20.6.13

Derrochamos cada segundo que llega a nuestra vida y ésta, de vez en cuando, nos cuestiona el tiempo que perdemos intentando hacer solo lo que toca…

SOLO TIEMPO, AL FIN Y AL CABO

Empieza una nueva semana! ¿Una más, en tu vida? ¿La última? ¿La primera? Seguramente, como yo mismo, ni lo sabes. Quizás ni te preocupa. ¿Qué es una semana, al fin y al cabo? Son 7 días a los que alguien llamó “semana”, como podían ser 5, 6, 8 o quizás 10. El tiempo es lo que es, aunque el ser humano le haya puesto nombre y medida, porque la mente necesita mesurar todo para darle sentido y valor…

Pero, con el paso del tiempo, uno aprende que el tiempo no es más que eso, tiempo. Tiempo pasado o futuro, de lo que pasó o aún está por llegar, aunque quizás nunca llegue. Tiempo perdido o ganado, tiempo invertido o desperdiciado, ¿quién sabe? Porque solo el tiempo da valor al tiempo en que vivimos y al momento que tenemos el privilegio de vivir, ahora! No hay más, es todo lo que tenemos y, a la vez -vaya paradoja- lo que más nos falta en nuestra vida, cada día. Pero el día en que te encuentras con el sentido de tu vida, ves que el tiempo y el espacio no importan tanto. Lo que piensas y sientes a cada instante está siempre aquí, contigo. Y eso es lo realmente importante!

Pero demasiadas veces utilizamos el tiempo en contra nuestra, como la distancia. Le otorgamos a la edad, a cada momento y lugar, a cada día que pasa, el poder de dirigir nuestra vida y actuamos en consecuencia, como si cada momento, lugar, edad y día que pasa tuviera que ser de una determinada forma! Si lo piensas bien, siempre te ha atado el tiempo en su paso irremediable y monótono. El nacimiento, la infancia, la adolescencia, la mayoría de edad, la madurez, la vejez, que convertimos en metas volantes de nuestras vidas, como en una carrera ciclista. Y, mientras, derrochamos cada segundo que llega a nuestra vida. Hasta que ésta, de vez en cuando nos hace una broma y nos cuestiona el tiempo que perdimos y perdemos intentando hacer solo lo que toca…


Y la vida se impone, poniendo en duda nuestra salud, nuestra propia vida, para que despertemos de este ciclo interminable que es nuestra vida. Nos recuerda que no es tan interminable, como creímos o nos hicieron creer. Nos enseña a valorar el tiempo como un bien escaso, pero preciado. Y eso para el tiempo, haciéndolo bajar de esa rueda atolondrada e imparable que nos aprisiona, día a día, semana a semana, mes a mes, año a año, acumulándolo… aunque esté vacío. Y aprendemos a valorar el tiempo en lo que vale, enseñándonos que cada instante es único e irrepetible, con sentido. Y ese sentido propio, precisamente, es lo que da valor a esta vida nuestra, llena de tiempo y, a la vez, carente de tiempo suficiente…

Suficiente o insuficiente, tal vez breves instantes concatenados de tiempo es lo único que tienes, para bien o para mal, para construir momento a momento tu vida! Tiempo para ti, para lo que más quieres y, si te sobra, incluso para compartirlo con quien amas. Pero un día descubres que el amor es lo único que hace que todo tiempo sea bien invertido y que, como él mismo, crece cuanto más se comparte, porque lo multiplica, intensificándolo. Y ese es el tiempo que verdaderamente vale y del que tu vida debería estar repleta, cada nuevo día que llegue a tu vida! Atesora momentos de amor y no escatimes esfuerzos por compartirlos. Comprenderás -por fin- el verdadero valor del tiempo, sea poco o mucho lo que te quede de vida. Si no lo haces, solo creyendo o sintiendo perder la vida te darás cuenta de que solo has perdido eso, tu más valioso tiempo!

Escrito por Miguel Benavent de B.


No hay comentarios:

Publicar un comentario