¿QUIÉN ES EL
RESPONSABLE DE TU VIDA? EVIDENTEMENTE TÚ.
Para algunas personas es demasiado doloroso
reconocer que son ellas mismas las responsables de lo que experimentan en su
interior, así como de la forma en la que están gestionando su propia vida.
El mayor obstáculo que nos impide aprender, crecer
y, evolucionar es quedarnos anclados en el papel de víctima.
Y a pesar de ser una actitud totalmente ineficiente,
hay quien afirma incluso que el victimismo es la filosofía dominante en nuestra
sociedad.
Muchos psicólogos constatan que la mayoría de los
seres humanos viven enajenados de sí mismos, de su mundo interior. Por eso es
tan común el miedo a mirar hacia dentro, así como la búsqueda constante de
evasión, narcotización y entretenimiento con la que llenar desesperadamente el
vacío existencial.
Se trata de una actitud inconsciente, ineficiente e
insostenible, pero ninguno de nosotros puede huir eternamente de sí mismo. Lo
curioso es que, a pesar de no llevar una existencia plena, para muchas personas
todavía es superior el miedo al cambio que la necesidad de conectar con la
confianza y el coraje que les permitirían salirse de su zona de comodidad.
Cuanto más nos desarrollamos por dentro, más sabia y
objetiva es nuestra manera de relacionarnos con nuestras circunstancias
externas, dejando de reaccionar negativamente frente a lo que nos sucede.
Así es como nuestro grado de malestar se va
desvaneciendo, al tiempo que va emergiendo un bienestar que ya está dentro,
pero cuyo contacto hemos ido perdiendo al acumular tantas experiencias de dolor
y sufrimiento.
¿QUÉ ES EXACTAMENTE LO QUE CAMBIA CUANDO UN SER
HUMANO CAMBIA?
Paradigma, quiere decir la manera en la que se ve,
se comprende y se actúa en el mundo. Así, el cambio de paradigma suele vivirse
como una profunda revelación, como si se produjera un clic en nuestra cabeza.
Hay quien lo denomina “el despertar de la consciencia”, pues nos permite vivir
desde una nueva comprensión, recuperando el contacto con nuestra esencia
humana, con las cosas que de verdad importan. El cambio de paradigma hace de
puente entre el victimismo y la asunción de la responsabilidad.
Y lo cierto es que al responsabilizarnos de lo que
experimentamos recuperamos el entusiasmo de crear nuestra vida instante a
instante, algo que constantemente están haciendo los niños.
Ellos son los grandes maestros en el arte de vivir.
Aunque parezca mentira, nosotros, los adultos, podemos aprender a hacerlo de
forma consciente. Una vez trascendemos las limitaciones con las que nuestra
mente ha sido condicionada, nos damos cuenta
que tenemos la capacidad de desplegar toda nuestra imaginación para ver
las cosas desde otro punto de vista. Es entonces cuando podemos disfrutar de la
vida con el corazón. De hecho, esa es la esencia de cualquier juego.
La gran diferencia entre los niños y los adultos es
que ellos se permiten jugar y nosotros no.
EL CRECIMIENTO PERSONAL NO TIENE TANTO QUE VER CON
LO QUE ENTENDEMOS INTELECTUALMENTE, SINO CON LO QUE NOS ATREVEMOS A
EXPERIMENTAR CON EL CORAZÓN.
Es precisamente el reconocer los errores que
cometemos en la vida diaria lo que nos va a permitir trascender nuestras
reacciones incorrectas. De hecho, que ahora mismo sigamos reaccionando frente a
la vida no tiene importancia. No es bueno ni malo. Simplemente forma parte del
proceso gradual de cambio y crecimiento personal.
Venimos arrastrando muchos años de inconsciencia,
reactividad e inercia… La consciencia es como un músculo. Para obtener los
resultados que deseamos de forma voluntaria necesitamos hacer uso de una
información veraz y entrenar a diario. Es como en cualquier otro aprendizaje.
Nadie nace sabiendo.
NECESITAMOS PRACTICAR, COMETER ERRORES Y SEGUIR PRACTICANDO.
Y de forma natural, cada uno a nuestro ritmo, vamos
mejorando nuestra competencia en el arte de vivir conscientemente. Con el
tiempo, este músculo estará tan desarrollado que ya no nos supondrá tanta
dificultad responder ante las circunstancias adversas de la vida de forma
correcta, segura y coherente. Así es como va desapareciendo de nuestro día a
día las reacciones incorrectas, ante lo que no nos gusta, no nos parece bien o
no creemos merecer y a su vez también irán desapareciendo los daños colaterales
que dichas reacciones ocasionan.
Además, hemos de tener en cuenta que este
aprendizaje no es lineal. Es más bien circular. A veces hemos de dar un paso
hacia atrás para poder dar dos adelante…
Lo más importante es asumir la responsabilidad por el
enfado y la tristeza que experimentamos en nuestro interior, en vez de
victimizarnos, o culpar a los demás por ello. Y esta toma de consciencia es
realmente maravillosa.
Cuánta gente que sufre crees que se responsabiliza
de su sufrimiento? La verdad es que no mucha. Hace falta ser muy honesto, muy
humilde y tener mucho coraje para dejar de engañarse y enfrentarse a la
ignorancia y la inconsciencia…
El asumir la responsabilidad personal es el primer
paso para conquistar la auténtica libertad, que no tiene nada que ver con
nuestras circunstancias externas.
La libertad de la que os hablo es una experiencia
interna. La alcanzamos cuando trascendemos las limitaciones de nuestra mente. Y
la primera de todas ellas es creer que nuestro bienestar depende de algo
externo, lo cual, es mentira. Nuestra felicidad solo depende de nosotros
mismos, de la interpretación y de la actitud que tomamos frente a nuestro
destino. Es una conquista diaria.
Y tiene mucho que ver con vivir conscientemente. Es
decir, con valorar lo que tenemos, aprender de lo que nos sucede y disfrutar de
cada instante.
Cuando hablo de destino, me refiero a todas aquellas
situaciones que van a sucedernos a lo largo de nuestra vida, y que tienen mucho
que ver con nuestra manera de pensar, de ser y de actuar en el presente. Si
bien no sabemos qué va a ocurrirnos, sí podemos comprometernos con aprender de
lo que nos ocurre.
Cuando asumimos esta responsabilidad terminamos por
tomar consciencia de que la vida es una escuela y que los seres humanos somos
estudiantes que hemos venido a aprender básicamente tres cosas:
A SER FELICES POR NOSOTROS MISMOS, dejando de sufrir
por lo que no podemos cambiar;
A EVOLUCIONAR DE FORMA CORRECTA, dejando de
reaccionar por lo que nos sucede;
Y A SERVIR A LOS DEMÁS, yendo más allá de lo
meramente racional para dar lo mejor de nosotros mismos en cada situación y
frente a cada persona
DECÍA TERESA DE CALCUTA:
“SU FILOSOFÍA DE VIDA CONSISTÍA EN QUE TODO AQUEL
QUE SE ACERCASE A ELLA, AL MARCHARSE, SE FUESE MEJOR QUE CUANDO LLEGO”
Nuestra existencia no está gobernada por la suerte,
el azar ni las coincidencias, sino por la sincronicidad.
Todo lo que ocurre tiene un propósito, una razón de
ser. Pero como todo lo verdaderamente importante, no podemos verlo con los ojos
ni entenderlo con la mente. Esta profunda e invisible red de conexiones tan
solo puede intuirse y comprenderse con el corazón.
Lo cierto es que cuando dejas de luchar contra la
vida y haces las paces con ella, comprendes que no existen las casualidades, sino
las causalidades. Es decir, que todos los sucesos que componen nuestra
existencia están regidos por la “ley de la causa y el efecto”, por la que
terminamos recogiendo lo que sembramos, eliminando toda posibilidad de caer en
las garras del inútil y peligroso victimismo. Y esto no es algo nuevo. Se trata
de un mensaje universal que se viene repitiendo desde hace miles de años.
POR FAVOR, NO TE CREAS NADA. VERIFÍCALO POR TI
MISMO. MI INVITACIÓN ES QUE ABRAS TU MENTE Y TE PERMITAS JUGAR Y EXPLORAR COMO
UN NIÑO. ESA ES LA ACTITUD DE CUALQUIER BUSCADOR DE LA VERDAD. BUSCA TU PROPIA
VERDAD.
Extraído del libro “El Principito se pone la
corbata” de Borja Vilaseca
“Lo que deseamos es una extensión de lo que ya somos
en una dimensión aún no materializada. De lo contrario, no lo desearíamos.
Cuando deseamos algo, hacemos eco de lo que ya hemos visto con los ojos del
corazón. Entonces, si lo podemos ver... debe ya existir en alguna dimensión. Desear
"eso" es el paso necesario para traerlo a la existencia”. Andréa Balt
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