TÚ Y YO
Hay algo más inmenso que tú y que yo. Somos tú y yo juntos. Tú y yo charlando sin esperar nada del otro más que escucharle y compartir. Tú y yo sin estar sujetos al tiempo y al miedo de no acertar y equivocarnos con las palabras y los sentimientos. Tú y yo siendo tan humanos que nos despegamos nuestras etiquetas y empezamos a abrirnos en canal y a contar nuestra verdadera historia.
La que habla de nuestro miedo indomable y nuestra carga pesada, la
que nos recuerda a ese niño salvaje que fuimos y que quería que mamá y papá
supieran que era bueno, que se esforzaba mucho para conseguir que el mundo
perdonara sus faltas y a veces conseguía disimular sus complejos un rato. Esos
niños que éramos y que todavía están ahí, muy dentro, esperando que los aceptemos
sin condiciones y les regalemos nuestros abrazos
Tú y yo sin estar sujetos al mar de dudas que siempre nos arrastra y hace sentir indefensos, cansados, vulnerables. Siempre sintiéndonos tan frágiles que nos ponemos la coraza y luego no podemos caminar, porque pesa, porque es rígida, porque no nos deja bailar, ni jugar al escondite.
Tú y yo que a veces nos avergonzamos de nosotros mismos que no nos sentimos capaces de compartir nuestras ideas. Tú y yo siendo niños inocentes otra vez y arrancándonos las máscaras de adultos serios, rigurosos, dogmáticos, tristes, perfectos. Subidos a la silla cantando y saltando por encima de las mesas porque mañana es fiesta y esta tarde hacemos una merienda por todo lo alto con barra libre de chocolate. Perdiéndonos en lo hermoso de un momento sencillo, enamorados de lo simple, lo básico, lo que se entiende casi sin querer y está siempre cerca. En ese lado de la vida donde todo está a cuatro pasos y cuando necesitas un amigo sólo tienes que bajar a la plaza y buscar en el puesto de periódicos, al lado de la fuente, donde un papel brillante es un tesoro y parece que nunca se hace de noche.Tu y yo, tan imperfectos y tan fuera de lugar en todas
partes sin que nos importe, soltando lastre, riéndonos de nuestras penas hasta convertirlas
en diminutas y poder tirarlas para reciclaje. Tan ajenos al resto del mundo,
escuchando el olor del mar y oliendo el ruido de las olas (al revés es lo que
ya hicimos siempre y ahora no toca). Dejándonos mojar los pies por la vida y
despeinándonos con este viento que viene a decirnos “ya basta de tonterías,
volved a la esencia y sed vosotros mismos” (siempre que oigo esa frase me
pregunto quién soy y me siento todavía más rara).
Tú y yo hablando por teléfono del futuro sin haber digerido
el pasado y sin darnos cuenta de que ya no existe…
Hay algo gigante, más que tú y yo, y somos tú y yo juntos sin reproches. Sin culpas. Sin trajes de personas aburridas y recatadas que encajan en este molde perverso que nos mantiene siempre alerta intentando sobrevivir y competir. Sin barreras mentales, ni hipotecas emocionales. Sin el peso adicional de los miedos, no porque no estén presentes sino porque ya los estamos asumiendo y transitando. Sin armaduras. Sin palabras afiladas.
Amigo,
desarmados somos más peligrosos para nuestros egos, que buscan lucha, pero más
efectivos para nuestra paz y equilibrio. Porque estamos charlando y no
laminándonos el alma. Porque estamos escuchándonos y no quitándonos la piel el
uno al otro. Porque hoy al mirarnos a los ojos recordamos que fuimos inocentes
y esto nos permitió borrar tragedias y volver a empezar. A ti te sienta bien el
traje de persona que nunca me reprochó nada. A mí me viene a la medida el
vestido de persona que ya no se culpa por todo.
Hay algo enorme entre dos personas cuando se cruzan y se dan
cuenta de que no son sus personajes, no son sus máscaras, ni mentiras
despiadadas, no son sus dogmas, ni creencias arraigadas, no son sus
pensamientos lúgubres ni sus momentos más oscuros… No son sus excusas, ni sus
curriculums, ni sus logros, ni sus miedos acumulados, ni sus tragedias, ni sus
súplicas… Que son lo que son y hacen lo que pueden y no más.
Hay algo gigante… Tú y yo, las personas olvidando sus
personajes, sus estrategias para parecer y demostrar al mundo lo que valen, sus
técnicas de seducción, su marketing para ser apetecibles a los ojos ajenos, su
necesidad de acumular méritos para ser elegidos, sus renuncias para caber en
los moldes establecidos. Las personas que dicen no a lo que el corazón les
dicta no. Las que dicen basta cinco minutos antes de ya no soportarlo más y
enfermar. Las que dejan de esclavizarse por casi nada y mendigar lo que debería
ser suyo de pleno derecho. Las personas que están cansadas de pelearse con la
vida y deciden que hoy no hace falta salir al mundo con la coraza y la armadura
brillante y salen a la calle a pecho descubierto, sin esperar el ataque… Tan
vulnerables como se sienten, tan fuertes como realmente son.
Personas que se comprometen con ellas mismas y toman la
decisión de ya no necesitar tropezar con la misma piedra otra vez porque han
aprendido la lección. Personas que han decidido perdonarse, aceptarse,
respetarse, abrazarse cada día al mirarse al espejo.
Personas que dan las gracias por haberse dado cuenta de que
todo era una farsa y ya no tienen que competir nunca más porque no hay carrera
sino camino. No hay supervivencia sino vida. No hay más destino que este
momento en el que puedes decidir ver las cosas de otro modo.
Mercè Roura
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