EL ANILLO: Un cuento sobre el valor de las cosas
En el cuento sobre el valor de las cosas hay una enseñanza
muy importante: no todo el mundo sabe apreciar cuan valioso es algo. A primera
vista, muchas veces esto pasa desapercibido. Por eso no hay que darle tanto
crédito a los juicios de quienes solo ven las apariencias.
Este es un cuento sobre el valor de las cosas que nos
permite también hablar acerca del valor de las personas. La historia comienza en un país lejano en el
que vivía un hombre sabio al que todos llamaban “el maestro”. Eran
muchos los que acudían a él para recibir sus consejos, que siempre eran
acertados y provechosos.
El maestro era también un artesano muy hábil, que hacía objetos preciosos, muy apetecidos por todos. Una mañana llegó hasta su taller un joven bastante compungido.
Se acercó al maestro y le dijo que se sentía muy desdichado. “Todos dicen que soy bastante tonto y no tengo ninguna
habilidad”, dijo el muchacho. “¿Cómo puedo cambiar, qué
debo hacer para convertirme en alguien que realmente valga la pena?”,
preguntó.
El maestro ni siquiera lo miró. Le dijo que de momento no podía ayudarle de ningún modo, pues él también
tenía un problema y debía ocuparse en solucionarlo antes
de ayudar a otro a resolver sus problemas.
Dice el cuento que el joven quedó desconcertado por la
respuesta.
“Las cosas no valen sino lo que se las hace valer”. -Molière-
Un trato interesante
El maestro esperó un momento y luego dijo: “Claro que si
resuelvo mi problema, con mucho gusto podría ayudarte. Quizás, si
me ayudas, podría salir más rápido del atolladero en el que
estoy y de esa forma también podría ayudarte con más prontitud”.
Al joven se le iluminaron los ojos y por primera vez sonrió.
“¡Claro!”, dijo. “Solamente dime qué puedo hacer por ti y estaré
encantado de ayudarte”, agregó. En el fondo, sin embargo, le dolió que sus
necesidades siempre fueran postergadas.
Dice el cuento que una vez se pusieron de acuerdo, el maestro
se quitó un anillo que llevaba en su dedo meñique. Luego se lo mostró al joven
y le dijo que le urgía vender esa
joya. Necesitaba pagar una deuda y
solo disponía de ese objeto valioso.
Le pidió, entonces, que le ayudara a vender ese anillo,
advirtiéndole que el objetivo era
lograr que les pagaran la suma más alta posible por la joya. “No aceptes por
él menos de una moneda de oro”, le advirtió. Luego le señaló un caballo
que estaba en el establo y le dijo que lo tomara y cabalgara lo más rápido
posible hacia el mercado más próximo. Tan pronto como volviera, él se ocuparía
de ayudarle a resolver su problema.
Una venta difícil
Dice el cuento que el joven partió rápidamente, con la
intención de resolver el asunto en el menor tiempo posible. Al llegar al
mercado, comenzó a ofrecer el anillo. Algunos comerciantes se mostraban interesados, pero cuando el muchacho
les decía el precio, estallaban en risas, o le daban
la espalda.
Al final, un hombre mayor le señaló que estaba
pidiendo un precio muy alto por un anillo tan pequeño. Nadie le pagaría
lo que él estaba pidiendo. El anciano le ofreció una moneda de plata y una
pieza de cobre por la joya, pero el joven no aceptó.
Estuvo todo el día intentando vender el anillo, pero fue
imposible. Lo ofreció a más de 100 comerciantes, pero el resultado era siempre
el mismo. Abatido por el choque de
sus expectativas con la realidad, montó de nuevo en el caballo y regresó al
taller del maestro.
El desenlace del cuento
El joven llegó cabizbajo y le contó al maestro lo que había
ocurrido. “Creo que este anillo, a lo sumo, vale un par de monedas de plata”,
dijo. “Y tampoco quiero engañar a la gente, mintiéndoles sobre el valor del
anillo”, agregó. El maestro se puso feliz. Lo felicitó por su esfuerzo y su
actitud. Sin embargo, le recalcó algo: ni siquiera él mismo sabía cuál
era el valor del anillo. Lo mejor entonces era llevarlo a un experto para que
lo tasara.
El muchacho se desplazó hasta una de las joyerías más
prestigiosas. Después de presentarse, le pidió al tendero que le dijera por
cuánto estaba dispuesto a comprar la joya. Según el cuento el joyero
examinó la pieza con mucha atención. Luego dijo: “No puedo darte más de 58
monedas de oro por este anillo”. El muchacho quedó sorprendido. Sin
dudarlo, volvió rápidamente al taller del maestro.
Llegó al lugar y le contó emocionado lo que había sucedido.
Entonces el maestro le dijo: “Tú eres como este anillo. Una joya valiosa y
única, pero de eso solamente puede darse cuenta un experto. Nadie puede
a simple vista detectar el verdadero valor de las cosas. Eres tú quien debe
conocer ese valor, antes de darle crédito a lo que dicen los demás”.
Luego, el maestro volvió a ponerse el anillo en el dedo
meñique.
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