INGREDIENTES DE LA FELICIDAD
Los ingredientes de
la felicidad no forman parte de una receta mágica, sino que son fruto del sentido común. Lo que llamamos
felicidad no es un estado de euforia constante, sino una actitud armónica y
equilibrada frente a la realidad, que nos trae paz interior y buena disposición
ante la vida.
Todos queremos ser felices, pero no siempre sabemos definir
qué es exactamente la felicidad. A veces creemos que todo depende de obtener
algo: una relación, un bien material, un trabajo, etc. Pero la verdad es que los ingredientes de la
felicidad están al alcance de
todo el mundo porque crecen en nuestro interior.
“La felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días”. -Benjamin Franklin-
Así, la
felicidad no se obtiene, ni se pierde, porque se trata de una actitud que
se construye. Y para ello, lo importante es aprender a ver qué nos la
proporciona. Estos son siete ingredientes de la felicidad y todos tenemos
acceso a ellos.
1. Perdonarnos: el primero de los ingredientes de la
felicidad
Nos culpamos por nuestros errores y fracasos. También por ser de un modo
determinado, o no ser de otra forma específica. Esa culpa, finalmente, no nos sirve para nada. Solo cumple el
papel de convertirnos en seres infelices e inseguros.
El primero de los
ingredientes de la felicidad es precisamente el de renunciar a la culpa.
Aprender a ser el mejor amigo de nosotros mismos. Eso es imposible si no nos
perdonamos y aceptamos que el error y la equivocación son un bien valioso.
Constituyen la principal fuente de aprendizaje y crecimiento.
2. Explorar, experimentar lo nuevo
Es normal que
tengamos la tendencia a
construir modos de vida repetitivos, que nos eviten estar enfrentándonos
a lo nuevo todo el tiempo. Esto nos ayuda a sentirnos estables y nos evita un
enorme gasto de energía emocional.
El problema es que si eliminamos la novedad de nuestra vida, pronto nos sentiremos apagados
y desmotivados. Además, terminamos estancándonos. Siempre debemos dejar
un lugar para explorar, para enfrentarnos a lo nuevo. Ese es, sin duda, uno de
los ingredientes de la felicidad.
Salir de nuestra “zona de confort”, sin duda, nos ayudará a
ponernos a prueba y a explorar nuevas habilidades que podíamos desconocer de
nosotros mismos. Como afirma Lama Rinchen maestro
budista, “si te gusta mucho hacer algo, deja de hacerlo; y si algo no
te gusta tanto, intenta hacerlo”. Y es que poniéndonos a prueba y saliendo a terrenos desconocidos es donde podemos
conocernos mejor.
3. Realizar actividad física y creativa
La actividad física es mucho más que una herramienta para
mantener la buena salud. El
impacto del ejercicio sobre la mente y sobre el estado de ánimo es
un hecho. La felicidad también es un asunto de neuroquímicos y es
importante ser conscientes de ello. El ejercicio periódico previene en gran
medida los estados de ánimo negativos.
Cuando realizamos deporte aumentan nuestros niveles de dopamina, serotonina y endorfinas. El
aumento de la cantidad de estos neurotransmisores nos proporciona mejor
concentración, mejora la calidad del sueño, regula el estrés, la ansiedad,
estados depresivos y ayuda al razonamiento.
Algo similar ocurre con las actividades creativas y
recreativas. El ser humano
necesita darle un lugar a la expresión, a la imaginación, a la creatividad.
Si nos privamos de esas dimensiones, difícilmente vamos a sentirnos felices.
¿Quién no ha deseado alguna vez aprender a pintar? ¿O aprender a tocar un
instrumento? Ya no hay excusa para no dedicarnos a aprender una nueva
habilidad.
4. Simplificar la vida
Esto significa
comprender qué es verdaderamente importante y qué no. Saber dedicarle
tiempo a lo que vale la pena y evitar gastarlo en situaciones neuróticas. Un
ejemplo sencillo ilustrado por la monja budista Venerable Damcho: Si tengo una cabeza ¿para qué quiero
cinco gorros? Con este ejemplo, Damcho nos muestra que en muchos aspectos
de nuestra vida tendemos a ser demasiado complejos.
Tener más ropa de la necesaria nos hace estar apegados a un
estilo más consumista. Del mismo modo que estar apegado a situaciones o
emociones dañinas nos consumen felicidad. Es por ello, tan importante, aprender
a simplificar nuestra vida. Quedarnos
sólo con aquello necesario. Cuenta la historia que Diógenes vivía en un
tonel y era inmensamente feliz, ¿por qué? Precisamente porque su única posesión
era eso, un tonel.
“Y cuando el chocolate desaparece, nos alteramos: “¡Oh,
no! ¡Ahora ya no soy feliz! Aunque ciertamente no es la ausencia de chocolate
lo que nos hace infelices; son nuestras ideas fijas, así como nuestra interpretación
errónea de la naturaleza del chocolate”. -Lama Yeshe-
La idea no es que vivamos todos en un tonel, sino que
aquello que poseamos sea lo que necesitemos. A pesar de esto, lo importante no
es tanto lo que tengamos, sino nuestra relación de apego con ello. Si nuestra felicidad depende de nuestras
posesiones, estaremos regalando la felicidad a lo externo. Simplificar
nuestra vida, también equivale a desapegarnos de lo material, lo que no es
sinónimo de no tener, sino de no depender.
Simplificar la vida es también aprender a encontrar
soluciones eficaces. No llenarnos de problemas innecesarios. Despejar el camino de los pequeños
obstáculos, para tener la vitalidad suficiente que nos exigen los grandes
desafíos.
5. Aprender a moderar los impulsos
Uno de los ingredientes de la felicidad es la espontaneidad.
Sin embargo, no hay que confundirla con dejarnos llevar por cualquier impulso
que emerja de nosotros. El autocontrol exige esfuerzos, pero son muy dulces los
frutos que cosecha.
Actualmente cualquiera tiene acceso a las técnicas de
meditación. Son una maravillosa manera de aprender a gestionar nuestras
emociones, de modo que estas no sean una fuerza invasiva. Seguro que somos más felices cuando nos volvemos más
capaces de actuar contando con la razón y no en el impulso.
Una meditación base, como puede ser el mindfulness, nos
ayudará a apagar nuestro piloto automático de reacciones. Nuestros impulsos
proceden de una respuesta inmediata a un estímulo. A través del mindfuless aprenderemos a dejar distancia entre el estímulo
y nuestra respuesta. De este modo, ya no seremos esclavos de nuestras
emociones, sino que seremos capaces de controlarlas.
6. Descubrir y mantener amistades constructivas
La amistad es uno de los vínculos más bellos de la vida.
Y lo es porque tiene mucho de gratuito y espontáneo. Las amistades genuinas
nacen de la afinidad. Se entregan y se reciben por decisión propia. No hay
compromisos y si se mantienen en el tiempo es por voluntad libre y personal.
Se ha repetido miles de veces que la amistad es un tesoro. Y
se repite porque así es. Los
amigos contribuyen a que nos reafirmemos, nos conozcamos, nos valoremos.
Nos enseñan a escuchar y a ser solidarios. Son nuestra gran compañía en
infinidad de momentos. Sin duda alguna, conforman uno de los ingredientes de la
felicidad.
7. Ser buenos con nosotros mismos y agradecer
Ser buenos con nosotros mismos es aceptarnos, tolerar
nuestras fallas, perdonarnos como ya se dijo. También implica cuidarnos, protegernos, no dejar de reconocernos los
logros y animarnos en los malos momentos. Recordarnos
constantemente que tenemos derecho a ser felices.
La gratitud es una maravillosa virtud porque termina generando grandes beneficios a quien la experimenta. Solo puede ser agradecido quien valora lo bueno que hay en su vida. Y
quien sabe valorar esto, es feliz. Al agradecerlo, esa felicidad
aumenta.
Los ingredientes de
la felicidad se construyen. No caen del cielo, ni se encuentran por casualidad en
alguna esquina de la vida. Esto es una maravillosa verdad. Nos permite pensar
que somos nosotros mismos, y nadie más, los dueños de nuestra dicha.
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