EN BUSCA DE LA FELICIDAD PERDIDA
[...] la gran trampa que hay en esta sociedad es ir en busca de la
felicidad, como un logro o meta. Miles de presuntos gurús prometen facilitar el
camino hacia esa felicidad que todos ansían y buscan. Reglas mágicas, recetarios,
trucos para encontrarla y miles y miles de libros, películas, conferencias y
talleres que muestran ese supuesto camino.
La felicidad es una meta que nunca se encuentra! Cuanto más la buscas,
más se escapa de tus manos! Esa obsesión por la búsqueda dura toda la vida. De
pequeño siempre había pensado que la felicidad -y, por extensión, el amor- es
como un pez que resbala de las manos cuando ya lo tienes. [...]
La felicidad es
algo temporal, son momentos efímeros que componen nuestra vida. Como lo es la
infelicidad. Alguien dijo que la vida es un gran río con dos orillas por el que
navegamos, en una de las cuales está la felicidad y en la otra, su opuesta, la
infelicidad. Y se trata de no estar demasiado tiempo en alguna de las dos, pues
de esa manera la vida no avanza! Supongo que para poder vivir esa felicidad
momentánea que todos buscamos basta con vivir intensamente cada momento que
aparece en la vida o que incluso somos capaces de crear. La felicidad es una manera de vivir, aceptando la realidad y valorando
los detalles de cada instante que vivimos.
La felicidad tiene algo que ver con lo cotidiano, lo simple y lo
mundano, lejos de paraísos y lugares remotos que nos evitan esa realidad que no
siempre ayuda. La felicidad está en el aquí y ahora de nuestro día a día, en
nuestro interior y desaparece en cuanto permitimos que el pasado vivido o el
futuro por llegar o el entorno ajeno dominen nuestra vida.
La felicidad no tiene un escenario concreto para ser vivida, ni puede
ser inducida desde fuera por nadie. Aunque siempre he pensado que la felicidad es una opción en la vida, que
se obtiene gracias a la libertad. Y podemos trabajar la libertad -que no es
más que la ausencia de necesidad y de condicionantes- siendo conscientes de
todo aquello que nos aleja de ella. El pasado no procesado, las obsesivas
expectativas ante lo que queremos lograr -incluida esa felicidad inalcanzable
que muchos preconizan y pretenden enseñar- o ese peligroso y común déficit de
atención a lo que sucede en nuestro aquí y ahora.
Se aprende a ejercer la libertad y a entender y aceptar las reglas
universales de la vida, lo que sin duda nos enseña a aceptar la realidad, marco
necesario para ser feliz.
En este momento de mi vida creo cada día más que la felicidad viene
dada por abandonar nuestra resistencia a ella. Sí, has leído bien, nos
resistimos a la felicidad, aunque digamos querer encontrarla a cada momento! O,
si lo quieres, somos felices cuando
somos realmente libres y decidimos dejar de ser infelices! No hay más!
Cuando apuestas por dejar de estar esclavizado por el pasado o por el futuro,
por los demás o por las circunstancias solo externas y pasajeras, estás
permitiéndote ser feliz.
Y, si estás bien atento, la
vida te regala oportunidades para serlo, en forma de personas, momentos o
lugares que, vividos con intensidad y atención, son motivos suficientes para
sentirte feliz! No se anuncian, no
llegan acompañados de marchas triunfales, incluso se trata de personas,
momentos y lugares que desde siempre habían formado parte de nuestra vida. Solo
que, a veces, pasaron desapercibidos y simplemente no nos dimos cuenta de su
presencia o no los valoramos lo suficiente. El maestro aparece cuando el alumno
está preparado…
Esa es la felicidad momentánea que se forja paso a paso en nuestro día
a día. Simple y cotidiana y que solo exige que la sepamos ver, sentir y vivir
desde el corazón, sin miedo. Más que nada porque es ese posible miedo el que
nos quita la libertad de vivirla, nada más! Cuando, en cambio, cambiamos el
miedo por amor -o confianza, que es casi lo mismo- esas personas, momentos y
lugares cotidianos -pero ya entonces mágicos-, se convierten en fragmentos de
nuestra felicidad y que podemos compartir, también por amor. Y, por decirlo de
alguna manera, la suma de ellos configuran lo que podríamos definir como una
“vida feliz”, aunque continuamente cambiante y aderezada con otros momentos de
infelicidad, necesaria para aprender a no perder la atención del “aquí y
ahora”.
La felicidad invita a prolongarse y la infelicidad te despierta de esa
humana tendencia de convertirla en rutina y dejar de valorarla, cuando la
sientes. Así, una y otra se complementan en una vida que, por definición, es
permanentemente cambiante. Pero, al final, te das cuenta de que la felicidad no se busca, se encuentra cada
vez que tienes el valor de vivir desde el corazón, abierto!
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