SER
GRANDE NO ES CUESTIÓN DE TAMAÑO, SINO DE ACTITUD
De todo lo que llevas puesto, tu actitud es lo más
importante. Ella es
quien te calzará los mejores zapatos para sortear las piedras del camino, será
ella quien te hará saltar barreras y
te hará grande. Porque una buena actitud es la fuerza que nos hace persistir,
resistir y triunfar.
Nuestra actitud es esa energía interior que mueve más mentes
que un batallón de hombres. No
puede verse, no puede tocarse, pero se desprende en nuestras respuestas, en
nuestro modo de afrontar el día a día, por muy gris que este haya amanecido.
Mi actitud está definida de una forma que si me acercas al
abismo para verme caer,
descubrirás que no hay debilidad alguna en mí que me
haga precipitarme,
que mi corazón está tan fuerte como expuesto y que
ya no deseo batir más batallas inútiles.
Nuestra actitud no aparece de la noche a la mañana, en
realidad, la diseña la vida a través de distintos procesos. Conforma reflexiones y valoraciones
que nos hacen ver las prioridades que mejor encajan con nuestra
personalidad.
El no rendirnos, el no ver oscuridades en días despejados,
en afrontar la vida con resiliencia, equilibrio y afán de superación es algo
esencial. No se trata sólo de ser optimistas, sino de mantener un
realismo objetivo donde sepamos sacar partido de nosotros mismos.
Porque no es más grande quien más tamaño ocupa, sino quien
deja un vacío mayor cuando se marcha. Esto, se forja día a día, manteniendo una buena
actitud que nos haga felices a nosotros y a los demás.
Mi actitud es mi armadura, y un jardín que nunca
se marchita
Hay actitudes para todos los gustos y colores, incluso las
hay para cada momento del día. Estamos seguros que también tú conocerás a alguien que varía en
cuanto a esta dimensión: a veces se muestran combatientes y al instante, les
atrapa un derrotismo tan fatalista que casi nos lo acaban
transmitiendo.
Hay dos dimensiones que suelen definir a las personas:
la
primera es nuestra paciencia cuando las cosas no salen como esperábamos,
cuando
no tenemos nada.
La segunda, es nuestra actitud cuando lo tenemos todo.
Es muy posible que pienses que nuestras actitudes y nuestra
personalidad son lo mismo. Están relacionadas, no cabe duda, pero las
actitudes están siempre a la orden del día, son ellas las que nos hacen aceptar
algo o rechazarlo, ellas quienes dan brío a nuestra superación del día a día, o
quienes, por lo contrario, nos apagan y nos hacen caer en esos
comportamientos más derrotistas.
·
Las
actitudes están definidas por un componente cognitivo, uno afectivo y uno
conductual. Son
procesos que vamos interiorizando a lo largo de nuestra vida y nuestras
experiencias hasta definirnos a nosotros mismos y las elecciones que hacemos.
·
Una
actitud desconfiada, basada en la cautela, en el temor a las consecuencias y en
el recuerdo constante de los errores o malas experiencias del
pasado, hará que vivamos una realidad muy cerrada y basada en la
autoprotección.
·
En
cambio, aquellas personas que han integrado de forma adecuada su pasado, con
resiliencia, y que ven la vida como una oportunidad continua, tendrán una
actitud más abierta y favorable.
Suelen decir a menudo que las actitudes no
son aptitudes, y que en realidad son pilares que nos dan altura desde donde
poder ver el mundo en toda su expansión. Ahí donde se extienden los sueños al
alcance de nuestras manos…
Sabemos también que no siempre es fácil “mirar a lo
grande”, cuando tenemos ese problema, esa preocupación, pero en
realidad, siempre valdrá la pena mirar un poco más allá, extender
nuestras miras y favorecer una actitud luchadora y fuerte.
No
permitas que tus actitudes positivas se marchiten en el rumor caótico de la
vida.
Busca tus mejores actitudes y llévalas encima
cada día de tu vida
Hay días en que no podemos más. En que por mucho que
deseemos buscar ese rayo de luz cotidiano sólo vemos tinieblas. Y más aún, en
ocasiones, hasta quienes están a nuestro alrededor refuerzan este estado
de indefensión. ¿Qué
podemos hacer?
Hoy elijo ser valiente y dar el paso hacia la luz, hacia lo
esperanzador.
Tú eres libre de hacer lo que desees, eres dueño de tus
actitudes,
pero las mías me empujan a creer de nuevo en mi mismo.
Como decimos, no es fácil envolvernos de pronto de ese
positivismo extraño como quien decide echarse unos polvos mágicos esperando que
surja el efecto. La felicidad no sabe de ritos, ni de hechizos, pero sí
que sabe de actitudes:
·
Las
actitudes son un constructo psicológico que puede reorientarse, cambiarse y
enfocarse hacia un propósito. Para ello, debemos creer que merecemos mejorar,
que merecemos ser felices de nuevo.
·
Cambia
tu pensamiento y cambiarás tu actitud para transformar tu realidad. Tras el pensamiento viene la emoción,
después la motivación y finalmente la búsqueda de un propósito.
·
Ten
en cuenta que en ocasiones, quienes nos rodean puede condicionar mucho nuestras
actitudes. Mantén una adecuada distancia entre tú y las personas que
erosionan tu crecimiento personal y atrévete a caminar más ligero, a
caminar más libre…
Busca en tu interior, atiéndete, habla contigo mismo y
comprende que
todas tus grandezas están ahí, escondidas en tu interior:
atrévete a sacarlas, deja que emerja esa fuerte actitud
que te permitirá ser el
único propietario de los sueños,
para compartirlos con las personas que
quieras.
Valeria Sabater
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