POR QUÉ NO ENCUENTRAS SOLUCIÓN A TUS PROBLEMAS: ¿TE PREGUNTAS BIEN?
Cuando analizas tus sentimientos, actitudes o pasiones y te preguntas por qué, estás cometiendo un grave error. Sí quieres respuestas, la pregunta correcta es otra
Si supieras lo trascendental de
saber cómo te preguntas tu vida, las soluciones que buscas, tus limitaciones…
Sólo haciéndolo correctamente podrás materializar las respuestas. Es muy
simple: si sigues preguntándote y preguntándote y no sabes cual es la
contestación acertada, está claro que es la pregunta la que no funciona.
La forma en que hablas hace de ti
lo que eres. Cuídala mucho, especialmente cómo te hablas a ti mismo.
Si se trata de aprender a preguntarte, comencemos con unos ejemplos de la
“crucial diferencia” que existe en cómo cuestionarte: ¿Por qué te
sientes así? ¿Para qué te sientes así? ¿Por qué te comportas de esa forma?
¿Para qué te comportas de esa forma? Qué preguntas tan diferentes
sobre las mismas cosas ¿Verdad?
Cojamos
una situación delicada y mostrémosla en video a 100 personas. Por ejemplo, les
enseñamos un vaso de agua lleno hasta la mitad. Pasan una a una y en solitario
a ver la “película”… ¿Cuál sería el resultado? Pues 100 versiones. La pregunta
ahora es: ¿Si la situación es siempre
la misma cómo es que su significado puede adoptar un centenar de puntos de
vista?¿cómo es posible? ¿Cuál es correcto? Es, por tanto, cualquier
hecho tangible un ámbito al margen de tu interpretación y la del centenar de
participantes… Tu vida y la vida no son
lo mismo y lo único certero es ella, la vida. Allí se encuentra todo lo que
buscas, sin excepción. Obtenerlo requiere un paso clave: necesitarás saltar de tu imaginaria senda y pisar su
suelo. Vete despidiéndote de tu ego…
Una
vez descubierto que las cosas no son lo que te parecen (es tu versión del
centenar) está más que justificado saber para qué lo vemos diferente, nunca por
qué, ya que no eres dueño de la causa
pero sí de su consecuencia para ti. Ése es el único ámbito de tu incumbencia: El resultado que obtengas de lo que haces. Si quieres saber
por qué, quieres lo que no te pertenece y, por tanto, nunca lo sabrás. Ni tu
mismo te creaste a ti mismo para reclamar nada previo. Sólo puedes saber para qué eres así. Naciste con una intención; ella es ese para qué.
En
términos de utilidad para la vida de las personas, analizar el cómo te
preguntas sobre lo que te importa o afecta será clave
para el temido proceso de “toma de decisiones”. Precisamente por
ese “temor” se suele llamar “valiente” a quien toma esas decisiones sin tener
la respuesta, pero es incorrecto que esa sea la mejor opción, pues se deberá
llamar inteligente (sin duda) a quien sí conozca la finalidad. Es más valiente saber para qué necesitas una respuesta
que hacerte el héroe que se lanza por nada. El héroe es un falso valiente.
En
la Real Academia de la Lengua Española se diferencia el por qué y el para qué
con mucha claridad. “Por indica causa y para indica finalidad”, reza el
‘sanctasanctórum’ de nuestro idioma. Aquí tenemos la clave a tus preguntas
personales. Origen y finalidad. ¿De qué te
serviría saber la causa de algo si no puedes tomar decisiones sobre su fin?
Aquí comienzan las nuevas cuestiones, mantienen
los signos de interrogación al principio y al final pero su contenido debe
ser otro.
Salimos
del pozo y nos vamos a una estación de tren. Allí vemos llegar uno cualquiera.
Imagínate a ti mismo preguntándote: “¿Por qué viene ese tren…?” ¿Qué esperas
conseguir para ti si descubrieras esa casi imposible respuesta? Nada cambiaría,
es una pregunta ridícula. Ahora bien, preguntemos así: “¿Para dónde va ese
tren?” Ahí si tenemos un “rédito” a nuestro alcance, pues en función de su
destino sería de nuestro interés o no. ¿Ves? Es
absolutamente absurdo preguntarse por qué algo en tu vida: jamás habrá
respuesta y, de haberla, no será útil.
Cambiemos
de estación. Ahora estamos en la estación de tus trenes interiores. Imagínate
que eres una persona que “se castiga” con asiduidad, quién no… El viejo modelo
nos haría preguntarnos: “¿Por qué soy una persona insatisfecha?” Error. Lo
correcto sería ¿Para qué soy una persona
insatisfecha? ¿Qué buscas con esa sensación? ¿Qué esperas obtener con ello?
¿Para qué te haces eso? Siempre que sientas
algo que no te gusta, pregúntate para qué lo haces…
Atrévete a preguntarte para qué te
pasa algo, para qué te sientes así, para qué lo que sea tantas veces como has
preguntado lo mismo pero con un “por qué” delante. Si lo reiteras con
las nuevas palabras, tomarás consciencia de qué estás haciendo contigo,
conmigo, con nosotros, con vosotros y con ellos. Todos.
Ahora
mismo puedes comenzar con “eso” que tanto te preocupa… Quizá la luz de las respuestas abra nuevas vías para
ti. El tren parte, sube.
Por qué no encuentras solución a tus problemas:
¿Te preguntas bien? es un interrogante que no hace al aire Miguel Ángel Blanco Martínez,
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