la
evolución espiritual, es justamente lo que hoy somos, ni más ni menos. Una
consideración que sin duda, nos invita a dejar a un lado el “factor suerte” y
asumir el poder creador de las propias creencias. El listón y los límites se
los pone cada cual en función de las creencias profundas de sí mismo y de sus
propias posibilidades. En realidad uno mismo es creador, a menudo inconsciente,
de su propio destino.
No hay otra realidad que la que tenemos dentro de nosotros. Herman Hesse
El amor a uno mismo está en relación con el
grado de confianza y estima que uno hace de su persona. Una infancia con
deficiencia de la Vitamina de Amor o bien en la que se ha despreciado y negado
al sujeto, será un escenario propicio a la escasa autovaloración con la
consiguiente instalación de la inseguridad. Merece la pena dejar muy claro a
los hijos y, en general, a todos los niños, aspectos tales como que ellos son
valiosos y amados, que realmente pueden hacer todo aquello que se propongan,
que son muy queridos e importantes y que sus palabras y sus conductas merecen
todo nuestro interés y respeto.
Más tarde, cuando somos adultos, si nuestra
autoestima no ha alcanzado el grado deseable, se convierte en una asignatura
pendiente de la Inteligencia Emocional que conviene superar con sobresaliente
ya que puede ser causa de dolor y tensiones soterradas que deben estar bajo
control.
Utiliza los talentos que poseas. El bosque estaría muy silencioso si
solo cantasen los pájaros que cantan mejor R. Henry Van
Dyck
Conviene poner gran atención a las
verbalizaciones totalizadoras con aspecto inocente que a menudo hacemos, como
por ejemplo: “Qué tonto soy…” “Qué estúpido soy…” “Eres egoísta y torpe…”, “Soy
incapaz de …” “Siempre me pasa lo mismo, nunca aprenderé…” “yo nunca podré…”
“Eres idiota…”
Se trata de decretos negativos y reductores
acerca de la identidad personal y en realidad, aunque una parte de nosotros
alguna vez “sea” eso, también en cualquier otra situación será lo contrario.
Existen muchas partes o subpersonalidades de uno mismo, y todas tienen su
momento y su función.
Tengamos en cuenta que cualquier “decreto
verbal” que hacemos acerca de nuestro ego personal, supone un mensaje a nuestro
inconsciente que, a poco que se repita, se lo llegará a creer con suma
facilidad con lo que procederá a conformar una creencia que, posteriormente,
tenderá a convalidarse con pensamientos tales como: “Ya me parecía, compruebo
una vez más que soy un inútil para…” o bien “Confirmo que logro todo lo que me
propongo”
Nuestra máquina de pensar se deja convencer por lo que sea, con tal de
que se repita lo suficiente. George
Gurjdieff
Conviene evitar los decretos negativos que
definen a nuestra persona y, en todo caso, cuando queramos referirnos a
nuestros fallos, será más verdad el hecho de proceder a mencionarlos en
términos tales como: “Una parte de mí se muestra insegura o bien, Una parte de
ti se comporta de forma muy egoísta… A una parte de mi le cuesta mucho… Observo
que una parte de ti no puede…” Sin duda, esta forma de expresión será más real
que las totalizaciones habituales de: “Eres un egoísta” o “Yo soy muy
inseguro”.
El hecho de proceder sensatamente a
subrayarnos las cualidades positivas que reconocemos en nosotros y asimismo
subrayarlas también en lo demás, no debe confundirse con la arrogancia sino con
el sano refuerzo de los procesos internos elegidos como saludables. De esta
manera, nuestra mente las tendrá más en cuenta y las integrará en muchas acciones
inconscientes. Por otra parte, el hecho de hacernos plenamente conscientes de
nuestros logros, siendo benévolos con el propio proceso de aprendizaje
existencial, supone también una manera eficaz de consolidar un buen nivel de
autoestima.
¿EN QUÉ HE PROGRESADO HOY?
¿QUÉ CUALIDADES POSITIVAS HE EXPRESADO EN EL
DÍA DE HOY?
Son dos preguntas que toda persona que
quiera reforzar sus sentimientos de confianza y seguridad, debería formularse
cada noche. En el caso de que se quiera optimizar el citado ejercicio convendrá
que las respuestas se realicen por escrito, durante un período de 40 noches. De
esta forma, el sujeto se verá obligada a repasar mentalmente el día vivido y
consolidar los aspectos que su propia estadística precisa para una correcta
valoración de sí mismo y un incremento del nivel de confianza y seguridad.
Una vida no examinada, no merece la pena ser vivida. Sócrates
El mensaje de “amor al prójimo” que se
transmitió a través de los Evangelios, a veces no ha sido bien entendido ya que
ha sido distorsionados hacia un “no quererse a uno mismo” por aquello de no
caer en la vanidad y en la arrogancia. Tal distorsión, lejos de incitar a la
generosidad terminaba por la negación a uno mismo en supuesto beneficio de lo
ajeno. Una actitud que fue deteriorando la propia firmeza y asertividad de
muchos creyentes, creando una gran inseguridad en el telón fondo de sus propios
sentimientos. Esta errónea interpretación que, en muchos casos, sirvió para
manipular, es particularmente triste, cuando en realidad, el mensaje del
Evangelio fue “Ama a tu prójimo como a ti mismo”.
El término “como” señala implícitamente que
aquella persona que no se estima ni valora a sí misma tampoco podrá considerar
a los demás. Otra forma de decir que aquel que no se quiere a sí mismo, no
puede querer a los demás.
En la esfera de la propia identidad,
conviene distinguir dos yoes: Por una parte, el yo superficial o ego que es de
quien se habla en el relato, es decir, el que es susceptible de alta o baja
autoestima. Se trata del “yo persona” que ha sido conformado con los datos del
carné de identidad y que se basa en un conjunto de memorias. Y por otra parte,
existe el Profundo, la identidad esencial, el Ser, que es común a todos los
sujetos y que puede ser definido como Espíritu, Consciencia, Totalidad,
Infinitud…
Una persona no es una cosa, ni un proceso, sino una apertura, un claro
a través del cual, lo absoluto puede manifestarse. Ken Wilber
Para facilitar la comprensión de este
concepto se puede pensar que así como todas las joyas de oro adoptan formas
diferentes al salir del crisol, anillos, colgantes, pulseras… sucede que,
cuando un día vuelven al crisol y de nuevo se funden, todas ellas siguen siendo
lo que siempre fueron y nunca dejaron de ser: Oro. Una esencia que no ha nacido
ni morirá, más allá de la forma temporal.
De la misma manera sucede en los seres
humanos. La identidad superficial, Raquel, Pablo, Cristina… son como cada joya
que emerge del crisol, es decir diferente de otros seres humanos, pero ninguna
de esas personas ha dejado de ser lo que en realidad somos esencialmente todos:
Luz, Conciencia, Espíritu. Algo que simplemente ES.
Un anillo de oro tiene en todo momento, al
igual que cada ser humano, una dimensión “persona” que, en el caso del anillo,
caduca con la vuelta al crisol, y en el caso del género humano termina con la
muerte del psicocuerpo. Y también cada anillo de oro y cada ser humano
respectivo posee una dimensión esencial. En este caso, dicha esencia será el
oro para el anillo y, a su vez, el Espíritu para el humano que por su Infinitud
está más allá del tiempo y del espacio. En realidad, la esencia ni ha nacido ni
morirá, ES. Y su acceso a ello se logra tan sólo mediante una determinada
experiencia de totalidad.
El trabajo del ser humano tiene dos esferas de cultivo. Por una parte,
el aprender a valorar su propio ego, desarrollando la aceptación y la estima a
su propia persona como “entidad psicobiológica con las horas contadas”, y por
otra, operar sobre la amnesia de la joya que se cree anillo y ha olvidado que
es oro, que siempre fue oro, y que siempre será oro.
Algunos lo nombran como la búsqueda de uno
mismo, otros lo refieren como la búsqueda de Dios. Y en este sentido el hecho
de trabajar por esta búsqueda es lo mismo que anhelar la propia Infinitud que
no es otra cosa que anhelar un estado de conciencia. Unos lo llamarán paz
profunda y otros afirmarán que lo tenemos dentro, tal y como afirma la Escuela
Taoísta al decir que “el hecho de buscar a Dios es como buscar un buey cuando
resulta que uno está montado en el propio buey”.
En realidad, el llamado trabajo espiritual,
más que elaborar conductas morales llenas de premios y castigos en un ambiente
de “modelos ideales”, se basa en el descubrimiento de la verdadera identidad. El
desarrollo espiritual por excelencia consiste en trabajar en el despertar de
nuestra amnesia de infinitud, y culminar en la certeza de que tenemos un ego,
pero sabiendo que no somos solamente ese ego, sino que, en realidad, somos
Totalidad e Infinitud que “tiene” y se proyecta a través de un ego.
El que no cree en sí mismo es un ateo. Anónimo
Sin duda, algo que en virtud de nuestra
amnesia de lo esencial, no se logra experimentar como no sea en momentos en los
que nos vemos expandidos en la llamada “Gracia”. Es decir a través de
Experiencias con mayúsculas que llegan a la vida de los seres humanos con cuentagotas
y, a menudo, sin aparentes méritos especiales. Es por ello que si todavía no
somos rozados por el ala de ese insólito ángel llamado “Milagro”, convendrá que
nos rodeemos de “despertadores” que nos remitan al Recuerdo.
“RECUERDA SIEMPRE TU GRAN VALÍA”
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