SABER
LA VERDAD SIRVE PARA ALGO
Saber la verdad de lo que sucede
realmente en todos los ámbitos donde se mueve el ser humano ¿sirve para algo?
Todos los comienzos de año son buenos
para prometernos hacer cosas que mejoren nuestra calidad de vida. A ver si es
verdad que tomamos conciencia de la situación real.
El ser humano es increíble con la que
está cayendo en el momento actual, no reacciona, esta como hipnotizado, no es
capaz de ver la que se le viene encima.
¿De qué nos sirve saber que los bancos
son entidades dedicadas a quedarse nuestro dinero si seguimos utilizándolos?
¿De qué nos sirve saber que la comida
está adulterada y contaminada por todo tipo de productos tóxicos, cancerígenos
o transgénicos si seguimos comiéndola?
¿De qué nos sirve saber la verdad sobre
cualquier asunto relevante si no reaccionamos, por más graves que sean sus
implicaciones?
No nos engañemos más, por duro que sea
aceptarlo. Afrontemos la realidad tal y como es. En la sociedad actual,
saber la verdad ya no significa nada, informar de los hechos que verdaderamente
acontecen, no tiene ninguna utilidad real.
Es más, la mayoría de los seres humanos
han llegado a tal nivel de degradación psicológica que, la propia revelación de
la verdad y el propio acceso a la información refuerzan aún más su incapacidad
de respuesta y su atonía mental.
La gran pregunta es: ¿Por qué?
¿Qué nos ha conducido a todos nosotros,
como individuos, a este estado de apatía generalizado? Y la respuesta, como
siempre sucede cuando nos hacemos preguntas de este calado, resulta de lo más
inquietante.
Y está relacionada, directamente, con
el condicionamiento psicológico al que está sometido el ser humano en la
sociedad actual. Pues los mecanismos que desactivan nuestra respuesta al
acceder a la verdad, por más escandalosa que ésta resulte, son tan sencillos
como efectivos. Y resultan de lo más cotidiano.
Simplemente todo se basa en un exceso de información
En un bombardeo de estímulos tan
exagerado que provoca una cadena de acontecimientos lógicos que acaban
desembocando en una flagrante falta de respuesta. En pura apatía.
Y para luchar contra este fenómeno,
resulta clave saber cómo se desarrolla el proceso…
¿Cómo se desarrolla el proceso?
Para empezar, debemos entender que todo
estímulo sensorial que recibimos está cargado de información. Nuestro cuerpo
está diseñado para percibir y procesar todo tipo de estímulos sensoriales, pero
la clave del asunto radica en la percepción de información de carácter
lingüístico, entendiendo por “lingüístico”: todo sistema organizado con el fin
de codificar y transmitir información de cualquier clase.
Por ejemplo, escuchar una frase o
leerla implica una entrada de información en nuestro cerebro, de carácter
lingüístico. Pero también lo implica ver el logo de una empresa, escuchar las
notas musicales de una canción, ver una señal de tráfico u oír la sirena de una
ambulancia, por poner algunos ejemplos…
Una persona en el mundo actual, está
sometida a miles y miles de estímulos lingüísticos de este tipo a lo largo de
un día normal, muchos de ellos percibidos de forma consciente, pero la
inmensa mayoría percibidos de forma inconsciente, que deben ser procesados por
nuestro cerebro.
El proceso de captación y procesamiento
de esta información lo podríamos dividir básicamente en 3 fases:
PERCEPCIÓN, VALORACIÓN Y RESPUESTA
PERCEPCIÓN
Sin lugar a dudas, formamos parte de la
generación con mayor capacidad de procesamiento de información a nivel cerebral
de la toda historia de la humanidad, con muchísima diferencia, sobre todo a
nivel visual y auditivo. Es más, a medida que nacen y crecen nuevas
generaciones, éstas adquieren una mayor velocidad de percepción de información.
Un claro ejemplo es el constante
bombardeo de información al que está sometido el cerebro de alguien en la
actualidad, en comparación con el de una persona de hace tan solo 50 años.
Añádele a esto todas las fuentes de
información que te rodean, como la televisión, la radio, la música, la
omnipresente publicidad de todo tipo, las señales de tráfico, los diferentes y
variados ropajes que viste cada una de las personas con las que te cruzas por
la calle y que representan, cada uno de ellos una serie de códigos lingüísticos
para tu cerebro, la información que ves en tu móvil, en la Tablet, en internet
y añádele, además, tus compromisos sociales, tus facturas, tus preocupaciones y
los deseos que te han programado tener, etc…
Se trata de una auténtica inundación de
información que debe procesar tu cerebro continuadamente.
Por lo visto, parece que nuestro
cerebro tiene capacidad suficiente para percibir tales volúmenes de información
y comprender los mensajes asociados a esos estímulos. Ahí no radica el
problema. De hecho parece que nuestro cerebro disfruta con ello, pues nos hemos
convertido en adictos al bombardeo de estímulos.
El problema aparece en la siguiente
fase.
VALORACIÓN
Es cuando debemos valorar la
información recibida, es decir, cuando llega la hora de juzgar y analizar sus
implicaciones, que nos topamos con nuestras limitaciones. Porque, literalmente,
no disponemos de tiempo material para hacer una valoración en profundidad de
esa información. Antes de que nuestra mente, por sí misma y con criterios
propios, pueda juzgar de forma más o menos profunda la información que
recibimos, somos bombardeados por una nueva oleada de estímulos que nos
distraen e inundan nuestra mente.
Es por esta razón que nunca llegamos a
valorar en su justa medida, la información que recibimos, por importantes que
sean sus posibles implicaciones.
Esta es la clave, nuestra impotencia a
la hora de valorar y juzgar por nosotros mismos el volumen de información al
que estamos sometidos, que la propia información que nos es transmitida lleva
incorporada la opinión que debemos tener sobre ella, es decir, aquello que
deberíamos pensar tras realizar una valoración profunda de los hechos.
Es decir, el emisor de la información
le ahorra amablemente al receptor el esfuerzo de tener que pensar.
Ese es el procedimiento que utilizan
los grandes medios de comunicación y en un mundo de seres humanos auténticamente
responsables sería calificado de manipulación y lavado de cerebro así pues, el
bombardeo continuo e incesante de información en nuestro cerebro nos impide
juzgar adecuadamente el valor de los hechos, con criterio propio y según
nuestros códigos internos.
RESPUESTA
Una vez reducido a la mínima expresión
nuestro tiempo de valoración personal de los hechos, entramos en la fase
decisiva del proceso, aquella en que nuestra posible respuesta queda anulada.
Aquí entran en juego las emociones y
los sentimientos, el motor de toda respuesta y acción.
Y es que al fragmentar y reducir
nuestro tiempo dedicado a juzgar una información cualquiera, también reducimos
la carga emocional que asociamos a esa información.
Y aquí es donde reside la clave del
asunto. Es en este punto donde queda desactivada nuestra posible respuesta.
Siendo evidente que el bombardeo
incesante de información al que estamos sometidos acaba desembocando en una
fragmentación de nuestra energía emocional y por ello acabamos ofreciendo una
respuesta superficial o nula.
Una respuesta que en momentos como el
que vivimos, intuimos debería ser mucho más contundente y que sin embargo, no
llegamos a generar porque carecemos de energía suficiente para hacerlo.
Y todos observamos desesperados a los
demás y nos preguntamos “¿por qué no reaccionan? ¿por qué no reacciono yo?”
Y esa impotencia desemboca, al final,
en una sensación de frustración y apatía generalizadas. Ésta parece ser la
razón básica por la que no se produce una Revolución cuando, por la lógica
propia de los acontecimientos, debería producirse.
Se trata pues, de un fenómeno meramente psicológico
Éste es el mecanismo básico que aborta
toda respuesta de la población ante los continuos abusos recibidos. La base
sobre la que se sustentan todas las manipulaciones mentales a las que estamos
sometidos actualmente. El mecanismo psicológico que mantiene a la población
idiotizada, dócil y sumisa
Lo podríamos resumir así:
El excesivo bombardeo de información
nos impide tomarnos el tiempo necesario para otorgar el valor adecuado a cada
información recibida y con ello, nos impide asociarle la suficiente carga
emocional como para generar una reacción efectiva y real
¿CONSPIRACIÓN O FENÓMENO SOCIAL?
Poco importa si todo esto forma parte
de una gran conspiración para controlarnos o si hemos llegado a este punto por
la propia evolución de la sociedad, porque las consecuencias son exactamente
las mismas.
Los más poderosos harán lo posible por
mantener estos mecanismos en funcionamiento; incluso fomentarán tanto como
puedan su desarrollo, simplemente para seguir beneficiándose.
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