Me encantan las margaritas blancas
porque son de una belleza sublime en toda su sencillez.
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SIMPLIFICA TU VIDA
Recuerdo un relato que alguien me explicó un día. No recuerdo quién,
dónde ni porqué, sin embargo nunca lo olvidé:
Un occidental viaja a algún rincón de Asia y, paseando, se encuentra
con un hombre semidesnudo sentado a la puerta de una casa completamente vacía.
El occidental se acerca al hombre con curiosidad y le pregunta:
_¿Dónde están sus cosas, señor?
_¿Y las suyas? - le pregunta al hombre al occidental.
_Yo estoy de paso…
_Yo también.
Todos estamos de paso y sin embargo muchas veces nos comportamos como
si tuviéramos que durar para siempre. Desperdiciamos gran parte de nuestra
vida, que es la única cosa que poseemos en realidad, por tener más cosas, más
dinero, más poder, más… más… más… Que al final no nos proporcionan ninguna
felicidad. Porque aquél que necesita poseer, poseer y poseer sin límite, lo
necesita porque no se soporta a sí mismo y tiene que envolverse en papel de
regalo carísimo para tratar de parecer otro. Craso error. Se puede huir de la
miseria, se puede huir de un incendio, se puede huir de una guerra, se puede huir
de muchas cosas… No se puede huir de uno mismo.
No me creo más lista ni más preparada que nadie. Nunca alcancé, ni creo
que lo logre jamás, la sabiduría del hombre que se sentaba a la puerta de su
casa vacía a contemplar el discurrir de la vida sin más. Sin embargo sí aprecio
esa sabiduría porque, aunque nunca seamos capaces de elevarnos hasta el escalón
más alto, cuanto más capaces seamos de desprendernos de cosas y de evitar el
deseo de poseer, más felices seremos. Aunque también la felicidad es algo que
no se puede desear poseer por completo.
La felicidad real, creo, se compone de breves momentos en los que nos
sentimos totalmente satisfechos de estar vivos. Y desde luego no hay ningún
poder o posesión que nos proporcione esa sensación. Solo nuestra capacidad para
ayudar a otros y sentirnos útiles y queridos, nos podrá hacer sentir felices de
verdad.
Yo por el momento, voy a revisar a fondo los armarios de mi casa para
deshacerme de todo aquello que no utilizo. Lo hago de vez en cuando y ya toca.
Y lo hago por dos razones importantes. Una porque disponer de más espacio
simplifica mi vida y me permite disponer de más espacio vital. La otra porque,
además del agobio y el estorbo que significa tener los espacios de la casa
repletos de cosas innecesarias, resulta egoísta y mezquino dejar que esas cosas
duerman eternamente en un rincón cuando otras personas las necesitan.
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