SABER ESPERAR: La
esencia de la paciencia
La mayoría de las teorías de pensamiento de diferentes
culturas y desde todos los tiempos, nos hablan de las realidades que vivimos
como creadas por nosotros.
Una especie de conducta que sigue un mapa que previamente
habríamos diseñado según nuestras necesidades de evolución. Lo que se
conoce como “proyecto de vida”, es decir que hemos venido hacer aquí.
Es difícil creer esto, nos cuesta pensarlo y nos resistimos
a que sea verdad, sobre todo por la cultura donde nos educaron, en la cual lo
que nos pasa a lo largo de nuestra existencia, se saca fuera de nosotros y
sobre todo cuando lo que parece que llega, fruto del azar y la casualidad, es
doloroso para nosotros.
Y la primera ley espiritual es: Nada de lo que nos
sucede esta fuera de nosotros, todo lo que vivimos de una forma u otra
está vinculado inexorablemente a nosotros.
Pero esta actitud es si quieren la más humana, no asumir la
responsabilidad de lo que hacemos y echar la culpa de todo lo que nos pasa que
no nos gusta a los demás.
Hacernos responsables de ello cae fuera de nuestra
conciencia y de ninguna manera podemos asumir el coste que tiene la idea de ser
protagonistas de una historia que habríamos ideado en otra dimensión, en otro
paradigma, en otro estado. Sin embargo, a veces, si nos adentramos en el
conocimiento de las leyes espirituales y biológicas en el fondo de nuestra
alma, del corazón e incluso de la mente encontramos respuestas que van
sucediéndose ante nuestras incógnitas.
No hay otro camino para elevar nuestro grado de conciencia
que a través del conocimiento, es una regla directamente proporcional, a mayor
grado de conocimiento de las leyes que nos rigen (espirituales y biológica)
mayor grado de conciencia tendremos.
Nos suceden experiencias extrañas, pasamos por momentos que
nos hacen daño, repetimos dolores viejos y siempre terminamos creyéndonos
víctimas de un destino que se empeña en ir en contra de lo que teníamos
previsto.
Pero algo habrá de responsabilidad en lo que nos pasa, ya que
es coherente cuando uno piensa y medita, comprender que no toda la
responsabilidad por mucho que nos empeñemos es solo de los demás.
Tenemos miedo que vuelva a sucedernos lo que nos
duele. Pensamos que no vamos a conseguir algo o que perderemos lo que ya
tenemos. En ambos casos, la clave está en no necesitar o en no hacer de la
necesidad el pilar de nuestra vida.
Solo hay que esperar, saber tener paciencia, encontrarnos
con lo que tememos y preguntarnos por qué nos asusta tanto.
¿Qué puede pasar? En cualquier caso la respuesta es nada.
Todo sigue igual. Todo seguirá adelante, con nosotros o sin nosotros.
Nuestra vida es una experiencia propia que debe vivirse
desde dentro aunque se exprese y se proyecte hacia fuera en la que se debería
hacer un balance continuo, esa cita a solas con nosotros mismos, todos los días
con total sinceridad, donde objetivamente seamos capaces de ver y sentir todo
lo realizado durante el día para tomar conciencia de lo que hacemos bien y lo
que debemos mejorar e integrarlo en nuestra vida, como un hábito automatizado
que nos va ayudar a entender el ¿por qué? Y el ¿para qué? De las experiencias
que vivimos a lo largo de nuestra vida.
Posiblemente, si comprendiésemos que la serenidad y el
poder, está en no afanarnos en el deseo, todo fluiría con facilidad y la
mayoría de los miedos se disiparían, porque la esencia del miedo no es otra que
el desconocimiento.
Cuando menos cosas
esperas, más cosas son las que te llegan.
Cuando menos cosas
deseas, más valor darás a las que ya tengas.
Cuando menos con la
mente interfieras, más libre te sientes y te encuentras.
Cuando dejas que la
vida sea, la vida te llena el alma entera
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