CUENTOS DE
SABIDURÍA: LA VACA
Un viejo maestro y su joven alumno estaban
conversando sobre la dificultad de muchos seres humanos de salir de su
mediocridad y reconocer su capacidad de triunfar. Para poder enseñar al joven
alumno, el maestro decidió visitar algunos de los lugares más pobres y
desolados de una ciudad.
Después de caminar un largo rato encontraron la que
consideraron la más humilde de todas las viviendas.
Aquella casucha a medio derrumbarse, que se
encontraba en la parte más distante de aquel caserío, debía ser, sin duda
alguna, la más pobre de todas. Sus paredes milagrosamente se sostenían en pie,
aunque amenazaban con derribarse en cualquier momento; el improvisado techo
dejaba filtrar el agua, y la basura y los desperdicios que se acumulaban a su
alrededor daban un aspecto decrépito a la vivienda.
Sin embargo, lo más sorprendente de todo era que en
aquella casucha de 10 metros cuadrados pudiesen vivir ocho personas. El padre,
la madre, cuatro hijos y dos abuelos se las arreglaban para acomodarse en aquel
lugar.
Sus viejas vestiduras y sus cuerpos sucios y
malolientes eran prueba del estado de profunda miseria reinante.
Curiosamente, en medio de este estado de escasez y
pobreza total, esta familia contaba con una posesión poco común en tales
circunstancias: una vaca.
Una flacuchenta vaca que con la escasa leche que
producía, proveía a aquella familia con el poco alimento de algún valor
nutricional. Pero más importante aún, esta vaca era la única posesión material
de algún valor con que contaba aquella familia. Era lo único que los separaba
de la miseria total.
Y allí, en medio de la basura y el desorden, pasaron
la noche el maestro y su novato discípulo. Al día siguiente, muy temprano y sin
despertar a nadie, los dos viajeros se dispusieron a continuar su camino.
Salieron de la morada y antes de emprender la marcha, el anciano maestro le
dijo a su discípulo: “Es hora de que aprendas la lección que has
venido a aprender”.
Sin que el joven pudiese hacer nada para evitarlo,
el anciano sacó una daga que llevaba en su bolsa y degolló la pobre vaca que se
encontraba atada a la puerta de la vivienda, ante los incrédulos ojos del
joven.
Maestro, dijo el joven: “¿Qué has hecho? ¿Qué
lección es ésta, que amerita dejar a esta familia en la ruina total? ¿Cómo has
podido matar esta pobre vaca, que representaba lo único que poseía esta
familia?”
Haciendo caso omiso a los interrogantes del joven,
el anciano se dispuso a continuar la marcha, y maestro y discípulo partieron
sin poder saber qué suerte correría aquella familia ante la pérdida de su única
posesión.
Durante los siguientes días, una y otra vez, el
joven era confrontado por la nefasta idea de que, sin la vaca, aquella familia
seguramente moriría de hambre.
Un año más tarde, los dos hombres decidieron
regresar nuevamente por aquellos senderos a ver qué suerte había corrido
aquella familia. Buscaron la humilde posada nuevamente, pero en su lugar
encontraron una casa grande. Era obvio que la muerte de la vaca había sido un
golpe demasiado fuerte para aquella familia, quienes seguramente habían tenido
que abandonar aquel lugar y ahora, una nueva familia, con mayores posesiones,
se había adueñado de aquel lugar y había construido una mejor vivienda.
¿Adónde habrían ido a parar aquel hombre y sus hijos?
¿Qué habría sucedido con ellos? Todo esto pasaba por la mente del joven
discípulo mientras que, vacilante, se debatía entre tocar a la puerta y
averiguar por la suerte de los antiguos moradores o continuar el viaje y evitar
confirmar sus peores sospechas.
Cuál sería su sorpresa cuando del interior de
aquella casa salió el hombre que un año atrás le diera morada en su vivienda.
¿Cómo es posible, preguntó el joven? Hace un año en nuestro breve paso por
aquí, fuimos testigos de la profunda pobreza en que ustedes se encontraban.
¿Qué ocurrió durante este año para que todo esto cambiara?
Ignorante del hecho de que el discípulo y su maestro
habían sido los causantes de la muerte de su vaca, el hombre relató cómo, por
coincidencia, el mismo día de su partida, algún maleante, envidioso de su vaca,
había degollado salvajemente al animal.
El hombre continuó relatándole a los dos viajeros
cómo su primera reacción ante la muerte de la vaca había sido de desesperación
y angustia. Por mucho tiempo, la vaca había sido su única fuente de sustento.
El poseer esta vaca le había ganado el respeto de sus menos afortunados
vecinos, quienes envidiaban no contar con tan preciado bien.
Sin embargo, continuó el hombre, poco después de
aquel trágico día, decidimos que a menos que hiciéramos algo, muy
probablemente, nuestra propia supervivencia estaría en peligro. Así que
decidimos limpiar algo del terreno de la parte de atrás de la casucha,
conseguimos algunas semillas y decidimos sembrar vegetales y legumbres con los
que pudiésemos alimentarnos.
Después de algún tiempo comenzamos a vender algunos
de los vegetales que sobraban y con este dinero compramos más semilla y
comenzamos a vender nuestros vegetales en el puesto del mercado. Así pudimos
tener dinero suficiente para comprar mejores vestimentas y arreglar nuestra
casa. De esta manera, poco a poco, este año nos ha traído una vida nueva.
El maestro, que había permanecido en silencio,
prestando atención al fascinante relato del hombre, llamó al joven a un lado y
en voz baja le preguntó:
¿Tú crees que si esta familia aún tuviese su vaca,
estaría hoy donde ahora se encuentra?
Seguramente no, respondió el joven.
¿Ves? Su vaca, fuera de ser su única posesión, era
también la cadena que los
mantenía atados a una vida de mediocridad y miseria.
Al no contar más con la falsa seguridad que les
proveía el sentirse poseedores de algo, así no fuese más que una flacucha vaca,
debieron tomar la decisión de buscar algo más.
En otras palabras, la misma vaca que para sus
vecinos era una bendición, les había dado la sensación de poseer algo de valor
y no estar en la miseria total, cuando en realidad estaban viviendo en medio de
la miseria.
Así es cuando tienes poco. Lo poco que tienes se
convierte en un castigo, ya que no te permite buscar más. No eres feliz con
ello, pero no eres totalmente miserable. Estás frustrado con la vida que
llevas, más no lo suficiente como para querer cambiarla. ¿Ves lo trágico de
esta situación?
Cuando tienes un trabajo que odias, que no suple tus
necesidades económicas mínimas y no te trae absolutamente ninguna satisfacción,
es fácil tomar la decisión de dejarlo y buscar uno mejor. No obstante, cuando
tienes un trabajo del cual no gustas, que suple tus necesidades básicas pero no
te ofrece la oportunidad de progresar; que te ofrece cierta comodidad pero no
la calidad de vida que verdaderamente deseas para ti y tu familia, es fácil
conformarte con lo poco que tienes.
Muchos de nosotros también tenemos vacas en nuestra
vida. Ideas, excusas y justificaciones que nos mantienen
atados a la mediocridad, dándonos un falso sentido de estar bien cuando frente
a nosotros se encuentra un mundo de oportunidades por descubrir. Oportunidades
que sólo podremos apreciar una vez hayamos matado nuestras vacas.
¿Cuál
es tu vaca?
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