LA CONFIANZA EN UNO MISMO:
La fuerza que mueve el motor del espíritu
Muchas pequeñas derrotas conducen a la gran
victoria. Chuang Tzu
Cuando un ser humano “cae en el pozo” de la
existencia sucede que, sin él todavía saberlo, está abriendo un insospechado
proceso de cambio y transformación en su rumbo y su persona. La vida es
paradójica al servirse de la caída, cuando, en realidad, lo que con ella viene
a buscarnos es el aprendizaje y la madurez del alma.
Desprestigio, ruinas, errores, pérdidas, abandonos,
enfermedades llegaron a nuestras vidas y, arrasando lo que creíamos ser,
sometieron nuestro ser a experimentar los dolores que empaquetaba cada lección
nueva. Más tarde, pasado un tiempo de asimilación, llega un día en el que, una
vez más, la fuerza nos impulsa al ascenso de otra nueva montaña.
El que se levanta es un ser distinto de aquel que
sufrió la caída. El dolor amplió su visión. La pérdida lo vació de apegos y el
proceso expandió su consciencia. A veces, el que cae es un ilusionista que, más
tarde, se levanta ya como Mago. El ilusionista todavía maneja ilusiones y
manipuladoras burbujas de plata. Sin duda, materiales tan efímeros que se
diluyen ante cualquier brisa que las roza. Por el contrario, el mago renacido
trabaja con elementos más sobrios y profundos. Acomete proyectos conociendo sus
propias debilidades y mirando de frente a las sombras. Un ser más ecuánime y
desprendido que domesticó su conciencia y barrió su arrogancia.
El mayor coraje que una persona puede expresar,
ocurre cuando, tras sufrir una gran derrota, mantiene integro su nivel de
autoestima. Cuando el ser humano no permite que el error o el fracaso quiebren
su ánimo y fortaleza, está haciendo gala de un íntimo coraje que le
posibilitará reflexiones competentes e inspirados ajustes para oportunidades
venideras. Tal vez, para ganar y conservar la sensatez y la templanza haya que
aprender previamente a perder.
La verdadera victoria no está en el resultado
cuantificable a corto plazo sino en el aprendizaje obtenido. En realidad, el gran
propósito que resume todos los pequeños objetivos de la vida se centra en
evolucionar y crecer como seres con alma. La derrota no existe, ya que todos
los acontecimientos con aroma de frustración que uno experimente, suponen
enseñanzas.
La finalidad del laberinto iniciático que recorre el
ser humano en la vida, consiste en desarrollar el conocimiento de sí mismo y
expandir al infinito nuestra consciencia.
No hay derrotas, hay tan sólo experiencias que
señalan el camino que se nos invita a recorrer con sus luces y sus sombras. El
gran objetivo es devenir lo suficientemente lúcidos como para aprender de los
errores mientras recorremos la existencia. No hay culpas ni castigos, sino una
totalizadora u holística interacción del Universo entre las redes que tejen el
destino de cada persona. Cuando alguien siente frustración porque no le es
concedido un trabajo al que opta, puede tener la tentación de “tirar la toalla”
y olvidar que nada es casual. El que cree en sí mismo sabe que hay un lugar en
el mundo para él, sabe que la vida le depara un proceso que, más largo o más
corto, vivenciará con todas las sinuosidades emocionales que conlleva
“La perseverancia trae ventura” dijo el
I-Ching hace 4.000 años. Un Principio que ya fue captado por los antiguos filósofos
chinos al primar la perseverancia como una capacidad de la inteligencia. Cuando
uno persevera, observa los errores pasados y registra eficazmente las propias
acciones que rechaza. El control de la ansiedad anticipadora comienza por el
aprender a amar la acción por la acción, independientemente del resultado. Cada
paso, cada movimiento, cada gesto, por pequeño y funcional que éste sea, supone
un fin en sí mismo y merece toda nuestra atención y consciencia.
La victoria final es uno mismo. La victoria de las
victorias supone integrar la experiencia vivida en un núcleo consciente de
apertura. Somos mucho más que una noria de ilusiones y decepciones. Somos luz
en plena amnesia de opacidad que, a lo largo de la vida, misteriosamente,
deviene consciente de sí misma.
El camino es largo y a la vez corto, ya que en
última instancia no hay nada que buscar porque uno ya es lo que busca. ¿Por qué
no nos lo creemos? El Gran Olvido forma parte del juego del vivir que, en
cierto modo, es el juego de recordar. Cuando la cortina de niebla comienza a
retirarse, uno comprende que el mundo es perfecto tal cual es, incluidos
nuestros deseos de cambiarlo. Y en realidad, cuando uno mira la campaña de la
vida ya vivida, sabe que pase lo que pase, en el fondo de sí mismo, sabe que nunca
ha pasado nada.
Tal vez una mañana no muy lejana, al abrir nuestros
ojos, sintamos que hemos despertado de algo más que del sueño habitual de cada
noche. Tal vez sintamos que, de pronto, hemos despertado del gran sueño del yo
separado. Uno entonces comprende que está inmerso en la gran aventura de la
conciencia cuyo despertar es la verdadera victoria.
Sabido es que los pensamientos y deseos se
materializan, si ponemos nuestra mente al servicio de ellos pues como energía
de alta vibración, establece los cambios energéticos inferiores para que un
pensamiento, se haga realidad material. De ahí que sea conveniente, prudente y
beneficioso pensar en positivo.
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