LA VIDA NO ES COMO LA PINTAN, ES COMO TÚ LA COLOREAS
La vida no es como otros la pintan, es como tú la coloreas.
Porque será siempre nuestra actitud la que actúe como el mejor pincel,
ese capaz de ofrecernos tonalidades de luz cuando más lo necesitamos. Mientras
que nuestra voluntad, será quien elija pintar los días con sonrisas antes de
que nos destiña la amargura.
Algo que tenemos claro es que en ocasiones, es la propia
vida quien gusta traernos días grises.
Momentos de oscuridad absoluta. Son instantes en que a pesar de creer tenerlo
todo controlado y de auto percibirnos casi como fabulosos estrategas de la
adversidad, siempre ocurre algo que nos recuerda lo vulnerables que
podemos llegar a ser.
No quiero besos en blanco y negro, quiero una vida de
colores. Ya me cansé de las tonalidades grises, de personas de corazones de
tormenta: ahora, solo ansío ser como esa mariposa capaz de renacer con vivos
colores de fiesta.
El neurólogo francés Boris Cyrulnik,
nos ofrece a través de sus libros y entrevistas un concepto realmente útil e
interesante sobre la vulnerabilidad personal y la felicidad. Hablamos ante todo
de ese bienestar que uno alcanza después de haber conocido cada gama de los
claroscuros en nuestras paletas existenciales.
Nadie está preparado para el sufrimiento. Una
infancia feliz no garantizará que el día de mañana seamos inmunes al dolor
emocional. Asimismo, una niñez traumática tampoco debe determinar nuestra
madurez y nuestro futuro, tal y como el propio Cyrulnik nos explicó en su
libro “Los patitos feos y la resiliencia”.
La vida puede ser muy oscura en cualquier momento, lo
sabemos. Lo hemos vivido. Sin embargo, lejos de someternos a esos hechos, a
esos traumas, hemos de dejar de ser víctimas de nuestras circunstancias y trabajar día a
día en estas realidades personales. Porque todos somos dignos de ser amados, de
ser felices.
Todos debemos elegir los mejores colores con los que pintar
nuestro horizonte.
Los claroscuros de la vida y cómo los afrontamos
No nos damos cuenta, sin embargo, todos tenemos un modo muy
particular de “pintar” nuestra cotidianidad. Hablamos cómo no, de nuestra
actitud y de esos recursos psicológicos tan particulares con los que encaramos
la adversidad, interpretamos la realidad y a la vez, la
creamos.
No obstante, es aquí donde aparece el dilema de siempre. A
menudo suele decirse aquello de que es el componente genético quien nos
confiere esas raíces que nos empujan con más o menos frecuencia hacia el
abatimiento, hacia la depresión o hacia esa visión sesgada, en la que solo
se ven días grises cuando lo que brilla es un sol sincero, inmenso y
reluciente.
Hemos de tenerlo claro: la genética predispone pero
no determina. Lo que vale es la voluntad y nuestra actitud. Tanto es así,
que la doctora Rafaela Santos, autora de “Levántate
y Anda”, nos indica que la
resiliencia es una combinación de factores genéticos, sociales y psicológicos.
Sin embargo, no hay nada más poderoso que ese entrenamiento consciente y
constante donde poder enfrentarnos de forma positiva a las situaciones
adversas.
Todo ello nos anima sin duda a reflexionar sobre alguna que
otra realidad personal. Se sabe, por ejemplo, que los hijos pueden heredar la
predisposición a la ansiedad y la depresión de sus padres. Lo hacen
compartiendo una característica fisiológica: un circuito cerebral
sobreactivado.
Lo que nos determina no es una estructura en sí, sino unas
funciones metabólicas que pueden modificarse. Con una actitud adecuada,
estrategias psicológicas y ese entrenamiento consciente antes citado,
pintaremos la vida a nuestra manera.
Es tiempo de resiliencia, es tiempo de superación
La resiliencia es como ese muelle que impulsa la vida. Es el
arte que nos confiere cierta sensación de control frente a las dificultades.
Asimismo, lejos de quedar eternamente desvalidos por esa infancia injusta, por
esa pérdida dramática o ese fracaso imborrable, tenemos la oportunidad
de elegir colores nuevos con los que dar forma a nuestro horizonte.
Los expertos en superación personal suelen decirnos
que para alcanzar esta capacidad, es necesario desarrollar la estrategia
del dominio. Sabemos, por ejemplo, que la palabra “resiliencia”
proviene de la física, y que define a ese tipo de materiales capaces de
recuperar su forma original a pesar de haber sido deformados. Ahora bien, en el
ámbito de la psicología no funciona de igual modo.
Cuando algo “nos deforma” nunca recobraremos nuestra forma
original. No volveremos a
ser los mismos. No obstante, ser alguien diferente no implica ser una persona
más frágil, más oscura y herida. Es aquí donde debemos aplicar la estrategia del
dominio.
Porque la resiliencia no es la capacidad de salir
ileso, es el arte de dominar nuestros enfoques de pensamiento para crear nuevas
emociones. Es el desafío de mantener la autoestima, la
independencia y el valor de elegir con qué colores deseamos pintar el futuro.
Tres verbalizaciones para el día a día
La doctora Edith Grotberg, conocida por crear la prueba de
factores de resiliencia, enfoca la capacidad de auto recuperación basándose en
tres verbalizaciones que podemos hacer en el día a día. Serían las
siguientes:
·
Yo
tengo la capacidad
para hacer frente a las dificultades. Dispongo de unos valores, de unas normas
de conducta, de autoestima y personas que me quieren.
·
Yo
puedo resolver
problemas, comunicar, defenderme, tener buenas relaciones y luchar por mi
felicidad.
Vale la pena poner en práctica estas sencillas estrategias
de pensamiento. No cuesta nada y podemos conseguir mucho.
Valeria Sabater
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