TODO LO QUE PUEDO
LLEGAR A IMAGINAR
Aprendo tanto de mis errores que he empezado
a creer que son aciertos.
Me
gusta pensar que si camino mucho, mis pies aprenderán a escoger el
camino. Que si amo mucho, dejaré de habitar mis penas y me quedaré
sujeta en una de mis alegrías. Que si lloro mucho, me quedaré vacía
de angustias y podré llenarme de risa. Porque la risa se contagia,
se
funde entre un rostro y otro rostro y acaba invadiendo el espacio y
el tiempo…
Me
gusta pensar que si dejo de temblar por mis fantasmas pasados,
llegaré a la cima de mi amor propio y podré contemplar mis ojos con
mis ojos y abrazar mis sueños sin apenas alargar los brazos.
Me
siento feliz por haber fracasado tantas veces mientras intentaba
encontrarme la cola porque eso me ayudó a aprender a nadar y
esquivar las redes de los que pescan sin alma…
Aprendo
tanto de mis miedos que he empezado a creer que simplemente son retos
aún desconocidos…
Me
gustan cada una de mis rarezas a pesar de haberlas cargado durante
siglos y haberme avergonzado de ellas…
Y
ahora, de repente, las miro y las veo repletas de belleza…Como
encontrar los pétalos marchitos de una rosa que fue roja en un
libro…Como
escuchar la deliciosa
canción que entonan en el campo cientos de girasoles secos…
Como
el encanto mustio y demacrado de un juguete antiguo o una foto vieja
y amarilla de un niño que ahora es anciano.
Como verte en el espejo
y descubrir que tus ojos tienen un color distinto al que pensabas y
tus cabellos brillan más de lo que nunca habías sido capaz de
recordar…
Acordarte
de ti en el pasado y sentirte frágil y enviarte un beso…
Notar
que tal vez te quedaste corto soñando con llegar o pasar de largo…
Entender
que lo hiciste tan bien como pudiste y saber que no fue suficiente
pero que ya no te importa.
Perdonarte
las dudas y besar ese llanto mudo que arrastraste durante años
esperando una respuesta del cielo que no llegó nunca porque en
realidad estaba dentro de ti…Porque
esperabas una medalla que nunca creíste merecer y un aplauso que
nunca reverberó en tu interior porque te reconocías tú mismo el
mérito de recibirlo.
Subir
los escalones de tu conciencia y ver que no tienen polvo. Perderte en
la vasta llanura de tu alma y descubrirla sola pero serena. Ser tan
libre que la ingravidez te provoque dolor de cabeza…
Sentirte
tan satisfecho que puedas volar sin levantarte un milímetro del
suelo…
Suplicar
que la felicidad no te encuentre rancio y dormido. Que todo lo que
puedas imaginar exista porque ya existe en ti y es maravilloso.
Abrazar
tu cobardía y tu vergüenza y notar que eran capas de piel que
supiste dejar en la puerta cuando entraste en esa etapa de tu vida en
la que hay cosas que ya te puedes decir a ti mismo sin tener luego
que bajar la vista o sumergirte en un mar de pastillas para olvidar…
Aprendo
tanto de mis decepciones que cuando lloro por ellas me siento
absurda.
Me
gusta pensar que si me enamoro del silencio, la calma dormirá en mis
sienes y apaciguará mis pensamientos locos.
Me
gusta pensar que la única noche que puede vivir en mi alma es la que
sucede al día y que siempre tiene un final cuando el sol avanza
desde la ventana por mis sábanas hasta alcanzar mis ojos cansados y
besar mis pies desnudos…
Me
gusta pensar que, si creo, podré tocar lo que busco y sobreviviré a
todas mis pesadillas. Que me quedan millones de palabras por usar
bailando entre mis vísceras inquietas para que yo las escoja…
A
veces, nos empeñamos en almacenar días sin apenas vivirlos…Y
cargamos culpas pesadas que nos encogen tanto que no recordamos lo
enormes que somos, lo grande que es nuestro apetito por la vida si no
nos sentimos rechazados.
A
veces, nos obsesionamos con pensamientos absurdos que nos recortan la
realidad y la capacidad de crear.
Somos
el resultado de años de pensamientos tristes y de intentos en vano
por superarlos…
Porque
la única forma de cambiar la consecuencia es modificar la causa,
borrar esas ideas bárbaras y despiadadas que tenemos de nosotros
almacenadas en algún lugar hace cien años, y respirar…
Somos
producto de un cúmulo de noches sin tregua creyendo que no lo vamos
a conseguir…
El
efecto inacabado de una causa perdida por no haber aprendido a soñar.
Somos
la secuela de la historia trágica que tanto nos gusta recordar. Si
dejamos de pensar en ella, podremos cambiar el desenlace.
Aprendo
tanto de mis amarguras que he empezado a notar que su sabor es dulce.
Me
gusta pensar que si aprendo quién soy y comprendo mis porqués,
acabaré habitando la vida que sueño…
Todas
nuestras certezas son diminutas ante lo mucho que aún desconocemos…
Me
gusta pensar que hay cosas que están ahí y que todavía no veo
porque no he sido capaz de imaginarlas. Hay tantos caminos que no
puedo escoger aún porque están esperando que yo los dibuje…
Miles
de historias pendientes que están guardadas en mí esperando a que
yo las escriba. Hay mil vidas esperando a que abrace mi incertidumbre
y acepte que nunca podré controlarlas si quiero vivirlas.
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