ANTES DE LLEGAR A LA META
Conocerse a uno mismo es un trabajo. Tal vez el trabajo más duro que
hagamos en nuestra vida. Ya que conocerse no es algo que empiece y
acabe, es algo que supone un camino que nunca termina.
Tienes que aceptarte, descubrir todo lo maravilloso que almacenas y
lo más oscuro que ocultas. Decidir qué quieres cambiar, qué debes
asumir y encontrar tus porqués.
Conocer tus heridas y reconocer todos los errores que has cometido
intentando curarlas y que no sirvieron más que para hacerlas más
profundas y dolorosas. Y amar esos errores porque son un material
precioso para empezar a cambiar.
Nuestras cicatrices, nuestros momentos dolorosos guardados a fuego,
esos que a veces ni tan solo te admites a ti mismo, son los que han
forjado lo que somos, lo que hemos conseguido, lo que echamos de
menos y deseamos conseguir.
A
veces, tenemos sueños porque creemos que conseguirlos nos ayudará a
cambiar. Sin embargo, son sólo máscaras que cubren nuestro rostro
triste, baúles donde ocultar nuestros miedos y carencias
emocionales… Los sueños de verdad no nos convierten en nadie
distinto sino que son la consecuencia de habernos convertido antes en
alguien distinto…
No sirven para ocultar debilidades sino para
mostrarlas una vez las hemos transformado en fortalezas… No cierran
heridas, son el resultado de haberlas cerrado… No nos harán
felices, son el efecto de haberlo sido mientras intentábamos llegar
a ellos…
El
trabajo en uno mismo, la búsqueda interior para superarse y llegar a
ser esa persona que llevamos dentro que vence la adversidad y brilla
sin dejarse llevar por el miedo, es complicado. Tiene momentos muy
amargos en los que nos tambaleamos y nos sentimos rotos, vacíos,
perdidos… A veces, te enamoras de pequeños avances y luego te
desesperas porque pasan los días y no mejoras en nada… A veces, te
impregna una alegría dulce por haber conseguido dar un gran paso y
más tarde ves todo lo que queda por hacer y tu dicha se desmorona en
un instante y te arrastra a ti y al paso que has dado antes… Y
descubres que era un paso falso… Y crees que no te queda nada…
Aunque no es cierto, cada intento, cada paso minúsculo, cada mirada
interior que haces, esté bien o mal, es un avance maravilloso hacia
ti.
La impaciencia es devastadora. Te llena de desesperanza, te deja sin
ganas.
Esperamos tanto de todo y de todos… ¡Menos de nosotros mismos!!
Nos pasamos la vida poniendo en manos de otros y de las
circunstancias que nos rodean nuestra felicidad. Delegamos en otros
la consecución de nuestros sueños y cuando no cumplen nuestras
expectativas nos enfadamos. Esperamos que nos hagan más fácil el
trance mientras nos ocupamos de descubrir quiénes somos, que nos
ayuden a seguir… Les damos el poder sobre nuestras vidas y
esperamos que nos lleven parte de la carga. Está bien pedir ayuda,
pero nadie puede pasar por nosotros las pruebas que debemos superar…
No podemos usarles para saltarnos pasos ni buscar veredas.
No hay atajos en el camino a nosotros mismos.
Algo que descubres cuando trabajas en ti mismo es que no hay nada que
esté bien o mal, que lo bueno a veces es una calle sin salida y lo
que parece malo es una puerta abierta a un mundo de posibilidades…
Que lo que pensabas que era terrible en ti, es tu fuerza y tu
bandera.
Que lo que siempre has mostrado como propio no es tan tuyo, ni tan
necesario y que no pasa nada… No pasa nada porque cuanto menos
perfecto eres, más extraordinario puedes llegar a ser.
No
llegas a conocerte y aceptarte hasta que no te acercas a ti sin
prejuicios y estás dispuesto a asumir todo lo que salga de esa caja
de pandora que llevas dentro, almacenando lágrimas, heridas y
momentos maravillosos… Hasta que no decides que encuentres lo que
encuentres ahí dentro no vas a avergonzarte y vas a aprender que
tiene un lado hermoso y que lo más oscuro que hay en ti puede
convertirse en algo que te salve la vida…
Si amas tus rarezas, tus caras amargas, tus aristas más cortantes…
Si eres capaz de mirar tu lado más oscuro, eres capaz de dar el gran
salto… hasta ti.
Alguien me dijo ayer sabiamente que trabajar en uno mismo es a menudo
doloroso, pero que eso es el precio a pagar por no ser alguien
superficial. Como el peaje por no pasar por la vida de puntillas…Que
las personas sensibles viven a flor de piel y que eso hace que lo
amargo sea muy amargo y lo dulce sea más dulce… Y también me dijo
que sin embargo, cuando llegas a tu meta, a encontrarte contigo y
aceptarte y ser como realmente eres, la recompensa es maravillosa y
la calidad de tu vida es mejor.
El día que dejas de desesperar, el día que te sientes realmente
cómo eres y confías, el día que notas cada paso del camino… Ese
día la vida te acerca a lo que sueñas de golpe… Sólo avanzas
cuando sintonizas contigo mismo, cuando crees en ti, cuando confías
en tu capacidad y sabes que podrás… Curioso esto de crecer y
evolucionar, va de no necesitar, de no rendirse, de no desesperarse
por mal que pinte todo…
De oír tu voz y no perderla como guía mientras todo se balancea y
la tormenta te zarandea mientras pasas por la cuerda floja…
Se trata de ser primero lo que sueñas que eres, antes de
conseguirlo.
Se trata de convertirte en ganador, antes de llegar a la meta.
https://mercerou.wordpress.com/2016/11/26/antes-de-llegar-a-la-meta/
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