A VER QUÉ TE PROPONE LA VIDA
Las personas también tenemos estaciones. Momentos. Estados: Primavera, verano, otoño e invierno.
No, no me refiero a que la primavera sea cuando naces y el invierno cuando mueres, no es eso. Aunque puedes usarlo también para comprender el ritmo de la vida. Hablo de momentos en nuestra vida en los que hay que parar y otros en los que hay que caminar. Momentos para sembrar y momentos para florecer.
Esos días en los que pones el ojo en algo y no lo sueltas porque
sientes que tienes que estar ahí y esos en que dejas ir, aún con pena, porque
sabes que eso a lo que te aferras no está llamado a estar contigo.
Es un vaivén a veces triste y delicioso. Un esperar en la puerta y descubrir que lo esperado iba a llegar por la ventana y que tampoco es exactamente lo que creías que sería. A veces, es incluso mejor. Otras, asombrosamente distinto.
Es un ir y venir. Es un quedarse y esperar sin desesperar.
Ponerse en barbecho para macerar tu tierra y que tu fruto sea mejor. Un dejarse
tocar por el sol y el aire fresco y también acurrucarse en un rincón en plena
oscuridad para encontrar tu propia luz.
A las personas también nos salen brotes y se nos pide que
los alentemos a crecer y nos mimemos para que lleguen flores. A nosotros
también se nos caen las hojas y cuando eso pasa la vida nos pide que no nos
obsesionemos con evitarlo y sepamos soltar… Tanto si es soltar un amor que no
es amor, un amigo que no es amigo, una piel tersa que ya no está tan tersa, un
recuerdo doloroso al que nos apegamos porque pensamos que dando pena
conseguimos más o ese personaje al que nos hemos aferrado pensando que éramos
nosotros y que tanto nos asfixia mantener.
La vida nunca te pide que fuerces nada. Te reclama un hacer
consciente y equilibrado. Sin urgencias ni desgarros por la prisa. No quiere
que corras, sino que camines. A veces ligero, otras pausado. Más a menudo de lo
que crees pretende que te pares para sentir, notar y decidir de nuevo. Y hay
algo que tengo claro: si la vida te pide que pares y no paras, lo hace ella… La
vida te para si tú no lo haces.
Y siempre observando qué sientes, qué ves y cómo lo ves para
que todo sea ese espejo maravilloso de lo que llevas dentro.
A menudo, la mejor forma de mirar dentro de ti es ver cómo
te responde el mundo, cómo te trata, cómo lo ves, cómo le respondes, cómo lo
juzgas.
Y a medida que pasa cada estación, vas soltando. No llega el
verano si te aferras a la primavera, ni el invierno si sujetas el otoño. Todo
va y viene con una sencillez tan arrebatadora y plácida que cualquier cosa que
hagas que no permita ese baile de la vida es un intento vano de cortar un flujo
que no se puede detener, solo se puede decidir si te apuntas a él o no, si te
dejas llevar o te resistes y sufres.
No, esto no va tragar sino de aceptar. No se trata de decir
siempre sí.
En realidad, la vida es un romper con todo constante. Una
disrupción perenne que no para de poner ante ti la posibilidad de no repetir
nunca ese patrón repetido, casi maldito de tus creencias limitantes y tus
heridas emocionales. Todo, absolutamente todo es una oportunidad para sentir y
atravesar ese miedo latente en ti y decidir de nuevo de una forma distinta. Tal
vez haciendo lo mismo, pero con una forma de mirar diferente, con otra actitud,
desde otro punto de vista, con un propósito que habla de ti y no de lo que
otros esperan o crees que esperan de ti.
Cada instante es una oportunidad para dejar atrás un patrón
de vida caducado y rígido y dejarse llevar por esa incertidumbre terrible y
maravillosa.
Una nueva posibilidad de verte de otro modo y encontrar en
ti eso que buscabas en el mundo.
Una mañana te levantas y te permites sentir tu dolor, tu
tristeza y tu llanto acumulados, esa rabia terrible que aúlla en tu garganta,
esa frustración que te recorre el pecho hasta el estómago, esa culpa y esa
responsabilidad asumida por el mundo insoportables en tu espalda y sabes que
puedes decidir…
Soltar o quedarte con ello. Justo en ese momento, sabes que
estás en el otoño y toca dejarse llevar por esa languidez maravillosa y
quedarse quieto mientras te despojas de lo viejo para hacer lugar a lo nuevo en
tu vida. Notarás que necesitas parar para recomponerte, descansar, notar,
sentir, bailar con tus miedos y abrazarte. Que tienes que estar contigo y
guarecerte, que toca invernar para curar heridas y tomar fuerzas.
Y tal vez mañana, seguramente como consecuencia y recompensa
por ese dejar ir complicado pero enormemente liberador, al despertar, verás que
todo surge y florece, que todo se pone en marcha y sabrás que la vida te pide
que camines. Que es primavera en ti.
Por eso para ahora y permítete notar. No te asustes por lo
que sientes o si te asustas, no temas vivirlo… Desapegarte de lo que ya no te
sirve y dejar entrar en tu vida lo nuevo…
A ver qué te propone la vida.
Recuerda… A veces, si tienes que parar para sentir y no
paras, es la vida la que te para.
Mercè Roura
https://mercerou.wordpress.com/2022/08/29/a-ver-que-te-propone-la-vida/
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