LA PARRESÍA
UNA ACTITUD DE VALIENTES
La parresía es una virtud, pero también una actitud. No es
muy común en el mundo de hoy, en el cual priman las palabras inofensivas y los
discursos políticamente correctos, en lugar de la verdad.
La parresía es una palabra griega que significa ‘decirlo
todo’. Se trata de un sinónimo de conceptos como hablar con libertad, decir
las cosas con franqueza, atreverse a decir lo que se piensa e ideas por el
estilo. Hace referencia a ese difícil talento de expresar lo que uno piensa,
incluso si es inconveniente o pone a una persona en peligro.
El concepto de parresía fue mencionado por varios filósofos griegos. Con el tiempo, y en particular en la Edad Media, comenzó a dársele un significado despectivo. En lugar de la acepción de franqueza, se interpretó como hablar sin pensar o decir lo primero que se le viniera a la cabeza a una persona.
El filósofo francés Michel Foucault recobró el significado esencial de la
parresía y trabajó este concepto en profundidad, en especial en sus
obras El gobierno de sí y de los otros, El coraje de la
verdad y Discurso y verdad. En la actualidad, este
concepto está en el corazón de muchos movimientos de protesta.
“Hay oradores, políticos, y hombres elocuentes por miles;
pero aún no ha abierto la boca el que tiene que formular las preguntas más
molestas. Nos gusta la elocuencia en sí misma y no por la verdad que contenga o
por cualquier acto heroico que inspire”. -Henry David Thoreau-
La parresía o el coraje de hablar
En muchas épocas y
en muchos lugares, hablar es peligroso. Es más evidente cuando
el poder es ejercido de forma tiránica, bien sea en una
sociedad o en pequeños núcleos de ella, como el trabajo o la familia. Aun así,
también hay cierto riesgo al decir algo cuando esto va en contra de las
mayorías o contradice un discurso dominante.
¿Por qué hablar puede representar un peligro para quien
habla? ¿Por qué el que no quiere escuchar también ve como un riesgo lo que se diga?
Estas preguntas conducen a la esencia de lo que es la parresía. No se
trata de hablar por hablar, sino de hablar con la verdad. El vehículo de la
verdad es precisamente la palabra.
La verdad, a su vez, se torna peligrosa cuando deja
al descubierto algo que por manipulación o conveniencia quiere dejarse oculto.
Las verdades incómodas desenmascaran, rompen el velo y hace que se vea algo que
resulta inconveniente para alguien.
Los poderes suelen ser inclementes con quienes se atreven
a desafiar sus mentiras con el arma de la palabra verdadera y franca.
La respuesta suele ser el asedio, el descrédito, la persecución o el ostracismo. Deben pagar por haber dicho. A eso alude la
parresía, y por eso se trata de un tipo de franqueza que demanda coraje.
Las tres coordenadas de la parresía
Según Foucault, la
parresía es un concepto asociado a la ética y a la política. Este
filósofo entendía la ética como el cuidado de sí, mientras que definía a la
política como el cuidado de otros. En los dos ámbitos, la parresía era una
conducta fundamental.
Así mismo, lo que definía a la parresía y a los
parresiastés, o personas que la ejercen, son tres rasgos fundamentales. El
primero: un sujeto que habla y dice la verdad. Sin embargo, lo importante ahí es el compromiso que la
persona tiene con la verdad. Así que este rasgo vendría a ser algo
así como “voluntad para hablar con la verdad”.
El segundo rasgo es
que esa verdad implique un riesgo. No puede tratarse de una verdad
inofensiva y no tiene gracia que se le diga, por ejemplo, a alguien que esté en
una posición de vulnerabilidad. En el compromiso de decir la verdad está
implícito el valor ético de hacerlo “a pesar de todo”. El tercer rasgo se
desprende de lo anterior: exige valor o
coraje. No hay parresiastés cobardes.
La parresía colectiva
La filósofa Judith Butler, en su obra Sin miedo.
Formas de resistencia a la violencia de hoy, indica que la parresía también puede ser ejercida de
forma colectiva. En el mundo actual hay personas que se aglutinan en
torno a una verdad común, se enfrentan al poder y ejercen la resistencia a
partir de la palabra.
Otros filósofos han llamado la atención sobre el hecho de
que la parresía debería ser
ejercida, en el mundo actual, sobre todo por los periodistas. Sin
embargo, no es así. Edward Snowden o Julian Assange podrían ser excepciones.
Esa franqueza de la parresía muchas veces tiene que
ejercerse en ámbitos más privados. Su función no es la de desafiar como
tal, sino la de combatir la mentira, que casi siempre sirve a intereses
mezquinos. No es “sincericidio”, sino compromiso con la verdad.
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