TU INSOPORTABLE BELLEZA
Nos gusta engañarnos porque la verdad a veces nos parece
demasiado dura para ser soportable. Por ello asumimos sucedáneos de lo que
realmente queremos y deseamos y tragamos sin rechistar.
Vivimos relaciones a medias porque no nos sentimos con
fuerzas de vivirlas enteras. Porque eso supondría abrirse en canal ante otros y
romper con todo lo que ahora creemos tener para quedar desnudos ante el abismo
y solos, muy solos, tan solos que el silencio se nos cae encima y dice nuestro
nombre.
Nos conformamos con conocernos a medias y usar a medias nuestras habilidades porque nos asusta mucho mostrarlas del todo. Porque brillar da tanto pánico como quedarse en la sombra, pero la sombra es la costumbre, el circuito cerrado en el que siempre nos movemos. Porque siempre pensamos que no estaremos a la altura y preferimos no bailar nunca a salir a la pista y arriesgarnos a hacer el ridículo y soportar que nos señalen con el dedo.
Nos da miedo brillar por si el mundo se enfada por haber osado, porque en el fondo, no creemos merecer nuestro propio brillo. Eso nos permite quejarnos siempre y seguir en el bucle sin tener que abandonar el miedo, que es terrible pero conocido y asequible por ahora.Toleramos desaires, faltas de respeto, humillaciones… Asumimos
que otros nos dejen de lado porque no creemos ser de esas personas de pleno
derecho a las que se tiene en cuenta.
Decimos sí a ser el segundo plato de personas que para
nosotros son una prioridad. Lo disfrazamos y etiquetamos de mil formas para no
tener que afrontar lo que es o parece. Hablamos sin parar, ponemos el ruido al
máximo en nuestra vida para no tener que escuchar el silencio que nos conecta a
nosotros y nos dice que ya basta.
Nos gusta engañarnos porque la verdad a veces es tan cruda
que si la escucháramos nos cambiaría la vida y no estamos dispuestos a
renunciar a la vida de siempre. A la punzante comodidad de aferrarse a que sean
los demás los que no nos den oportunidades, no nos quieran suficiente, nos
ignoren y dejen en el olvido, no nos valoren como merecemos… Nos tratamos como
un sucedáneo, como una copia barata, como un material defectuoso o de segunda
calidad y así nos vendemos al mundo y pretendemos que nos mire con amor, con
respeto, que nos valore, que nos puntúe alto.
Sé qué se siente esperando que eso pase y cuando no pasa es
morirse en vida, en espera, en un intermedio doloroso y angustioso en el que no
tienes nombre ni rostro mientras esperas que otros te definan.
No hay nada que esperar. No hay nadie a quién esperar. Solo
a ti. Los demás son un juego de espejos que a veces muestra una culpa eterna y
pegajosa y otras una belleza inmensa que a menudo nos resulta insoportable y no
merecida. Esa es una de tus grandes verdades y de las mías, no soportas tu
oscuridad pero tampoco soportas tu belleza. Incluso a veces tu belleza te duele
más porque la culpa imaginaria que cargas es tan intensa que parece anularte y
obligarte a repudiar tu belleza como castigo y expiación para sentirte más
digno.
Y la verdad dolorosa de la que huyes ni siquiera es que no
te quieren ni te valoran, estamos ya en otro estadio de verdades. Es que no
hace falta que lo hagan y que todo lo tienes que hacer tú.
A veces, hay que arrancarse el vestido si es un vestido que
dice de ti que no vales nada… Al menos hasta que te ames suficiente como para
que no te importe tu desnudez y descubras que el vestido no te define nunca.
Que no hay nada ahí afuera que te defina.
A veces, la verdad nos hace tan libres que esa libertad nos
asusta mucho. Y postergamos verla y abrazarla hasta aumentar de tamaño y estar
a la altura.
Arrancarse pensamientos. Arrancarse creencias. Arrancarse
personas que estando cerca no te hacen bien, al menos mientras no deje de
importarte qué dicen y descubras que ellas no te hacen nada sin tu permiso y
sus arañazos son tus propios arañazos.
Dejar esa vida que te queda corta, pequeña y absurda y
mudarte a una nueva vida. Romper con lo que no te sirve. Soltar. Renunciar a lo
que ya no es. Pasar ese frío inmenso de estar en tierra de nadie, como los cangrejos
que cambian de caparazón porque han crecido y primero tienen que romper con
fuerza el caparazón de siempre… Y durante un tiempo mientras no encuentran un
caparazón nuevo se exponen a ser vulnerables y frágiles.
A veces no queremos escuchar la verdad porque sabemos que
eso nos haría imposible seguir viviendo la vida que ahora habitamos y nos
daríamos cuenta de nuestro enorme poder y capacidad para crear una vida nueva.
Y no me refiero a una mejor casa, un mejor empleo, una mejor
pareja o un coche más rápido sino a una vida más plena en la que mirar dentro
de ti te lleve a la paz porque ya te has vaciado de toda la basura acumulada…
A veces, no buscamos la verdad porque sabemos que si la
encontramos, se nos acabarán las excusas.
Mercè Roura
https://mercerou.wordpress.com/2021/11/17/tu-insoportable-belleza/
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