SOMOS DEMASIADO JÓVENES PARA ESTAR TAN TRISTES
El cambio de tendencia económica y social de forma
marcadamente negativa está afectando a toda una generación. Todo el mundo lo siente y lo vive
así, pero es difícil expresarlo. Justo antes de que la situación empeorara
irremediablemente, teníamos la esperanza de
que nuestra generación no tuviera que esperar cerca de una década para que la
situación se normalizase. Ahora vemos que esa cifra es hasta optimista en esta
situación, pero seguimos caminando.
Esta frase que titula el artículo se hizo viral en las
redes, y era una ilustración de Sara Herranz. A la
escritora le surgió la idea de esta ilustración mientras veía la película
“Beginners” y la incluyó en su libro Todo
lo que nunca te dije lo guardo aquí.
Con esa ilustración se vieron
identificados miles de jóvenes, que no tienen ningún problema de salud o de carencias
básicas, pero que han visto como su futuro dio un giro de 180 grados en cuanto
aspiraciones académicas, laborales y de nulas posibilidades de una
independencia de la casa de sus padres.
Aún así, somos demasiado jóvenes para estar tan tristes. Pero a veces, el desahogo y el tratar
una cuestión que se ha vuelto tabú porque muchos la llevan con vergüenza, es el
primer paso para saber cómo se está llevando este tiempo algo extraño y
detectar posibles casos de depresión o ansiedad.
La influencia de la tristeza en los jóvenes
La felicidad y la tristeza no son un todo o nada, cada día podemos experimentar
distintas emociones, y a lo largo de una semana podemos pasar por
momentos muy tristes y también por momentos de alegría. Pero el
denominador común de esta generación es el siguiente: la desesperanza respecto
el futuro.
Tenemos que ser conscientes que la desesperanza es una de
los principales catalizadores para que se produzca un episodio depresivo.
Actualmente se ha experimentado un aumento aproximadamente de 15 a 20 %
más de casos de depresión diagnosticados en la actual generación de
jóvenes respecto a la generación antecesora.
Muchos de los jóvenes ven que tras toda su vida
estudiando han tenido que hacer trabajos que no están relacionados con su
dominio profesional. Otros han tenido que emigrar y a la vez que lo hacían, también realizaban
trabajos poco cualificados en un país extranjero. Nadie estaba preparado
para esta situación, por lo que en muy poco tiempo han tenido que poner en
marcha recursos personales ante situaciones de estrés que les sobrepasaban día
sí y día también.
Es lógico por tanto, dejar de culparnos y asumir que la
generación más formada está dando la talla, incluso con una valentía que
hace pensar que estaban hechos a la idea desde hace años; cuando en realidad la
situación cambió drásticamente en muy poco tiempo.
Hay
que aprender de todo lo que nos ocurre
No es lo mismo que esta mala situación
económica afecte a una persona que ya contaba con un puesto estable y una
trayectoria reconocida, que encontrar la situación justo cuándo ibas a salir al
mundo, y lo único que te has encontrado son portazos.
No has demostrado nada porque no te han dejado, has remado
con la corriente en contra y desorientado. Pero gracias a lo que está pasando,
vamos a sacar lecciones que valen dos o tres vidas enteras.
Por eso cuando estemos tristes, tenemos que pensar
en lo que estamos ganando y lo que estamos perdiendo. Ante todo, hay
que aprender de todo lo que nos ocurre. Vamos a desarrollar una empatía y una
conciencia social única para analizar los problemas del mundo desde muchas
perspectivas. Nuestra resiliencia se ha desarrollado a velocidad de
vértigo, nuestra inteligencia emocional ha logrado sacarnos de más situaciones
que todo lo aprendido en años anteriores.
Somos más abiertos, menos ingenuos y también más solidarios. Valoramos la honradez, la sencillez y la
decencia como pocas generaciones anteriores. La hipocresía la consideramos
nuestra enemiga, al igual que la vanidad y la extravagancia.
Estamos preparados para el cambio, y lo haremos mejor,
dejaremos otra forma de hacer las cosas a las siguientes generaciones. Puede
que muchos días tu resistencia psicológica esté quebrada pero volverás a
levantarte. Somos demasiado jóvenes para estar tan tristes, así que
toca levantarse y seguir.
Estamos tristes, pero no estamos solos
Si cualquier persona pasa en soledad cualquier situación
depresiva o de desesperanza puede que lo viva con miedo y vergüenza, pero en
realidad, en esta situación la tristeza se soporta si nos sentimos
parte de una red de personas que están pasando por situaciones muy parecidas.
No nos relajamos porque sea una situación caótica en
general, pero ocurre un fenómeno psicológico: nuestra culpa se hace más
llevadera, se disipa, ya que no atribuimos nuestra situación a aspectos
internos, estables y globales de nuestra persona, sino que nos damos
cuenta que se trata de un mal compartido.
Ante esta situación no cabe aislarse, ya que afrontar la
situación de una manera pasiva y catastrofista no ayuda nada. Tienes
que arreglarte, vestirte y salir aunque no tengas ganas. Las ganas ya vendrán
luego. Y es que ahí fuera está la oportunidad de retomar nuestra vida. Como
decía Jean Paul Sartre:
“No perdamos nada de nuestro tiempo.
Quizás los hubo mejores, pero este es el nuestro”
Cristina Roda Rivera
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