ESTA NOCHE TAN LARGA Y OSCURA
Si solo pudieras dar un mensaje a las personas que te leen,
escuchan o ven ahora ¿Cuál sería?
¿Qué le dirías a alguien si supieras que es la última vez
que le ves? ¿Qué harías si cinco minutos más tarde ya no pudieras decidir sobre
tus acciones?
¿Cuáles serían tus últimas palabras? ¿Sobre qué posarías tus
ojos por última vez?
Esas son preguntas que no nos hacemos. Infravaloramos mucho este momento que vivimos pensando en mañana. Vivimos por adelantado en lo que se convierte en un sinvivir. Estos últimos meses, todo este año 2020, hemos vivido una agonía tremenda sin poder refugiarnos en ese mañana al que nos gusta tanto recurrir para escapar de este hoy que siempre nos parece absurdo e insuficiente. La vida nos ha cerrado las puertas y nos ha dejado a solas con nosotros mismos. Nos ha mirado a la cara y nos ha dicho “piensa bien qué dices porque tal vez es lo último”, “escoge bien tus palabras, tus actos, tus pensamientos porque el baúl de donde los sacas podría estar quedándose vacío”.
La incertidumbre nos ha golpeado la cara. No sabemos qué
pasará (tampoco lo sabíamos antes, la verdad, pero en nuestro papel de
semidioses jugábamos a controlar la vida y estar en una aparente y falsa
seguridad que nos hacía sentir semilibres). No sabemos qué haremos. No sabemos
qué compañeros de viaje tendremos. No sabemos nada.
Nos ha quedado claro que nadie es más que nadie. Ni el que
más tiene, ni el que más cree que sabe, ni el que más pisa, ni el que más se
deja pisar y se esconde… La bofetada nos ha puesto en nuestro sitio y nos ha
demostrado que sin humildad nada tiene sentido. Y algo todavía más importante,
eso creo yo, que no sé nada, que todos estamos juntos en esto. Que lo que
afecta a uno, nos afecta a todos. Que estamos bárbara y maravillosamente
conectados. Que los pequeños detalles son instrumentos de grandeza y que el
respeto salva vidas, empezando por la propia.
A veces, sentimos que nos hemos quedado vacíos, pero intuyo
que ya lo estábamos. Es solo que esta situación que hemos vivido y vivimos nos
ha permitido darnos cuenta y ha puesto en evidencia nuestros mayores miedos. Se
ha levantado el telón en un momento imprevisto y se han caído las máscaras. La
vida nos ha encontrado con el culo al aire y sin maquillaje, despeinados y con
las heridas abiertas. Nos ha mostrado ante el terrible y corrosivo espejo en el
que nos vemos a nosotros mismos con nuestro peor aspecto… Cansados y desnudos,
heridos y llenos de llagas… Todo lo que nos afanamos en esconder ha quedado al
descubierto para poder ser asumido, limpiado, borrado y curado. Todo lo que
metimos bajo la alfombra durante años para parecer ante el mundo una versión
conveniente de nosotros mismos, ha explotado e nuestras caras…
Nos hemos mirado en el espejo de la vida y hemos querido
salir huyendo pero esta vez, compañeros y amigos, no teníamos a dónde. Ni
física ni mentalmente. Las cuatro paredes que nos circundaron durante meses y
que siguen haciéndolo porque la vida ya no es la vida de antes, estaban en
nuestras casas y también en nuestras cabezas. No nos queda más remedio que
hacer el camino de vuelta hacia dentro y mirar a ver qué vemos. No nos queda
otra que seguir sacando el lastre acumulado y abrazar a ese ser agotado,
triste, lleno de magulladuras, débil, vulnerable y muy asustado que hemos
encontrado al mirar en nosotros.
Tal vez lo más duro ha sido responder a las preguntas.
Porque aunque hemos intentado huir de ellas como huimos siempre, en esta
sociedad vivimos en constante evasión en nuestra vida, las preguntas han vuelto
y cada vez suenan más intensamente en nuestras cabezas hartas de dar
vueltas.
Si estas fueran tus últimas palabras ¿Qué palabras dirías?
Si esta fuera la última vez que nos vemos ¿Qué haríamos
juntos?
Ahora que ves que todo esto es un soplo, un momento, un
abrir y cerrar de ojos ¿Qué piensas hacer con tu vida? ¿Qué sentido le das?
¿Qué vas a hacer que todavía no te has atrevido a intentar nunca? ¿Qué no
quieres dejar pendiente?
Unas preguntas tan terribles como necesarias. Tal vez las
preguntas que nunca hubiéramos tenido que dejar de hacernos, pero que
descuidamos y olvidamos por arrogancia porque siempre creemos que nuestro paso
por aquí es eterno. Ahora ya lo sabemos, nos hemos dado cuenta de que todo es un
momento. Que todo está conectado y que lo mismo que la risa nos une con un hilo
invisible, también lo hacen la tristeza, la culpa y el miedo atroz que muchas
noches no nos deja dormir.
Hace tiempo que siento que estamos ante el fin de algo. No
sé de qué. El fin de una forma de vivir de espaldas a la vida, una forma de
vivir conectada a la prisa y desconectada de lo que realmente importa… El fin
de ese tipo de vida en el que lo que les pasa a otros no nos afecta. El fin de
esa vida en la que nunca te permites mirar dentro ni perdonarte y vas arrastrando
tus penas y errores sin saber que no están ahí para cargarlos sino para
comprenderlos y usarlos. El fin de ese tiempo en el que nos pasamos la vida
compitiendo por sobrevivir cuando compartiendo y colaborando podríamos
conseguir cien veces más.
El fin de esa forma de vida en que las personas que te
rodean son números sin cara, sin dolor, sin sentimientos… Y evitas cruzarte con
ellos y mirarles a los ojos por si la compasión te pilla flojo y acabas dándote
cuenta de que tú eres lo mismo.
Espero que se nos hayan gastado ya la arrogancia, la
soberbia, la prisa, la necesidad de pisar para sobresalir, la culpa
inconsciente por no parecer lo que creemos que debemos parecer, la constante
angustia por ser juzgados y la lastimosa manía de juzgar y criticar.
Deseo que la coherencia nos sacuda fuerte y nos zarandee
hasta dejarnos sentados y más libres y honestos con nosotros mismos… Que la
Inteligencia Emocional nos permita ver todas esas cosas que no vemos
habitualmente porque percibimos la vida en visión túnel obsesionados por
sobrevivir en lugar de crear y compartir.
Espero que esta noche tan larga y oscura nos haya
demostrado que la luz que buscamos está en nosotros. En el respeto por nosotros
mismos y por otros. En la ambición, pero no por conseguir ni acumular, sino por
vivir en paz. En el afán por caminar al lado y no delante. En las ganas de
aportar y no de demostrar. Y que eso nos permita ver el mundo y a todos los
seres que lo habitan como merecedores de lo bueno, lo mejor, lo único posible.
Que este ejercicio colectivo mirando dentro nos sirva para que este final sea
un nuevo comienzo.
Aprovechemos esta noche tan larga y oscura para amanecer
renovados y más libres. Cerremos heridas para que ya no supuren. Mirémonos al
espejo y decidamos que ya somos lo que hemos estado buscando y deseando ser
toda nuestra vida y vivamos en consecuencia.
Y de nuevo hago las preguntas…
Si estos fueron los últimos momentos ¿
Qué harías? ¿Qué dirías? ¿Qué perdonarías? ¿En qué lugar?
¿Con quién?
Esta noche tan larga y oscura está repleta de
estrellas…
Mercè Roura
https://mercerou.wordpress.com/2020/12/29/esta-noche-tan-larga-y-oscura/
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