Cuando tememos algo intensamente, cuando algo no nos gusta o nos
causa dolor y sufrimiento, nuestra reacción mental más habitual es la de
resistirnos. No lo aceptamos, lo apartamos, lo evitamos, nos alejamos de ello,
lo negamos.
Cuando algo nos asusta hasta el punto de no soportar su presencia,
la mente se niega a verlo, a reconocerlo y, entonces, hace un punto
ciego. Es decir: lo reprime y lo aparta de la conciencia. Como si no
estuviera ocurriendo o nunca hubiera ocurrido. Y con esta resistencia, lo
intentamos apartar de nosotros, pues lo estamos juzgando como malo. Y con
nuestro juicio dividimos el mundo: Bueno/Malo… Amigo/Enemigo… Amor/Odio...
Pero el mundo de verdad no está dividido. La Realidad es
Una.
Como decían los antiguos filósofos chinos, la Realidad es como un
círculo, una Rueda girando sobre Sí misma, donde el Ying y el Yang representan
los dos puntos equidistantes de la circunferencia. En todo momento, el Yin se
desplaza hacia el Yang, mientras que el Yang lo hace hacia el Yin.
Al resistirnos a algo, al apartarlo de nosotros evitándolo
desesperadamente, lo que hacemos es desplazarnos hacia el otro lado, huir hacia
el polo opuesto, ofreciendo el máximo de resistencia.
Y cuanto más nos resistamos, con más atracción se irá desplazando
nuestra mente hacia el otro polo.
Lo que estamos rechazando como negativo nos va atrayendo hacia él,
como un poderoso imán. El “No” es la gran provocación. La invitación más
irresistible.
Cuando insistimos exageradamente en evitar algo, la presencia de
este “algo”, de este “evitar” se va haciendo insoportable, hasta el punto de
dominar y ocupar toda nuestra atención. Al final, tan sólo pensamos en eso, o
estamos dominados por aquello que estamos rechazando.
Esto sucede porque ponemos toda nuestra atención en el
resultado.
Es nuestro miedo a no lograr el resultado que deseamos.
Un cuento sabio Zen lo explica de la siguiente manera:
Un joven muy
impaciente e impetuoso exigió, en una ocasión, a un maestro espiritual que le
revelara inmediatamente el secreto de la Iluminación.
El maestro le
respondió que no había ningún problema, únicamente que el joven tenía que
cumplir un requisito previo, pues de lo contrario, con tan sólo oír el secreto,
podría morir. “Y te advierto que el requisito es difícil de cumplir”, le dijo
el maestro.
“¡Dime de una vez de qué se
trata!”, gritó el joven impaciente. “Para poder escuchar el secreto, has de
permanecer todo el día anterior sin pensar en monos”, le reveló el maestro.
“¿Sin pensar en monos?”
“¡Exacto! Durante
veinticuatro horas seguidas has de evitar completamente el tener pensamientos
sobre monos”, le aclaró el maestro. “¿Pero qué tontería es esa? ¡No hay nada
más fácil que lo que me pides!”, replicó el muchacho.
“¡Muy bien! Pues mañana te
espero a esta misma hora. Y si has conseguido estar las veinticuatro horas sin
pensar en monos, te revelaré el secreto de la iluminación”.
Y se despidieron
hasta el día siguiente.
Pueden imaginar lo
que le ocurrió al jovenzuelo impetuoso. Tan sólo partir, comenzó a “comerse el
coco”: “¡Qué raro! ¡Pero, bueno, no hay ningún problema! ¡Yo nunca me he
interesado por los monos…! ¡En mi vida me han importado un bledo los monos…!
¿Qué se me habrá perdido a mí con los monos…?” Y dale que te pego con los
monos…
“¿Pero que estoy haciendo?
¡Si ya estoy pensando en monos…! ¡Sin darme cuenta, no hago más que pensar en
monos…! No paro de darle vueltas y más vueltas al tema de los monos! ¡Tendré
que empezar de nuevo y contar veinticuatro horas a partir de este momento! ¡Y
esta vez tendré más cuidado!”
Pero al siguiente
instante de haberse hecho semejante propuesta, ya estaba de nuevo de vuelta con
el tema de los monos…Y de nuevo volvía a intentar dejar de pensar en ellos… y
de nuevo volvían a saltar en su cabeza… Más y más monos… Cada vez más monos… Al
día siguiente no acudió a la cita con el maestro. Ni al otro día
tampoco…
De hecho, no le quedó
más remedio que convertirse en un amaestrador de monos.
Si tratas de hacer algo sin comprender los fundamentos, el
resultado será justo lo contrario. Es una Ley fundamental de la vida. Mucha
gente se esfuerza por evitar muchas cosas, intenta evitar algo con mucho
esfuerzo y acaba cayendo en la misma trampa. No puedes evitarlo.
Chocamos precisamente contra lo que luchamos con todas nuestras
fuerzas, porque nuestra conciencia se centra solo en eso. Relájate, no te
esfuerces tanto, porque solo puedes hacerte consciente mediante la relajación,
no con el esfuerzo. Mantente tranquilo, en calma, en silencio, porque sólo
podemos lograr nuestros objetivos en la vida desde la calma, la paz interior y
la serenidad.
Cuando no hay paz interior, sino lucha, resistencia, aquello que
deseamos lograr o aquello que deseamos evitar, persiste. Esto sucede porque
ponemos nuestra atención en el resultado, tenemos miedo a no lograr el
resultado. Adopta la postura de “no lucha” contra una situación. Acepta
todo lo que viene a tu vida, sin poner resistencia, simplemente aceptando,
comprendiendo.
Si deseas algo, trabájalo con dedicación, pero desentiéndete de
los resultados. No te obsesiones con el resultado, no pongas tu atención
en el resultado sino en los pasos que realizas para lograrlo.
Realiza tu labor y olvídate del resultado. Confía en el
Universo, en que todo saldrá bien. Deja que la fuerza interior y la
confianza en ti mismo te ayuden.
No hay comentarios:
Publicar un comentario