Hay años para hacer preguntas y años para hallar las respuestas
A
medida que uno avanza en este océano incierto, a veces caótico pero
siempre maravilloso que es nuestro ciclo vital, se da cuenta de que
hay años para hacer preguntas y
años en los que se hallan las respuestas. Al final, tal vez sea
cierto eso de que todo tiene su tiempo y cada cosa, su propio cielo
bajo el cual, acontecer.
Desde
el Budismo nos dicen que a veces, las personas buscamos aquello que
todavía no estamos preparados para encontrar. Sin embargo, está
en nuestros genes ser curiosos, está en nuestra mente el hacernos
preguntas, desafiar los límites y dar significados
a
cada cosa,
a cada hecho que en un momento dado nos envuelve o nos inquieta.
“Cuando
creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron
las preguntas”
-Mario Benedetti-
Las
preguntas que se haga una adolescente al respecto de los misterios de
su existencia no serán las mismas que quien ya ha llegado a la
cuarentena y se halla, según Michael
F. Steger,
en la etapa más creativa de su ciclo personal. Cada
etapa tiene sus propias inquietudes,
no hay duda, pero son esas dudas vitales las que dan energía a
nuestros motores internos para seguir creciendo, para
seguir transformándonos.
Asimismo,
otro aspecto en el que deberíamos reflexionar es en cómo
hallar las respuestas a todas esas dudas existenciales tan
habituales en el ser humano. ¿Es
esto todo lo que me puede dar la vida o me aguarda algo más? ¿Estoy
preparado para hacer cosas mejores o debo conformarme con lo que ya
tengo? ¿Es este el tipo de amor que merezco? ¿Por qué no he
encontrado aún a la pareja
perfecta?
Cuestiones
como esta son sin duda las más comunes, los vacíos más familiares
que habitan en toda mente, en todo corazón que anhela el perfume de
algo más auténtico, de algo más profundo. Te
proponemos reflexionar sobre ello.
Todas las respuestas se hallan en un rincón de calma
Decía Gregorio Marañón que en este mundo acabaremos con las enfermedades pero nos matarán las prisas. Vivimos en una dimensión acelerada. Tanto, que incluso no faltan los padres que anhelan que sus hijos se salten etapas, para asentar cuanto antes las competencias de lectoescritura o de matemáticas. Piensan, ilusos en muchos casos, que de este modo mejorará su rendimiento académico y, por tanto, tendrán el éxito garantizado. Un camino quizás llano en la imaginación, más complicado en la realidad.
“Tanta
prisa tenemos por hacer, escribir y dejar oír nuestra voz en el
silencio de la eternidad, que olvidamos lo único realmente
importante: vivir”
-Robert Louis Stevenson-
Por
otro lado, también se ha asentado en nuestro día a día eso
llamado “prontomanía”: anticipamos el futuro sin vivir el
presente, vivimos en un mañana que aún no ha sucedido porque
nuestro aquí
y ahora es
terriblemente exigente. La prisa es ya un estilo de existencia que
confiere prestigio, estatus. Si te detienes es que no tienes ideas,
no eres productivo ni válido. Cuando en realidad, lo
único que nos aporta este aceleramiento es una clara insatisfacción
vital y muchas más preguntas que respuestas.
Vivir
centrados en el mañana nos obliga a ser simples almas erráticas
que no tienen una conciencia plena y auténtica del presente. En
medio de ese desapego al “aquí y ahora” jamás hallaremos
respuestas a nuestras necesidades vitales. Los años pasarán
marcados por la incertidumbre y la frustración. La
mente necesita calma para conectarse con sus raíces, con el
entorno, con nuestras emociones…
El sentido de la vida, cuestión de perspectiva
Viktor Frankl habló en su momento de la necesidad de que las personas adquiriésemos una conciencia intencional. Es decir, el simple hecho de tener un propósito y luchar por él, de creer en algo de forma plena y significativa ya nos permite transformarnos en seres más libres, responsables y vinculados a la realidad que nos envuelve. Tener un propósito vital ofrece un sentido y, a la vez, más de una respuesta.
“Sabio
no es quien da las mejores respuestas, sino quien hace las mejores
preguntas”.
-Claude Lévi-Strauss-
Sin
embargo, los sociólogos nos indican que las personas estamos
influenciadas por los contextos que nos envuelven. La familia,
la educación recibida y el entorno psicosocial, a veces, son los
que nos inyectan esa conciencia intencional. Es algo en lo que
debemos reflexionar. Porque entender
cuál es la ventana desde la cual vemos y entendemos la vida, nos
ayudará a conocernos mucho mejor y
a hallar las mejores respuestas a nuestras necesidades.
Aquí
enumeramos una serie de enfoques que, de algún modo, sirven de
encuadre para dar significado a muchas de las preguntas que nos
hacemos en algún momento:
-
Hedonismo: vivir es ante todo disfrutar, centrar nuestra existencia en el placer.
-
Materialismo: el máximo propósito es conseguir cuantas más cosas mejor.
-
Altruismo: ofrecernos a los demás es sin duda nuestra principal necesidad en este caso.
-
Sensacionalismo: vivir es experimentar cuantas más cosas mejor, sean las que sean.
-
Psicologismo: aspiramos a nuestra realización personal según la pirámide de Maslow.
-
Racionalismo: aspiramos a tener vastos y diferentes conocimientos.
-
Militarismo: vivir es luchar para sobrevivir, a veces contra uno o contra los demás.
Este
listado no es más que un pequeño ejemplo de carácter orientativo.
Somos nosotros quienes debemos
encontrar ese sentido trascendente y especial que nos integre, que
nos guíe para darnos las mejores respuestas al
movilizar todos nuestros recursos psicológicos y motivacionales
hacia esos propósitos.
¿Cuál
es el tuyo?
Valeria Sabater
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