26.8.22

La vida enseña que los valores básicos se aprenden ofreciendo, agradeciendo, dando

CERCANOS                                                   

A NUESTRA TIERRA, VIVA Y CON CONSCIENCIA

Nunca estamos solos. La soledad no existe, solo cohabita el aislamiento, una pauta mal entendida y capaz de destruir al ser humano y hacerlo vulnerable ante el riesgo de la vida.

Hoy en día “no nos damos”, a menudo ofrecemos aquello que nos sobra. Así nos va. Cada vez más separados los unos de los otros, sin buscar un acercamiento o punto de encuentro a través de nuestras relaciones.

Es el sentimiento reconocido de estar rodeado de amigos, y estar solo. Es un mundo aparte, o mejor dicho, dos mundos aparte: dos naranjas enteras que no saben aún de qué árbol han caído. Y lo mejor de todo es que podemos tomar un zumo exquisito: el que nos ofrece la vida misma.

Existe un amor que nos une a todos por igual y que es el responsable de nuestras relaciones con los demás. El amor nunca separa, siempre crea unión, un contacto que va más allá del acercamiento humano.

Este amor penetra a través de la intuición. Una forma muy peculiar de sentirlo cercano es contemplar la propia vida. No se trata de lo cotidiano y monótono, sino de mirar de frente, a la propia naturaleza. Nuestra Tierra viva y con consciencia.

Abrazar un árbol nos proyecta hacia su corazón y nos lanza al infinito, siempre hacia arriba. Es otro lenguaje, muy lleno de vida.

Esto enseña que la vida nos rodea y muchas veces se nos olvida. Enseña que los valores más básicos se aprenden ofreciendo, agradeciendo, dando.

Comenzar por lo básico de nuevo es un renacimiento a lo nuevo y desconocido.

Pensar por un momento en el llanto, en nuestra alegría expresada a través de sonrisas. Y recordar que nuestra Tierra también lo siente y nos siente a todos nosotros como sus hijos, deseando poder expresarse sin dolor por ese maltrato al que nos hemos aferrado durante siglos con ella.

Dormir en contacto con ella es sentirse de nuevo en el comienzo, en el vientre materno, protegidos, a salvo. Ella nos mantiene a salvo.

Si después giramos la vida a lo profano, reconocemos en cada uno de nosotros parte del cielo y parte de la Tierra; parte del Sol y parte de la Luna. Esto nos hace sentir más libres entre nosotros.

Somos la esencia de ambos.

Cada uno es maestro: el camino y el buscador están dentro.

Las pruebas solo se suceden cuando el maestro y el discípulo entran en contacto, y ya ha comenzado. Y una gran maestra para comenzar el periplo es nuestra Pachamama.

Eva Santángelo Hernández

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