AMOR PROPIO
Y AUTO-ESTIMA
Para poder entender de forma simple cómo creamos nuestro
mundo, lo primero que debemos comprender e integrar como conocimiento necesario
para transitar por la vida es que:
Queriendo complacer a los demás nos convertimos en nuestros
propios verdugos y que valorar como verdadera nuestra propia realidad es el
primer paso para comprendernos, seguir avanzando, y ser nosotros mismos.
Lo cierto es que las mentiras que más daño nos hacen no
son tanto las que decimos como las que vivimos. Hay momentos en nuestra vida
que podemos caer en el error de vivir en una realidad falsa que a veces incluso
nos podemos llegar a creer.
Vivir encerrado en la jaula que uno mismo crea significa
creer en unos valores y promulgar otros, mostrarnos fuertes y no estarlo,
sentir miedo y disimularlo, mostrar interés y no tenerlo y un sinfín de
posibilidades…
En realidad esta falsedad es creada por todos nosotros
en algún momento de nuestras vidas. Aunque es excesivamente común hacerlo, las
razones por las que nos comportamos de este modo no tienen por qué ser
aceptables socialmente; es decir, podemos hacerlo para conseguir respeto,
dinero, poder o prestigio. Esto no solo supone un engaño a los demás sino que
significa rechazarnos y no creer en lo que pensamos y sentimos como seres
individuales y únicos.
Podemos reflejar nuestra falta de autenticidad en muchos
momentos de nuestra vida. De hecho, con frecuencia, la forma que tenemos de
fallarnos es tan simple que basta con negar que nos comimos la última porción
de chocolate que quedaba en el armario o que no hemos sido nosotros los
primeros en encontrarnos rota la persiana.
¿Por qué es tan común el autoengaño y
la falta de autenticidad?
En realidad todo esto está muy relacionado con la forma
en la que nuestros padres y la sociedad nos han venido educando desde pequeños.
Desde nuestro nacimiento nos han adoctrinado para reprimir nuestros
sentimientos y emociones, evitar expresar lo que es real y lo que sentimos de
verdad. Donde se nos ha educado para hacer lo correcto lo que los demás
(familia, amigos, compañeros de trabajo, sociedad, etc) esperan que hagamos, no
lo que queremos en realidad hacer nosotros.
Hemos creado un exterior que no se parece en absoluto al
interior que en realidad vivenciamos. frecuentemente ocurre que nuestros
ideales no son por los que luchamos y que nuestras ideas, nuestro miedo y
nuestros objetivos no se corresponden con lo que en realidad manifestamos…
Todo esto repercute de forma muy negativa en nuestro
desarrollo vital y acaba fomentando que nos pongamos la máscara que llevamos
fabricando desde la más tierna infancia.
A nivel general nuestros padres y profesores nos
invitaban a rechazar emociones como la ira, el miedo o el dolor, lo que nos ha
llevado a ocultarlos. Por esta razón creemos que podemos llegar a ser
indiferentes a estas emociones cuando en
realidad eso no es así. El miedo, el dolor o el enfado
siempre están ahí y significan gran parte de nuestra experiencia vital. Sin
embargo, tendemos a mostrarnos fuertes y reprimir emocionalmente la frustración
y la manifestación del dolor.
Otra de las contradicciones que absorbemos como esponjas
desde pequeños responde a si es o no es bueno mentir. Los mayores lo hacían a
la vez que nos invitan a no hacerlo y por si fuera poco según fuimos tomando
conciencia nos dábamos cuenta que teníamos que aceptarlo y además, en
ocasiones, colaborar con ello.
De esta forma hemos asumido como natural esta opción,
aunque nos haga sentir verdaderamente mal y solo obtengamos un pequeño
beneficio en un momento muy puntual, si acaso lo tenemos.
Mantener nuestra autoestima bien alta y mostrar cómo
somos en verdad supone no gustar a todo el mundo pero nos va a ofrecer
relaciones verdaderas, puras, abiertas, sinceras e independientes.
Aceptarnos y comprometernos con quienes somos en
realidad hará que consigamos no tener miedo de lo que queremos y de quienes
somos y poder expresarlo a quien quiera escucharnos, aunque despertemos la
envidia de quienes no se han atrevido a unificar su verdad interior con su
verdad exterior.
Es verdad que los retos no están al alcance de todos
pero todos podemos intentarlo e incluso conseguirlo, las expectativas son solo
nuestras.
Ser auténticos y mantener sana nuestra autoestima nos
ayuda a alejarnos del lado de la falsedad, promoviendo que seamos los mismos en
todo momento y que no faltemos al amor que a nosotros mismos nos debemos.
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