TODOS TENEMOS DOS CUMPLEAÑOS
Todos los seres humanos sorprendentemente tenemos
dos cumpleaños:
1.- El primero de ellos cuando nacemos.
2.- El segundo y quizá el más importante, es el día
en el que despierta nuestra conciencia.
Cuando nació nuestro cuerpo físico en la forma de
bebé, no éramos conscientes de que comenzaba la vida. Sin embargo, existe otro
nacimiento posterior en el que nos damos cuenta de algo extraordinario que abre
todo un mundo de conocimiento y evolución.
Se trata de una experiencia en la que, de pronto, sentimos que somos algo más que una mente pensante. ¿Les ha sucedido a ustedes ya? Y si ha sido así, ¿en qué momento sucedió eso que abrió nuestro ser a una identidad más amplia?
En realidad, no sólo nacemos físicamente, sino que
también nacemos espiritualmente. En este segundo nacimiento, es cuando tomamos
consciencia de que “SOMOS ESENCIA”. Una experiencia energética a través de la
cual comenzamos a desear realizarnos y tomamos consciencia de
la estupenda posibilidad de actualizar nuestras potencialidades y recrearnos en
la plenitud perfecta de lo que somos y nos rodea. En ese día donde no hay
vuelta atrás, realmente, volvemos a nacer con mayor intensidad.
El nacimiento físico conlleva el acceso progresivo a
nuestra persona física, emocional y mental. Sin embargo, el llamado nacimiento
espiritual anuncia la entrada en un CAMINO SIN RETORNO por
el que paso a paso, vivencia a vivencia, expandimos nuestro nivel de
consciencia.
Hacer consciente nuestra verdadera identidad es
un camino que también empieza con un primer “darse cuenta”. La diferencia entre
el antes y el después es algo parecido a vivir dormidos o despiertos a
dimensiones internas insospechadas. Lo espiritual está más allá de los credos e
ideologías de cualquier índole. Lo espiritual es una experiencia íntima
y que va mucho más allá de lo puramente racional por la que
nuestra personalidad Profunda aflora.
Se trata de un nacimiento que, cuando nos sucede, ya
no tiene vuelta a nuestro estado anterior. Uno ya sabe que podrá cambiar sus ideas,
pero no podrá renunciar a esa consciencia del sí mismo que ya le ha sido
revelada. Un nivel que no se basa en la cantidad de información, sino en la
capacidad de darse cuenta. Hay seres humanos que ya han nacido a
esa experiencia y otros que aún no les ha llegado. No es una cuestión de edad,
inteligencia o tesón, sino de esa misteriosa fuerza que abre a unos corazones
antes que a otros.
Lo que sí es cierto es que dicho nacimiento es un
algo por lo que dar las gracias. Si sentimos que aún no ha llegado, es el
momento de aprovechar una buena circunstancia emocional para abrirnos al
Universo y abrirnos a una confiada espera. Todo llega en su momento.
Se dice que cuando el discípulo está
preparado, aparece el maestro. A veces, éste adopta la forma de un libro,
otras, de un cálido atardecer, otras se esconden en el tacón de una bailarina o
en la pupila de un ser especial. En ocasiones, llega acompañado de amor
irresistible y de acontecimientos de dolor, cambio e inesperadas sorpresas.
Cuando el ser humano despierta y accede a esa
vivencia interna, sabe que ha vuelto a nacer porque ya no vivirá más de lo
mismo, tal vez porque siente que antes deambulaba a ciegas. En realidad, darse
cuenta de que uno vive en el sueño de la mente es una forma de
despertar.
Cuanto más elevado es el rango de apertura y
profundidad de un ser humano, más sencillez y concreción hay en sus preguntas.
Cuanto más amor fluye por entre las grietas de su alma, más escucha sin
corregir, sin opinar y sin evaluar las respuestas. Cuando hemos superado el
miedo a expresarnos plenamente, el hecho de escuchar comienza a ser un arte que
conlleva grandes dosis de respeto y ecuanimidad.
“La vida es sueño”, decía Calderón.
“vivimos en una caverna y nos relacionamos con el mundo de las sombras”, decía Platón.
Salir de la “caverna” significa el inicio de ser consciente.
¿Consciente de qué?
De que, en esencia, uno es observación, que no tiene
límite de tiempo con plenitud de conciencia. Un estado mental que no depende
del patrimonio acumulado ni del grado de inteligencia. Ya sabemos que el camino
del puro “tener” tiende a resultar insaciable. Para él nunca es
bastante, y una vez conseguidas las cosas deseadas, nada nos garantiza
la paz completa. El cultivo del “ser” aquieta la mente y
permite vivir el regalo del conocimiento consciente y la paz profunda del alma.
Lo importante es no dejar de preguntarse, basta con
tratar de comprender una pequeña parte del misterio cada día.
http://lacienciadelespiritu.blogspot.com/2020/11/todos-los-seres-humanos-tenemos-dos.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario