A veces uno siente que algo, no se sabe qué, no va como
debiera ir o al contrario va demasiado bien, lo que casi nos parece lo mismo.
Tenemos una especie de "no aceptación" sobre lo que no cambia o lo
que mejora indefinidamente.
Es como si algo se escondiese detrás. Como si en
realidad, solo es la calma que anuncia la tormenta. Como si efectivamente, el
peligro nos estuviese esperando detrás de la esquina.
Posiblemente es que uno no esté acostumbrado a la felicidad
y cuando llega nos parece que es un estado extraño que no nos pertenece. La
dicha, al igual que la muerte, suele ser siempre de otros. Tal vez, nos asfixie
el pensar que la emoción que invade la mayoría de nuestros momentos, en
ocasiones puntuales, puede terminarse en cualquier momento.
No nos preparan para ser felices, ni nos educan para que la
felicidad sea nuestra meta. Pero en realidad es lo único que importa, el resto
se queda convertido en pura rutina a la que nos acostumbramos como modo seguro
de instalarnos en nuestro presente, en eso que ahora llamamos la zona de
confort, que aun sabiendo que hay más allá de ella cosas maravillosas, no nos
atrevemos a salir a su encuentro.
Pero a veces la rutina ahoga y la vida monótona que se
arrastra a través de nosotros termina por llevarnos a paraísos perdidos que
nuestra mente crea para salvarnos momentáneamente de dicha rutina.
Si no encontramos en nuestra realidad, en nuestro día a día
la suficiente dosis de alegría, de entusiasmo o de ilusión habrá que buscar la
forma de que aparezcan, de crearlas. Vivir sin esas motivaciones supone morir
poco a poco a cada instante y eso es precisamente lo que debemos evitar, para
ser felices.
A veces uno solo tiene alas en el pensamiento, mientras que
las piernas están atadas a cadenas irrompibles.
No hay celdas para la mente que vive y sueña en pura
libertad.
No hay cárceles para los espíritus libres que estén
empeñados en crear para sí universos llenos de todo lo que les haga volar,
sentir, experimentar, aprender en definitiva que les permita vivir en plenitud
y alcanzar la felicidad.
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