LA INVITACIÓN
No me
interesa lo que haces para ganarte la vida. Quiero
saber lo que ansías,
y si te atreves a soñar con lo que tu
corazón anhela.
No me
interesa tu edad. Quiero saber si te arriesgarías a parecer un tonto por
amor, por tus sueños, por
la aventura de estar vivo.
No me
interesa qué planetas están en cuadratura con tu Luna. Quiero saber
si has llegado al centro de tu propia tristeza, si las traiciones de
la vida te han abierto o si te has marchitado y cerrado por miedo a nuevos
dolores.
Quiero saber si
puedes vivir con el dolor, con el mío o el tuyo, sin tratar
de disimularlo ni de remediarlo.
Quiero
saber si puedes experimentar con plenitud la alegría, la mía o la tuya, si
puedes bailar con frenesí y dejar que el éxtasis te penetre hasta la punta de
los dedos de los pies y las manos sin que tu prudencia nos llame a ser
cuidadosos, realistas, a recordar las limitaciones propias de nuestra condición
humana.
No me
interesa saber si lo que me cuentas es cierto. Quiero
saber si puedes decepcionar a otra persona para ser fiel a ti mismo; si podrías soportar la
acusación de traición y no traicionar a tu propia alma…
Quiero
saber si puedes ver la belleza, aun cuando no sea agradable, cada día, y
si puedes hacer que tu propia vida surja de su presencia.
Quiero
saber si puedes vivir con el fracaso, el tuyo y el mío, y de pie en la
orilla del lago gritarle a la plateada forma de la luna llena: “Sí!”.
No me
interesa saber dónde vives, ni cuánto dinero tienes. Quiero
saber si puedes levantarte después de una noche de aflicción y
desesperanza, agotado y magullado hasta los huesos, y hacer lo que sea necesario
para alimentar a tus hijos.
No me
interesa saber a quién conoces ni cómo llegaste hasta aquí. Quiero saber si te
quedarás en el centro del fuego conmigo y no lo rehuirás.