TODO CAMBIA, NADA PERMANECE IGUAL
Son las siete y media de la mañana y suena el despertador.
Nos levantamos para asearnos, desayunar, vestirnos e ir a trabajar. El coche no
arranca. Cogemos el autobús y llegamos a la oficina. Un compañero ha pillado un
resfriado y no puede venir. Nos sentamos en nuestra silla y encendemos el
ordenador. Llega la hora de comer y comemos. Salimos a las 18:00 de trabajar y
vamos al gimnasio. Nos ponemos un poco más fuertes, nos duchamos y llegamos a
casa. Preparamos la cena, vemos la tele y nos acostamos. Fin del día.
Un día muy normal en la vida de cualquiera. Una rutina de
lunes a viernes. Así que no es de extrañar que escuchemos frases como:
“necesito un cambio en mi vida”. Sin embargo, el cambio está ahí, sólo que no lo vemos. Y no
hablo de un cambio de vida, sino del cambio permanente de todo aquello que nos
rodea. Porque en este concepto, aunque
nos cueste creerlo en un primer momento, se esconde gran parte del sufrimiento
humano.