Todos queremos sentirnos bien con nosotros mismos y vivir en paz. Lo que pasa es que no todos estamos dispuestos a hacer que eso sea posible. Vivir la vida que sueñas o una versión que se asemeje, exige tomar decisiones y algunas de ellas son complicadas. No porque tengamos que llevar a cabo mil acciones, sino porque requiere un cambio de mentalidad, un cambio de percepción sobre la vida general que se basa en renunciar a muchas de las creencias y hábitos que han sido pilares en nuestra vida y, por supuesto, actuar…
Es
cierto, a veces con decir un no basta, pero nos sentimos
incapaces de ello porque eso nos supone negar todo lo vivido hasta
ahora y ver que hemos puesto los cimientos de nuestra vida en algo
que no era real, que nos perjudicaba o nos cerraba puertas. Que nos
hemos aferrado a una versión de lo que es la vida que nos hace
sufrir y no nos abrimos a aceptar otras posibilidades…
Otras veces,
ya hace tiempo que nos hemos dado cuenta que ese manual de normas que
hemos seguido hasta ahora no nos sirve, pero pensamos que renunciar a
él es rendirse, perder, asumir que no tenemos la razón o negar a
las personas que nos lo inculcaron con toda su buena intención y que
se verán decepcionadas por ello.
A
veces no vivimos la vida que soñamos porque sabemos que no es la
vida que otros han soñado para nosotros y no queremos
decepcionarles. Preferimos traicionarnos a nosotros mismos y seguir
tragando vida a medias o vivir una vida plena y arriesgarnos a perder
a personas que amamos o quedar mal ante un mundo que parece que nos
mira de reojo esperando que fallemos o caigamos en una contradicción.
Somos incoherentes con nuestras necesidades y deseos para no salir de
la norma o hacer el ridículo o ser objeto de crítica… Nos
montamos un juicio en nuestra cabeza cada día y decidimos
condenarnos y culparnos hasta el infinito. La culpa nos invita a
castigarnos continuamente y a privarnos de lo que deseamos.
Te
sientes mal porque no haces lo que sueñas. Te sientes mal porque sí
lo haces y con ello decepcionas las expectativas de algunas personas
que te dijeron cómo debías ser para caminar por la vida según sus
miedos y limitaciones, que ahora ya son tus miedos y tus
limitaciones… Te sientes culpable por no hacer nunca suficiente,
por no hacer perfecto, por descansar, por fallar, por no estar
atento, por no demostrar, por dar y no recibir, por pedir ayuda y por
no pedirla, por insistir y por no insistir… Siempre culpable hagas
lo que hagas, entre la espada y la pared, como si huyeras del castigo
castigándote tú.
La
vida te confronta constantemente con lo que te asusta para que lo
abraces y te des cuenta que no hay para tanto y que puedes pedir
ayuda y no pasa nada… Que muchas de las calamidades inevitables son
fruto de tu mente y que hay muchas posibilidades que nunca exploras
porque estás obsesionado mirando siempre al mismo lugar.
Queremos
cambiar sin movernos o moviéndonos constantemente pero sin saber a
dónde ir, sin enfocar hacia dónde… Nos hacemos trampa y hacemos
locuras para demostrar que somos osados, pero nos reservamos no
actuar ante aquello que realmente nos da miedo. El verdadero cambio
siempre está en la percepción de lo que es tu vida… Si hoy te
encuentras ante una encrucijada y te das cuenta que hace dos años te
hubieras desesperado y ahora sin embargo, tienes miedo, pero no te
dejas llevar por el desamparo, es que has evolucionado, que te has
quitado capas y dejas que ese ser que está en ti oculto tras la
máscara salga a pasear cada vez más.
Queremos
cambiar usando los mismos pensamientos terribles de siempre, sin
cuestionarnos si nos limitan, sin cuestionarnos si nos hacen daño y
nos muestran una versión de nosotros mismos reducida y hambrienta.
Queremos cambiar sin salir de ese secuestro mental al que nos someten
nuestras creencias y nuestros hábitos, sin mirar bajo la cama para
descubrir que no hay monstruos ni acercarnos a aquello de lo que
llevamos toda la vida huyendo.
Nos
asusta notar ese vacío que tenemos dentro y que intentamos llenar
con todo tipo de sensaciones y tapar con parches. Compramos algo caro
o algo tan barato que parece que hayamos burlado la economía de
mercado… Cenamos algo delicioso, nos apuntamos a un curso muy zen
para encontrarnos a nosotros mismos… Salimos a bailar, vamos de
cama en cama, hacemos todo tipo de terapias que nos ayudan pero no
nos sacian, seguimos un plan de objetivos a rajatabla, nos esforzamos
mucho para tener éxito…
Hay una larga lista de cosas que hacemos y
que son maravillosas (algunas muy recomendables) pero que nunca
taparan el boquete interior por el que se desangra nuestra autoestima
si no somos conscientes de que la vida nos pide parar y notar esa
soledad, ese vacío, eses dolor, ese miedo…Si
no nos sentamos a escucharlo y ver de dónde viene y a dónde nos
pide que vayamos…
Y
cuando lo haces, llega la sorpresa, el curso zen tiene sentido, la
cena deliciosa es un hábito, la lista de objetivos se redefine y
flexibiliza y el traje caro o barato que queremos comprar se
convierte en una elección, no en una compra compulsiva destinada a
pasar el rato teniendo la sensación de hacer algo para matar la
angustia de sentirse insuficiente…
Queremos
cambiar de árbol, pero nos negamos a soltar la rama en la que nos
sujetamos desde siempre. Y no hablo de saltar al vacío, hablo de
abrir esa posibilidad en tu mente y bailar un rato con ella, de
abrirte a la incertidumbre y recalcular tu ruta, cuestionarte todo lo
que crees que sabes y tienes claro y vivir cinco minutos en la duda.
El gran riesgo no es dar el salto al vacío, es atreverse a pensar de
un modo distinto. Cambiar tu percepción de lo que es la vida, de lo
que es tu vida…
Todos
queremos vivir en paz con nosotros mismos pero a menudo no estamos
dispuestos a pagar el precio que supone esa paz. No estamos
dispuestos a tomar las decisiones que nos llevan a ella y renunciar a
la comodidad de vivir en un conflicto interior constante que nos hace
sufrir, pero que nos permite satisfacer al mundo con una versión
más conveniente de nosotros mismos basada en un personaje que no
molesta ni suscita críticas.
Cambiar
no significa repudiar lo que eres, al contrario. Se hace necesario
abrazar lo que temes, lo que sientes, lo que has vivido y amar a ese
personaje que has construido para poder soportar el dolor de sentirte
vulnerable e indefenso, para que nadie sepa lo mucho que te asusta
ser tú. Ese personaje es la piel que usas para sobrevivir mientras
no te permites vivir de verdad. Es la máscara que llevas mientras no
te decides a aceptar lo que realmente eres, lo que realmente sueñas,
y te atreves a mirar la vida de otro modo. Sin culpa, sin machacarte
con esos pensamientos de ataque que no se irán enseguida pero que
puedes aprender a cuestionar y aceptar…
El
gran cambio que esperas en tu vida consiste en quedarte contigo y
verte de otro modo. Valorarte y amar lo que eres… No va de dejar de
tener miedo, es bailar con él, atravesarlo y usarlo para llegar al
otro lado de ti. Al otro lado de tu vida donde hay posibilidades y
oportunidades… Donde pasa lo mismo pero tú eres capaz de mirarlo y
valorarlo de otro modo porque confías en ti. Donde puedes sentir que
mereces lo mejor y permitirte soñarlo.
Mercè
Roura
No hay comentarios:
Publicar un comentario