Nuestra
cultura ha acabado postrándose ante una nueva deidad, una moderna “trinidad”
compuesta por la rapidez, la velocidad y la prisa. Ante ella nos
arrodillamos, entregándole en el altar de las ofrendas nuestro propio corazón.
En
las olimpiadas siempre se reconoce y se premia a los más veloces. A veces me
planteo si no es un poco absurdo consagrar toda una vida y machacar el propio
cuerpo sólo por bajar unas décimas un récord olímpico.
En nuestro modo de entender la vida, de entendernos a nosotros mismos, no se
levanta ningún podium para los lentos. No se otorgan medallas y reconocimientos
a quienes no luchan contra el reloj sino a favor del tiempo.
La
lentitud es proscrita, denostada y desvalorizada.
Cuando
decimos que esta niña es lenta no estamos, precisamente, exaltándola,
valorándola positivamente.
Cuando
me dicen que la película era muy lenta me están invitando a que no vaya a
verla.
Lo
lento nos pesa, nos cansa, nos abruma y nos aburre.
Tal
vez porque los ritmos lentos, las cadencias sin prisas y pausadas terminan
acercándonos y mostrándonos nuestra falta de consistencia interior, el propio
cansancio, la bruma en la que queremos ocultar nuestro propio desasosiego
interno.
La
rapidez y la velocidad siempre nos proyectan hacia fuera, nos centrifugan, dan
cuerpo a la sutil huida de la propia verdad que nos habita. Correr no es sino
un huir. Nos aceleramos para no darnos cuenta, para anestesiarnos, para distraernos.
Voy
reconociendo, no sin dificultades, el sagrado valor de la lentitud.
Se
me antoja que Dios es un Dios lento…. sin prisas…… que nos concede todo el
tiempo del cosmos que necesitamos.
La
evolución, contada en millones de años, es lenta. Dios no tiene prisa. Se mueve
con lentitud, opera sin premura. Darwin, con su teoría de la evolución no niega
un Dios creador sino que afirma un Dios lento.
La
tortuga y el caracol son arquetipos de la lentitud. De ellos podemos aprender
que sólo quien lleva su casa a cuestas no tiene prisa. No necesitan correr para
llegar a ningún sitio, su casa va con ellos.
Yo
no necesitaré correr más cuando me sienta que estoy en casa, que estoy en mi
corazón y que, por eso, no tengo que precipitarme para estar en ningún otro
lugar.
Apuntes de un viejo sueño,
una mano tendida a cientos,
saber que todo fluye,
eso es conocimiento.
Te crees que estás de paso
y que de nada queda huella
no te olvides que eres
un mensaje en una botella
Para, no corras tanto, si es a ti mismo al que estás
buscando.
¿De dónde sale tu arte?. Qué sabio es el que comparte.
Paisajes para olvidar,
remiendos en los bolsillos.
Momentos para encontrar
miradas y un estribillo
Llegaste a mí sin hablar
y caminamos por la orilla
besos que salan el mar
mientras la arena te hace cosquillas
Para, no corras tanto, si es a ti mismo al que estás
buscando
¿De dónde sale tu arte?…
Es cuestión de ser y no sólo estar.
Ver y comprender mejor que juzgar
¿De dónde sale tu arte?. Qué sabio es el que comparte.
Para, no corras tanto, si es a ti mismo al que estás
buscando
Para, no corras tanto, si es a ti
mismo al que estás buscando.
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