FIN DE LA DUALIDAD “RAZÓN-CORAZÓN”
Los gurús del nuevo paradigma hablan del fin de la
dualidad. Y la dualidad es fruto de la mente racional, sin tener en cuenta la
mente emocional del hemisferio derecho de nuestro cerebro. Si te das cuenta, la
mayoría de nuestros problemas de encaje con nuestra realidad se da por la
dualidad, enseñada y bien aprendida desde nuestra más temprana infancia. Lo
bueno frente a lo malo, lo positivo frente a lo negativo, lo racional frente a
lo emocional, lo aceptable ante lo inaceptable.
A título humano, la dualidad es algo que nace en
nuestro cerebro analítico, iluminado por la razón y comandada solo por el Ego.
Y por tanto desestima la parte emocional, cuando ella participa de nuestra
percepción particular de lo que nos rodea. Así, el mar no solo es una extensión
de agua, con una concentración de sales y oligoelementos, con un color variable
en función del fondo y con una temperatura condicionada por donde se halle o
por el clima.
Esa sería una visión eminentemente racional y, por tanto,
restrictiva y limitada. El ser humano tiene el privilegio de poseer una
percepción complementaria y enriquecedora que no es más que la generada
espontáneamente por su hemisferio derecho cerebral, que gestiona las emociones
y la intuición, elementos de una realidad sutil que, a menudo, desechamos o
ignoramos, precisamente por ser subjetiva e intangible, aunque la hace mágica.
Pero la verdad es que nuestras percepciones están
basadas en ambas realidades, la física y la sutil, queramos o no. Y esa disyuntiva
mal aprendida nos causa frecuentemente problemas en nuestra vida cotidiana.
¿Qué siento y qué debería sentir ante algo que me afecta? ¿Por qué un hecho o
una situación me provoca sentimientos enfrentados o contradictorios o, lo que
es lo mismo, me hace sentir incertidumbre? ¿Por que esto o aquello me genera
una emoción que siento en mi interior, pero algo me dice -la razón, sin duda-
que debo sentir diferente? ¿Por qué sentimos algo y, en cambio, nos vemos
obligados a vivirlo de otra manera?
Yo mismo he vivido muchos años así, en confrontación
permanente entre lo de dentro y lo de fuera, entre el corazón y la razón, en
esa dualidad aprendida, pero incómoda que todos llevamos. Aprendí a lleva
dos vidas paralelas, eligiendo los momentos y el entorno, en cada caso, como
hacemos todos, desde siempre. Pero llega un momento en la vida en que integras
todo ello y haces lo posible para vivir con coherencia y equilibrio. Ya no hay
trabajo y vida privada, emociones y pensamientos, luces y sombras, razón y corazón,
positivo y negativo, pues cada momento y cada circunstancia tiene su sentido
propio, que contiene a ambas.
Aprendes día a día a percibir la vida desde ambas
perspectivas y a aceptarla tal como es, única, cambiante, equilibrada e
irrepetible. Y eso te exige valorar cada momento, en cuanto llega y a no
juzgarlo, sino solo experimentarlo intentando que se manifieste su propio
sentido. Y es precisamente ese sentido que para mí tiene cada persona, momento
y lugar en mi vida lo que la llenan y le dan pleno sentido.
Y eso es un proceso que no se aprende en los libros,
ni en las charlas de los presuntos iluminados, sino se obtiene viviendo y
estando bien atento a lo que llega, sintiéndolo desde dentro. Así, cuando miras
un bello paisaje o la mirada de una persona a la que quieres, dejas de solo
verlos, para empezar a sentirlos y admirarlos en lo que para tí valen. Eso hace
tuya a cada persona, momento y lugar y tu rol de observador desaparece para
hacerte parte de lo observado.
Es algo así como -por fin- conquistar la vida, tu
vida. Así, cualquier paisaje se convierte en tuyo, porque has estado y te has
sentido parte de él. Las personas importantes conforman ya tu vida, estén o no
contigo, para siempre. Nada volverá a ser como antes. Y así, poco a poco, tu
vida se va llenando de elementos valiosos que la conforman y que la convierten
en un tesoro y, a la vez, en un regalo personal e intransferible, que siempre
puedes compartir con todos aquellos que sienten así la vida. ¿No es el amor lo
que te permite eliminar la dualidad y vivir tu vida así, ya sin miedo y
compartiéndola? ¿No es acaso la felicidad el resultado de todo ello?
Escrito por Miguel Benavent de B.
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