EL ARTE DE
VIVIR
Charles Chaplin escribió que la vida es tan corta
que solo nos alcanza para ser amateurs. Esta afirmación también se puede
aplicar al llamado arte de vivir.
Cuando ya vamos aprendiendo, la función se termina.
No hay recetas mágicas, y cada persona sabe en qué consiste su particular modo
de alcanzar ese arte. Los grandes filósofos se han ocupado de ello. Y, por
supuesto, los psicólogos. En este artículo nos centraremos en la gestión de las
emociones y los pensamientos. “A una
persona se le puede arrebatar todo menos la elección de la actitud personal
ante un conjunto de circunstancias, es decir, uno es quien en último lugar
decide como le afectan las cosas que le ocurren en el día a día.
El arte de vivir pasa necesariamente por observar y
cuidar lo que pensamos y sentimos
FELICIDAD INTERIOR BRUTA
Los países, y sobre todo en tiempos de crisis, miden
lo bien o lo mal que vivimos por la situación económica. Pero como afirma el
filósofo Jordi Pigem, el producto interior bruto solo mide transacciones
económicas, y sabe muy poco del auténtico bienestar de las personas. “Desde
hace décadas existen indicadores menos reduccionistas, que miden el bienestar
no solo a través del flujo de dinero. Pero hay muy pocos. Por ejemplo, en
Bhutan identifican tres venenos en nuestras vidas: la codicia, la hostilidad y
la ignorancia (en el sentido de confusión mental). Estos tres venenos han
crecido en el mundo materialista, hasta encontrarlos hoy institucionalizados en
nuestros sistemas económico, político, y mediático”, afirma en su libro La
buena crisis. Según Pigem, un progreso en la generosidad, la solidaridad y la
sabiduría contribuirían a pasar de una sociedad basada en el crecimiento
económico a otra basada en el crecimiento vital.
¿Por dónde empezar? Por la persona. Por la educación
y por la gestión emocional. Según el psiquiatra Claudio Naranjo, “la educación
actual solo se ocupa de la mente racional, práctica, instrumental, como si
fuéramos solo eso. Se crean seres egoístas y prácticos que no tienen una
dimensión del goce de la vida. No parece legítimo educar para la felicidad. Si
se calculara el precio de la infelicidad que se crea, se vería lo antieconómica
que es nuestra educación”.
Algunas cifras de esta infelicidad: en 2020, según
la Organización Mundial de la Salud, la depresión será la segunda enfermedad
más extendida, superada solo por enfermedades cardiovasculares. El suicidio es
la primera causa de muerte entre los jóvenes. El estrés, la ansiedad y la
depresión son la segunda causa de baja laboral en España.
BIENESTAR EMOCIONAL.
El arte de vivir empieza por una correcta gestión de
las emociones. En occidente nos hemos fijado en el desarrollo intelectual de
las personas, pero no en el desarrollo emocional.
Nunca es tarde para cambiar nuestros patrones
emocionales. ¿Cómo? Con el viejo conócete a ti mismo de los griegos. “Aunque
ellos no nos decían cómo. Se trata de conocer y gestionar nuestros mecanismos
emocionales. Es decir, lo contrario a la represión emocional que hemos ejercido
hasta ahora”.
Afirma el doctor Mario Alonso Puig que una emoción
es un fenómeno físico en el que se producen una serie de cambios fisiológicos
que afectan a nuestras hormonas, a nuestros músculos y a nuestras vísceras.
Estos cambios tienen una duración limitada a minutos, o, como mucho, a algunas
horas. “Digamos que una vez que el elemento interno (un pensamiento angustioso)
o externo (un insulto) han pasado, la reacción emocional que se ha
desencadenado poco a poco va remitiendo hasta que volvemos al estado en el que
nos encontrábamos antes de que el pensamiento o el insulto se produjeran”. El
problema es que si esa emoción se reprime, se puede convertir en un estado de
ánimo, que puede durar meses o años.
“De alguna manera”, afirma el doctor Mario
Alonso Puig en su libro Reinventarse, “nos quedamos como congelados en un tipo
de emoción, hasta el punto de que llegamos a identificarnos con ella, casi como
si formara parte de la realidad que somos”. Y hay estados de ánimo que aportan
ventajas, y otros que son muy disfuncionales y nos generan un enorme
sufrimiento.
GESTIÓN DE LOS PENSAMIENTOS
Nadie nos ha enseñado a gestionar nuestros
pensamientos. Tenemos cada día entre 40.000 y 60.000 pensamientos y a la
mayoría les hacemos caso. El arte de vivir también es incompatible con los
pensamientos obsesivos sobre el pasado o futuro. Afirma Miriam Subirana,
profesora de meditación, que el pasado, en gran medida, nos impide ser libres.
“Vivir del recuerdo es no gozar plenamente del presente. Vivir del recuerdo nos
debilita. Es como ser un enchufe que se conecta a una toma de corriente por la
que no pasa la corriente. Vamos perdiendo nuestra energía. Queremos revivir una
experiencia que ya pasó, y finalmente nos sentimos decepcionados y con un gran
desgaste emocional y mental”.
Todos los sabios orientales coinciden en que el arte
de vivir se basa, en buena medida, en nuestra conexión con el momento presente.
La mente tiende a ir hacia el pasado y el futuro. Y
muchos de los pensamientos sobre el futuro son proyecciones negativas, como el
miedo, que normalmente no sirve para nada (aunque a veces es amigo de la
prudencia).
El miedo tiene una base biológica; es una emoción
que nos ha ayudado a evolucionar, porque nos alerta de los peligros. Pero en
nuestra sociedad es excesivo: se trata de reconducirlo. Cuanto más pensamos en
el miedo, más fuerza le damos.
Empieza en la mente. “El sufrimiento creado por uno
mismo es fundamentalmente una fabricación de la mente”, afirma uno de los más
celebrados maestros de meditación tibetanos de la nueva generación, Yongey
Mingyur Rimpoché. En su libro La dicha de la sabiduría cuenta cómo un alumno
empezó a analizar su propia ansiedad, y comenzó a ver que el problema no estaba
en el trabajo, sino en lo que él pensaba de su trabajo. “Poco a poco”, dice el
alumno, “empecé a darme cuenta que la esperanza y el miedo no eran más que
ideas que flotaban en mi mente. En realidad, no tenían nada que ver con mi
trabajo”. Ese cambio de perspectiva transforma nuestra realidad. “Cuando estoy
angustiado, puedo observar esos impulsos y ver que tengo una elección. Y si
elijo observarlos, aprendo más sobre mí mismo y sobre el poder que tengo para
decidir cómo reaccionar a los acontecimientos de mi vida”.
Podemos elegir siempre cómo reaccionar ante
pensamientos y emociones. Pero hace falta entrenamiento. (Ojalá meditación y
gestión emocional se enseñen en las escuelas). El psiquiatra Víctor E. Frankl,
que fue una de las víctimas de Auschwitz, afirmaba que a la persona se le puede
arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas: “La
elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias”. A menudo
no podemos elegir los hechos, pero sí el cómo enfrentarnos a estos hechos.
La mayor parte del sufrimiento es creado por uno
mismo. Afirma Yongey Mingyur Rimpoché que este sufrimiento es fundamentalmente
una fabricación de la mente, pero que no es menos intenso que el sufrimiento
natural: “En realidad puede ser bastante más doloroso”. Este sufrimiento se
puede expresar en forma de historias que nos contamos a nosotros mismos, a
menudo incrustadas en lo más profundo de nuestro inconsciente, según las cuales
no somos suficientemente buenos, ricos o atractivos, o nos falta algún tipo de
estabilidad.
La meditación nos permite observar los pensamientos
y las sensaciones asociadas a este sufrimiento. Al hacerlo, se desvanecen.
El mundo que nos rodea, nuestro cuerpo, nuestros
pensamientos y sentimientos están en constante cambio. Este cambio se conoce
como impermanencia. Aceptar que todo es impermanente y no aferrarnos a las
cosas ni a las personas es uno de los pilares del arte de vivir.
Ni un solo maestro o sabio defendería que el arte de
vivir consiste en adquirir posesiones –en tener–, sino en ser. Casi nada de lo
que nos ha proporcionado felicidad lo hemos logrado con dinero.
Extracto del libro: PENSAMIENTO CONSCIENTE de GASPAR
HERNÁNDEZ
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