RENUNCIAR
A TI
He
oído mil veces eso de que si quieres puedes. Que cuando te propones
llegar y te comprometes contigo mismo, lo consigues. La verdad es que
nos hace falta confianza, creer en nuestra capacidad para poder
alcanzar nuestras metas. Sabemos que cuando creemos, creamos, pero
abandonamos el barco a la primera… O nos lamentamos porque no nos
lleva a dónde queremos cuando no sabemos en qué dirección
navegamos o estamos tomando el timón con las manos flojas…
Nos
han dicho que todo aquello que se materializa, antes estuvo en la
mente de alguien. Porque cuando imaginas que algo es posible, ya
haces que exista. Sin embargo, nos llenamos la cabeza de todo lo que
no queremos y nos inventamos todas las tragedias posibles en lugar de
pasarnos la mitad del día en ese otro mundo que estamos creando en
el que ya tocamos lo que deseamos… Queremos ser otras personas pero
nos llenamos la agenda de actividades que ya no nos sirven y la vida
de quejas que nos arrastran al pasado…
Muchas
personas lo consiguen. Y cuándo te preguntas por qué, te das cuenta
de que es porque esas personas han hecho un trabajo muy intenso con
ellas mismas. Porque se han sumergido en su nueva realidad sin perder
el suelo que pisan como referente, pero sin olvidar a dónde van y
qué equipaje les sirve para llegar allí… Y lo que no les sirve,
lo sueltan, se lo arrancan, lo dejan a un lado y siguen caminando…
Lo hacen posible …
No sólo porque cada día al levantarse han puesto en marcha mil acciones encaminadas a sus sueños y objetivos, sino porque han cambiado primero su mundo interior. Actuar es indispensable, pero para que sea útil esa acción, es necesario hacerla desde la actitud que te lleva a ser tú mismo. Si la actitud es adecuada, en el fondo, da igual qué hagas, porque tendrás tu recompensa e incluso los errores serán aciertos y te permitirán aprender para rectificar…
No sólo porque cada día al levantarse han puesto en marcha mil acciones encaminadas a sus sueños y objetivos, sino porque han cambiado primero su mundo interior. Actuar es indispensable, pero para que sea útil esa acción, es necesario hacerla desde la actitud que te lleva a ser tú mismo. Si la actitud es adecuada, en el fondo, da igual qué hagas, porque tendrás tu recompensa e incluso los errores serán aciertos y te permitirán aprender para rectificar…
Cuánto
más vueltas le doy, más lo veo, el secreto está en sentir lo que
haces y vibrar con ello. Convertirte en uno con tu sueño y llevarlo
contigo. Si
primero no te conviertes en la persona que realmente eres, sería
como llegar disfrazado a la meta. Y para hacerlo, ahí llega la
complicación de verdad, a veces es necesario renegar un poco de tu
mundo y de lo que has sido tú hasta entonces. Desertar del mapa de
tu vida que has conocido hasta el momento presente… Cuestionarlo
todo, por si algo sobre lo que basas tus pasos, resulta que ya no te
sirve.
Y
ese “renegar” no es con dolor sino con cariño, sabiendo tomar lo
hermoso y lo bueno pero cuestionando cada paso y cada creencia. Sin
miedo o sin dejar que el miedo se te trague las alas o ponga freno a
tus acciones. Cuestionarlo todo no es perderlo todo, es descubrir que
no todo lo que creías que era sagrado es real para ti, que no todo
lo que pensabas era cierto era incuestionable… Porque lo que
realmente forma parte de lo que somos, seguro que permanece después
de este zarandeo…
Cuando
somos niños nuestro mapa es inmenso, ilimitado, un lienzo desnudo
que no se acaba nunca y que no se recorta por nada. Sin embargo, cada
vez que escribimos sobre él ideas prestadas o ideas propias basadas
en los prejuicios de alguien se va haciendo pequeño. Cada vez que
nos dicen que algo no es posible y nos lo creemos, hay un camino que
se borra en nuestro mapa. Cada vez que pensamos que no podemos,
seguramente influidos por esta presión social que nos lleva a
ponernos etiquetas y catalogarnos, nuestro mapa se transforma. Cada
vez que nos conformamos con un atajo, el camino principal se corta…
Cuando
dejamos de imaginar, cuando dejamos de creer que podemos llegar a ser
nuestra mejor versión, el héroe que llevamos dentro, se vuelve un
poco mediocre y pierde poder.
Y
pasados los años, seguimos sujetos a ese mapa recortado. No lo
vemos, no vemos sus dimensiones porque nos hemos acostumbrado a vivir
en él, como el que se acostumbra a vivir en la penumbra y cree que
el sol es un resquicio de luz que se cuela bajo la puerta… Vivimos
en una caja e interpretamos la realidad que creemos conocer a partir
de lo que pensamos que sabemos. De lo que nos han dicho, de lo que a
muchos les interesa que creamos para que no digamos nada o no
estorbemos… Es casi como si creyéramos que el mundo se acaba
detrás de las montañas que nos rodean porque nunca hemos puesto un
pie más allá… Hace mil años, la visión que había del mundo era
más remota, más pequeña… Más allá de los mares, la gente
imaginaba monstruos terribles y temía ir a explorar… El miedo nos
achica el mapa y nos achica la vida.
Nuestro
mapa de la vida afecta a todo. A
veces, nos creemos que sólo nos podemos permitir viajar hasta la
esquina. Nos creemos que el amor es una relación tóxica en la que
otra persona nos dice qué vestir y qué sentir y nos castiga si no
lo hacemos. Nos pensamos que es mejor un trabajo seguro (de eso no
queda ya) aguantando vejaciones que la incertidumbre de luchar por
convertirnos en lo que realmente somos…
Tu
mapa delimita tu vida. Tus sentidos delimitan tu mapa… No crees si
no ves, si no tocas, si no hueles… Aunque tus sentidos te
engañan a veces. Hay tantas cosas maravillosas que no se pueden
acariciar, pero están ahí, esperando a ser descubiertas… Como
las costas de un país hermoso donde se supone que viven esos
monstruos terribles que según nuestros ancestros colmaban los mares…
¿Te conformas con esta versión de la vida?
Nuestros
sentidos mienten. Nuestras palabras se quedan cortas… Nos quedamos
en la superficie… Hemos
recibido un regalo maravilloso y sólo vemos el papel que lo
envuelve… Nos
creemos limitados porque nos lo han dicho, cuando en realidad podemos
ser tan grandes como alcancen nuestros pensamientos.
Y
sólo aquellas personas que son capaces de borrar su mapa y empezarlo
de nuevo consiguen llegar a tocar sus sueños. Los que son capaces de
romper con todo lo que no les deja ser ellos mismos, aunque duela.
Los que se miran y ya ven a esa persona que llevan dentro, como los
niños que se ponen un disfraz y durante un rato cambian su mundo y
viven dentro del personaje, sin que nada les perturbe, sin derrotas
ni fisuras…
El
camino no es fácil. Requiere un trabajo interior duro y
maravilloso. Consiste en creer y confiar, en quererse tanto que ello
implique no desfallecer hasta encontrar las respuestas… Es
un trabajo de compromiso y tenacidad que te lleva a lugares
imprevistos…
Para
rehacer el mapa hay que cuestionárselo todo. No basta con pequeños
retoques estéticos que nos hagan sentir casi bien y nos hagan creer
que hemos cambiado. Hablo de dejar la compañía si esa compañía te
hace sentir triste. Hablo de cambiar de casa si en esa casa te
empequeñeces al entrar. Hablo de plantarse y dejar la rutina que se
te come la conciencia. Y todo eso, sin dejar de hurgar en ti para
que, además de dejarlo externamente, seamos capaces de madurarlo por
dentro y conseguir que no nos afecte.
Hablo
de voluntad para ser tú mismo en un mundo que te pide que seas como
todos los demás. Porque los que consiguen ser ellos mismos, siempre
hay un día en el que primero renuncian a encajar, a meterse en un
molde y dejarse llevar.
Si
quieres ser tú mismo, no sólo debes estar dispuesto a renunciar a
la comodidad de vivir con el piloto automático, sino a arrancar
todas las barandillas en las que te sujetabas hasta ahora para tener
una falsa sensación de seguridad. Si quieres ser tú, tienes
que aceptar que sólo vas a poder agarrarte a ti mismo y darte cuenta
de que esa siempre es la mejor opción… De reaprenderlo todo y
darte cuenta que tal vez lo que crees hasta ahora que es tu realidad
es sólo un placebo para seguir y no arriesgar.
Requiere
dejar la fuerza, esa fuerza física que levanta pesas (que no está
mal) por conseguir el poder,
no ese que te lleva a dominar el mundo sino el que mueve montañas.
Porque si empiezas este camino vas a tener que decir que no a muchas
cosas a las que te han acostumbrado a decir que sí. Y cuando lo
hagas, una parte de ti, educada para resignarse, se rebelará y te
hará sentir culpable…
Aunque
la culpa es algo estéril que no crea nada, tan sólo nos daña y nos
hace retroceder. Por tanto, cuando no te sientas culpable de llevarle
la contraria al mundo, piensa que en realidad eres responsable de
darte una oportunidad a ti.
Y
cuando todo el mundo opine distinto a ti y la vocecita que te
inculcaron de niño para protegerte te diga “estás loco, vas a
hacer el ridículo, te señalarán con el dedo” debes preguntarte
si deseas pasar la vida obedeciendo a los que te piden que tengas
miedo de todo… O si deseas vivir amando lo que haces y lo que eres.
Y
al final, llega una gran prueba. Es dura, la verdad, pero el
resultado de superarla tiene el gran premio, el regalo más
grande jamás soñado.
Vas
a tener que renunciar a ti para llegar a ser tú.
Suena
raro, lo sé, pero no creo que haya muchas más cosas con más
sentido.
Para
que tu mapa esté limpio de nuevo, sin recortes, sin prejuicios ni
límites, vas a tener que vaciarte de ti primero. Vas a tener que
arrancar de ti aquello que te limita. Darte cuenta que tal vez no
conoces quién eres porque tampoco te has visto aún con todo tu
potencial… Mirarte sin acogerte a esa idea que tienes ya
establecida de ti mismo y dejarte sorprender por ese ser enorme que
tienes dentro aguardando salir…
Vas
a tener que mirarte sin juzgarte. Con los ojos del amor y no del
miedo.
Sólo
de esa forma podrás saber que eres realmente tú.
Porque
has dejado atrás esa versión tuya recortada y mutilada.
Porque
notas que mereces lo mejor y estás dispuesto a aceptarlo y
recibirlo.
Y
ahora, tal vez, te sea difícil definirte porque, las palabras con la
que lo hacías se quedan cortas y escasas… Ni tú imaginas hasta
dónde puedes llegar porque no hay nada que te frene, ni siquiera tú
mismo. Vuelves a empezar, esta vez, sin limitarte…
Y
además, no sólo te verás de ese modo a ti, sino al mundo y a las
personas que se acerquen a ti. Cuando
consigues renunciar a la máscara que llevas puesta y muestras tu
verdadero rostro, el mundo cambia…
No
eres un héroe por lo que consigues, eres un héroe por lo que
sientes, por lo que haces, por lo que eres capaz de dejar atrás…
Ese
es el gran regalo. Tú. El de verdad…
Mercé
Roura
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