SERENIDAD: LA
ACTITUD CORRECTA
Cuando ya no somos capaces de cambiar una situación,
nos encontramos ante el desafío
de cambiarnos a nosotros mismos.
nos encontramos ante el desafío
de cambiarnos a nosotros mismos.
Victor Frank
¿Quién cree todavía que puede cambiar el mundo en
los momentos en que éste parece empeñado en seguir otra ruta?
En realidad, podemos influir más o menos en
situaciones y personas con nuestro tesón e inteligencia, pero donde sí podemos
operar con plena eficacia es modificando nuestra manera de ver e interpretar
los aspectos que nos perturban e inquietan. Y lo más curioso es que, tras la
inteligente aceptación de los hechos, no sólo equilibramos nuestra vida
emocional, sino que, además, el mundo también cambia.
Una vez que aceptamos y adaptamos nuestra lente
interna al curso de “lo que hay”, ¿qué extraña ley modifica incluso las
actitudes y conductas de personas ajenas? En realidad, y según las más
avanzadas leyes de la Física, la película que vemos en el exterior no deja de
ser, en buena medida, una proyección del programa que tenemos en nuestro
interior. Los acontecimientos discurren en función de unas leyes naturales,
pero la interpretación que hacemos de lo que sucede es una opción íntima y subjetiva,
y por ello, susceptible de ser modificada.
¿Qué hizo sobrevivir al judío Victor Frank de la
torturadora vida en el campamento nazi? La respuesta fue dada por él mismo al
señalar su profundo sentido de la vida y la capacidad de optar por una óptima interpretación
de los acontecimientos que a otros torturaban. No había salida, no podía
cambiar las normas de aquel campamento nazi, tan sólo podía cambiar su mente y
con ella el signo de lo que sucedía
A menudo, el hecho de aceptar y positivizar una situación
eligiendo la interpretación más positiva, desencadena una insólita influencia
sobre la faceta externa que considerábamos inamovible y ajena.
Una vez que nos adaptamos a la situación, se mueven
energías insólitamente favorables. Una vez hemos logrado relativizar las cosas
que, anteriormente nos perturbaban, adquirimos un grado mayor de templanza.
Sabemos que nuestra forma de mirar el mundo y de pensar a las personas,
influye, tarde o temprano, en el diseño y guión de nuestras experiencias.
Sabemos también que muchas de las emociones que experimentamos son consecuencia
de un proceso que se desarrolla en la parte inconsciente de nuestra mente. Es
por ello que merece la pena evitar culpar a los demás, y tener en cuenta que si
no nos gusta lo que recibimos, convendrá prestar atención a lo que emitimos.
Cuando somos conscientes que nuestro conjunto de
creencias son las que crean el mundo emocional que habitamos, uno se torna
alerta con las opciones de pensamiento que aparecen ante su corriente de
consciencia.
Atención a las palabras que pronunciamos y a los
patrones que subyacen tras nuestras actitudes. La persona que ha comprendido el
enorme poder que su mente tiene en la configuración del mundo, ya no controla
tanto las circunstancias externas sino que, más bien, dirige su mirada hacia
las propias actitudes y pensamientos que sutilmente las posibilitan.
Tenemos mucho más que ver de lo que parece en
aquello que “nos sucede”. Cuanto más conscientes seamos de nuestros
pensamientos y anhelos, el destino, cada vez, estará, en mayor medida, en
nuestras manos.
Se trata de cambiar el foco de visión elaborando
opciones más positivas y formulando el mundo tal y como lo deseamos vivir. Sin
duda, una competencia nacida de nuestra madurez co-creadora que aprendió que el
secreto que mueve el mundo está en el corazón de la propia alma.
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