Iba
caminando por la calle con mi novio,
cuando de pronto se detuvo, recogió una botella plástica
que estaba en el suelo y la
echó en el basurero que estaba al lado.
Un
señor que vio la escena me dijo: “eso lo hará solo en la primera
cita”, a lo que yo respondí: “Llevamos
casi cuatro años juntos y siempre lo hace al ver basura en el
suelo”.
Esta
pequeña anécdota me
recordó una historia que leí en algún momento y que cambió en
parte mi manera de ser:
“ Iba caminando por la playa cuando vi a una chica que una y otra vez se agachaba para recoger las estrellas de mar que yacían en la arena, todo para luego lanzarlas de vuelta al mar.
Al ver que había miles de estrellas de mar por toda la playa, me acerqué y le pregunté por qué lo hacía y me contestó:
“Estoy lanzando estas estrellas marinas nuevamente al océano. La marea está baja y si no las devuelvo morirán…”
Sorprendida, le dije:
“¡No puedes lanzarlas todas! Son demasiadas… puede que no lo hayas notado, pero esto probablemente sucede en cientos de playas a lo largo de la costa. ¿No estarás haciendo algo que no marcará ninguna diferencia?”
Ella sonrió, se inclinó, tomó una estrella de mar y mientras la lanzaba de vuelta al mar, me respondió:
“Para ésta sí hice una diferencia…””
La moraleja de
esta historia es simple: Si
cada uno de nosotros hiciera los cambios que quiere ver en el mundo,
pronto estaríamos viviendo en el mundo con el que soñamos.
El
mundo que nos gustaría tener, es responsabilidad de cada uno y
se consigue a través de cada pequeño gesto y acto que hacemos. Si
vemos basura en la calle, recojámosla y viviremos
en un país limpio.
Si queremos tener una mascota, adoptemos una que vive en la
calle, así le daremos
un hogar a un animal que sufría. Seamos conscientes
con nuestro consumo de
agua y energía y poco a poco veremos
como el planeta se va sanando y mejorando.
Para
todo esto, lo primero que debes
pensar y creer es que tus acciones son significativas y que tú
SÍ eres una parte importante del cambio.
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