LA VENGANZA DE GABRIEL PASTERNAK
La película Relatos salvajes consiste en una sucesión de historias breves que, como su título ya sugiere, tienen en común el mismo tema central: la violencia. Sin embargo no es una película tan dura, es relativamente fácil de ver, incluso por momentos hace reír, aunque sea más bien por efecto de las situaciones tan exageradas que muestra. Así comienza:
Esta historia inicial, me sigue pareciendo excelente desde
todo punto de vista. Consigue que comprendamos la torturada vida de Gabriel
Pasternak sin siquiera tener que mostrarlo. Allí aparecen los que fueron sus
compañeros de escuela, su maestra, su jefe, la novia que lo engañó con su único
amigo… Están todos los que Pasternak considera que arruinaron su vida de una
manera completa, definitiva e irreversible. Sólo parecen faltar sus padres, que
serían (para él, claro) los principales responsables de su tragedia… hasta que
se los ve al final, juntos, apenas durante unos segundos.
Es la historia más breve de las que componen la película, pero creo que es la mejor. Combina con equilibrio lo trágico y lo cómico. Es original y entretenida. Es realmente brillante.
Sin embargo hay algo que está mal en esta historia. Y no me
refiero a lo obvio: que está muy mal andar asesinando gente (especialmente si
es mucha y sobre todo si incluimos a nuestros padres entre las víctimas!). Me
refiero a algo menos evidente, a algo más sutil. Es que la venganza nace
siempre de una muy profunda confusión, que normalmente todo el mundo pasa por
alto. Porque en realidad… no hay nadie ahí afuera de quien uno pueda vengarse.
No hay nadie ahí
afuera
A medida que vamos recorriendo nuestro camino de
autoconocimiento, invariablemente nos van llegando ciertas ideas. Nos llegan a
todos y se trata siempre del mismo conjunto de ideas. Tal vez primero las
leamos en un libro o las escuchemos de personas más evolucionadas, sin que
lleguemos a entenderlas. No son fáciles de comprobar a través de la
experiencia, pero en algún momento comenzamos a sentir íntimamente que sí son
correctas y lentamente las vamos haciendo nuestras, cada vez las vamos
comprendiendo de una manera más profunda.
Una de esas ideas, una de las más desconcertantes, es que
somos ciento por ciento responsables de todas nuestras experiencias. De todas.
Incluso de aquellos eventos sobre los que aparentemente no tenemos ningún
control.
Esto es, precisamente, lo que propone Ho’oponopono:
que cada situación que vivimos responde a nuestros propios pensamientos y
creencias, en muchos casos inconscientes. Un curso de milagros tal vez va más allá: el
mundo en el que creemos vivir no es más que una proyección de nuestra propia
mente, y las demás personas son, al igual que nosotros, fragmentos
aparentemente aislados de una única mente… porque «todos somos Uno».
Todo parecía marchar
muy bien…
Cualquiera de nosotros estaría naturalmente dispuesto a
asumir cierto grado de responsabilidad en muchas situaciones de nuestra vida.
Por ejemplo, muchas de nuestras experiencias ocurren precisamente porque
nosotros mismos decidimos actuar de una determinada manera. Nuestra
responsabilidad en esos casos es evidente.
Pero otras veces nuestras experiencias son la consecuencia
de lo que los demás hacen y en esos casos normalmente no nos sentimos
responsables de lo que sucede. Entonces podemos pensar que los otros nos
agreden o nos perjudican y tal vez experimentemos enojo o hasta ira… tal como
le pasó a Gabriel Pasternak.
Creemos que nuestro «sentido común» nos permite distinguir
claramente aquellas circunstancias que dependen de nosotros de las que suceden
sin que podamos hacer algo por provocarlas o evitarlas. Sin embargo, tal como
dice Louise L. Hay, parece ser que somos ciento por ciento responsables de cada
cosa que nos sucede:
Somos ciento por ciento responsables de todo lo que «nos
pasa». Todos creamos nuestras experiencias a través de los pensamientos y
sentimientos, pero negamos nuestro poder culpando a otros por nuestras
frustraciones. De hecho nuestra vida no es más que un reflejo de nuestro estado
mental: si en nuestra mente hay paz, armonía, equilibrio, entonces nuestras
vidas solamente pueden ser armoniosas, pacíficas y equilibradas. Lo que
pensamos se manifiesta en nuestras vidas. -Louise L. Hay
Hubiera sido bueno para Pasternak haber tomado contacto con
esta idea y así poder descubrir la capacidad que todos tenemos de cambiar la
propia realidad. Para él ya es tarde pero nosotros todavía estamos a tiempo de
adoptar esta idea, de hacerla nuestra, de vivir nuestras vidas de acuerdo con
ella.
Mi única función es
perdonar y ser feliz
Desde el momento en que aceptamos que somos creadores de la
realidad que experimentamos, el enojo deja de ser una emoción razonable.
Alterarse frente a los demás o experimentar cualquier emoción negativa como
respuesta a lo que sucede «afuera» no va a producir el tipo de cambio positivo
y duradero que estamos esperando.
Si todo es una proyección de nuestra mente, los cambios que
nos gustaría ver en nuestra realidad deberían producirse primero en nuestra
mente. En nuestro mundo interno están las soluciones para cada uno de nuestros
problemas, y debemos encontrarlas allí antes de ver las manifestaciones exteriores
que deseamos que sucedan.
Somos espíritus inmortales, perfectos, creados por Dios a su
imagen y semejanza. Esa es nuestra verdadera naturaleza. Sin embargo, vivimos
identificados con el ego y con el cuerpo y eso nos hace creer que somos
imperfectos y que somos culpables de todo tipo de faltas o errores que
cometemos cada día. Y lo que pensamos acerca de nosotros también lo creemos
acerca de los demás. Debemos recordar esta situación en la que todos estamos,
cada vez que sintamos la tentación de juzgarnos a nosotros mismos o a otros.
Perdonar no significa identificar primero cada falta que
alguien parezca cometer para luego tratar de disculparla, es simplemente
comprender que en este plano todos estamos actuando de manera limitada e
inconsciente y que por lo tanto no merecemos ser juzgados por los errores que
cometemos en este estado.
Está claro que los delincuentes deben ser detenidos para
evitar que continúen haciendo daño. Lo de pasar por alto las faltas de los
demás se refiere a otra cosa, tiene que ver exclusivamente con nuestra mente,
con nuestros pensamientos. Porque, ¿de qué nos sirve alimentar en nuestras
mentes emociones destructivas como la ira o sentimientos negativos como el
rencor? ¿En qué nos beneficia? Y por otro lado, considerando que los conflictos
que nos alteran cada día son casi siempre insignificantes, parece bastante
razonable tratar de aprender a pasarlos por alto.
Y liberar a los demás (en nuestra mente) de toda
culpabilidad, tiene la ventaja adicional de liberarnos también a nosotros de la
culpa que siempre nos acompañó. Perdonar a los demás conduce inevitablemente a
que nos perdonemos a nosotros mismos porque nos medimos con la misma vara.
Finalmente, si en cualquier momento del día nos detenemos a
observar nuestro estado de ánimo, veremos que prácticamente siempre hay algo
que nos preocupa o que nos molesta, aunque sea un poco… O estamos llegando
tarde, o no alcanzamos a hacer todo lo que nos proponíamos, o alguien no hizo
lo que esperábamos de él, o llueve… En cada momento en que nos sorprendamos a
nosotros mismos sosteniendo pensamientos negativos, siempre podremos
identificar eso que nos molesta, ponerlo en su justa perspectiva y perdonar a
quien sea necesario, o perdonarnos a nosotros mismos, o perdonar al momento
presente por eso que sentimos que le falta… y entonces, simplemente, disfrutar
y ser felices.
Axel Piskulic
https://www.amarseaunomismo.com/la-venganza-de-gabriel-pasternak/
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