VIVIR CON TODAS LA CONSECUENCIAS
No es fácil seguir caminando mientras el pecho te quema y
mires a dónde mires ves miedo, porque lo llevas dentro, porque parece que se
haya impregnado en tus paredes mentales y forme parte de ti. No es fácil
respirar sin pensar en los que ya no respiran, en qué aire podrás respirar
mañana y en qué camino pondrás los pies.
No es fácil estar ahora en ti cuando no te encuentras, no te sientes, no sabes qué te espera. Cuando crees que lo único que tienes seguro en tu vida es más angustia, más miedo, más incertidumbre, más lágrimas contenidas esperando ser vaciadas de una vez. La vida no es colocar una bandera en una cima y sentarse a mirar el paisaje, es seguir caminando con o sin banderas, con o sin cimas, con o sin paisaje. Es contemplar lo que te rodea y encontrar la belleza, respirar hondo y sentir. Aunque se mueva el decorado y empiece a verse en cartón piedra de las ilusiones perdidas y descubras que algunas noches la luna está sujeta con alfileres al mural de tu vida porque no daba para más el presupuesto de este mundo vacío que se llena de estupideces y obvia lo hermoso, lo intenso, lo real.
Vivir es seguir andando y saber parar para cambiar de camino
o de ánimo. Mirar dentro y detectar tus vacíos, tus temores más escondidos, tus
credos más tajantes. Abrirse en canal para que entre sol y borre el dolor, para
que por cada una de tus cicatrices entre la luz y salgan las penas, las
memorias tristes, las historias de injusticia e impotencia que cargas, la
angustia a la que solo sobrevives. Para que por esas mismas grietas salga todo
tu brillo y esplendor, toda la belleza que acumulas y que espera ser
rescatada. Para que abras el frasco que te contiene y descubras que no
tienes límites y te expandas…
Vivir es también acompañarse a uno mismo en la soledad y
sentirse firme a pesar de que el suelo se tambalee y la tormenta arrecie tanto
que respirar sea un acto de reafirmación y casi rebeldía. Vivir es este océano
de dudas en las que lo único que siempre permanece eres tú mientras que todo lo
demás da vueltas y más vueltas para que no te acostumbres a nada y tengas claro
que la única barandilla a la que puedes aferrarte para no caer al abismo eres
tú mismo.
Vivir es el zarandeo, el balanceo insoportable de una tarde
de dudas y el sopor de un domingo tan plácido que imaginar que se acabe resulta
casi inaceptable. Es esa calma que encuentras cuando te haces amigo de lo
inevitable y tomas impulso para ser más tú que nunca. Aunque suene mal lo que
dices y no guste nada lo que haces y menos lo que piensas, pero eso sea tu
pensar, tu decir y tu hacer.
Porque vivir también es abrir el frasco y soltarse, dejarse
ir a ver qué pasa, dejar que suceda, que salga todo, lo oscuro y lo luminoso,
lo que nos atrapa y lo que nos libera, lo que nos asusta y lo que nos hace
sentir auténticos. Vivir y aceptar todas las consecuencias de sentir, de ser,
de encontrar tu coherencia y respetarla. Elegirte a ti mismo entre la barbarie
de propuestas que te instan a fingir, a parecer, a disimular, a vivir otras vidas
que no son la tuya ni te llenan.
La vida premia la coherencia, el dejar de tragar porque
toca, porque si no quedas mal y te apuntan con el dedo. Premia el parar para
repostar y cambiar de camino porque el que llevas está agotado como tú. Premia
el valor de vivir sin manual y aceptar las consecuencias de salirse de la horma
y pensar más allá del redil y del cuadrado que nos han fijado para no romper
esquemas. Premia el sentir y el arriesgarse a notar el miedo del que huimos sin
querer conocer, cuando está claro que siempre nos dará caza. Premia el quedarse
detenido en este ahora y notar el viento, el renunciar a lo que nos amarga y
hace daño aunque eso implique la soledad absoluta, el mirar dentro y
reconocerse… La vida premia el amor a uno mismo, el respeto por la vida misma y
los que habitan en tu mundo. El compartir y compartirse a otros en todos los
aspectos. El sentirse absolutamente digno y merecedor de lo mejor aunque todo
lo que nos rodea parezca afirmar lo contrario.
No es fácil dar un golpe en la mesa y decir basta. Plantarse
una mañana ante tu vida y hacer limpieza de cajones y soltar la basura que
acumulas y que te retiene en ese lado de la vida donde nunca pasa nada y cuando
pasa es un golpe seco que te deja destrozado. Dejar de necesitar que te rompan
para descubrir que no te merecen, dejar de necesitar que te humillen para
forzarte a reconocer tu propia dignidad, dejar de necesitar que te ignoren para
acabar haciéndote caso y escuchándote. Dejar de necesitar que todo salga al
revés para darnos cuenta de que los que estábamos del revés éramos nosotros y
no nos dábamos cuenta del gran valor que tenemos.
Dejar de necesitar caer y llegar a ese momento en el que
parece que no tienes nada a lo que agarrarte y te encuentras a ti mismo. Tú
eres el amarre que necesitas, eres tu impulso. Lo llevas dentro y la vida tenía
que dejarte sin camino para que descubrieras que tú eres el camino y que el
plan no era encontrar nada ahí afuera sino dentro… El plan eres tú y siempre lo
has sido. Y la meta era encontrarte contigo y estar de tu parte. Porque solo
vamos a encontrar consuelo en nosotros mismos.
A veces, necesitamos pasar frío para descubrir que somos
nuestro abrigo.
Necesitamos llevar una carga muy pesada para que no tengamos
más remedio que soltarla.
Necesitamos quedarnos solos para aprender a hacernos
compañía.
A veces, necesitamos que no sea fácil para darnos cuenta de
que somos nosotros quiénes nos complicamos la vida.
Mercè Roura
https://mercerou.wordpress.com/2020/11/03/vivir-con-todas-la-consecuencias/
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