LA SOLEDAD DEL SER HUMANO INTELIGENTE
Cuando hablamos
de inteligencia deberíamos comenzar por estar de acuerdo en qué entendemos por
ella.
Inteligencia ha
sido una palabra entendida de muchas formas distintas. Se llamaba inteligente
al que tenía memoria y repetía las lecciones del profesor a la perfección. A
ese, se le daba también la mayor nota sin cuestionar que se premiaba la memoria
y no la capacidad de resolver problemas en el entorno exterior o en su mundo
interior.
En la
actualidad, una persona inteligente es la que es capaz de adaptarse a la
adversidad, la que encuentra soluciones que resuelven los problemas, desde la
óptica que sea, la que cuenta con un bagaje emocional flexible y empático, la
que puede utilizar el pensamiento múltiple y dedicar muchos caminos diferentes
para llegar a un mismo punto.
En ocasiones, el
inteligente es poco social porque no encuentra personas que se le asemejen.
La soledad de
las personas inteligentes es una soledad buscada, no impuesta. Diríamos en
clave de humor que el ser humano inteligente es de sociabilidad
selectiva.
Pasa de largo de
las tonterías, sin dejar por eso de tener sentido del humor. Elogia a los que,
vengan de donde vengan, son capaces de ir más allá de lo evidente, de descubrir
sendas diferentes, de admitir modelos distintos y de utilizarlos todos para
abrirse camino él y los demás.
Otro rasgo que
define a los inteligentes es que se alejan de la masa, de lo que todos hacen,
de lo que se lleva o lo que es tendencia porque eso arrastra sin sumar.
Si te añades a
un río es más agua la que lleva, pero en la misma dirección y pasando por el
mismo sitio. Si tu agua hace crecer un río nuevo aporta al entorno nuevas
fuentes de energía, nuevos y frescos derroteros que siempre, más que sumar,
multiplican.
La soledad del
inteligente es amplitud de espacio interior porque a estas personas solo les
interesa aquellos que les hagan crecer por dentro, aunque ese crecimiento sea
emocional; porque esa es otra, no es inteligente quien más sabe, sino quien
mejor utiliza cualquier pequeño recurso que caiga en sus manos y sobre todo en
su corazón.
Ser inteligente
nada tiene que ver con las matemáticas, ni con tener mucha memoria, ni con
saberse una biblioteca.
Ser inteligente,
es conocerse uno mismo, es no juzgar a nadie, es aceptar a cada ser humano como
es, es saber estar dentro de uno mismo para regalarse, a quien merezca la pena,
plenamente y con ello cambiar su mundo.
Un ser humano
inteligente es aquel que cada día trata de ser un poco mejor que el anterior.
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