Vamos
disfrazados. Llevamos la máscara que nos pusimos para poder soportar
el dolor de no gustarnos, de no ser lo que esperábamos o lo que
creemos que otros esperaban de nosotros… Nos cubrimos con ella y
nos oculta del mundo, nos permite seguir andando sin ser vistos en
realidad, sin ser arañados, sin sentirnos vulnerables, sin poder ser
juzgados por lo que somos porque sólo mostramos lo que hacemos…
Nos ponemos etiquetas inventadas para que no se vean las etiquetas
verdaderas, que en el fondo, tampoco son reales porque tienen nombre
de miedo, de culpa, de asco, de impaciencia…
Nuestra
máscara nos cubre y parece que nos protege del mundo pero al mismo
tiempo nos evita olerlo de verdad, notarlo de verdad, sentirlo con
todo su esplendor, perderse en él y dejarse llevar… No
notamos el dolor pero tampoco la alegría de mostrarnos tal y como
somos y descubrir que no hay nada que mostrar… Sólo ser. No
sentimos el frío de nuestra desnudez pero tampoco notamos el calor.
Y
la vida que es tozuda y carga una ironía silvestre y maravillosa, un
día nos dice “o
te desnudas o lo pierdes todo, porque en realidad no tienes
nada” porque
nada es tuyo, es prestado, y pertenece al personaje que te inventaste
para que otros no supieran de tu dolor, de tu miedo, de tus errores,
de tus debilidades… Lo hiciste pensando que te ocultabas del mundo
pero en realidad te ocultabas de ti mismo… Ahora “o
sueltas o caes, o sueltas o desapareces, o te desnudas o quedarás
oculto para siempre y no podrás salir” y
dar el paso duele.
Y
la vida hace que llevar la máscara sea tan insoportable que tengas
que quitártela para respirar. Hace que la carga sea tan pesada que
tengas que soltarla… Hace que el asco sea tan grande que vomites
todo lo acumulado… Hace que el sufrimiento sea tan intenso que nada
lo compense, nada.
Todos
nos quitamos el disfraz algún día. Todos
tenemos que tomar el control y las riendas. Todos nos tenemos que
contemplar alguna vez en ese espejo interior y decidir que no pasa
nada, que en realidad lo que somos es suficientemente maravilloso
como para vivir con ello…
Ese
día descubres que no te conoces. Que escondiste tanto tu miedo que
no has podido usarlo para crecer y tomar el poder. Que
no sabes cómo afrontar este momento porque no conoces tus
herramientas y capacidades. Voy a contarte algo… Están ahí.
Llevan ahí todo este pedazo de vida sin ti. Estaban esperando a que
te dieras cuenta que sólo te necesitas a ti y a nadie, que eres
imprescindible en tu vida y al negarte no pudiste reconocerte…
Lo
que eres está bajo la máscara, intacto, hermoso, virgen… Busca
rendijas en ti por donde salir y contarte lo
mucho que vales y que puedes, lo mucho que te necesitas, lo mucho que
te has olvidado de lo que realmente eres, lo mucho que te ignoras…
Lo
que eres, está esperando a que dejes de creer que eres lo que
produces e incluso lo que sueñas, lo que esperas, lo que fuiste, lo
que recuerdas, lo que consigues… A
que dejes de esconderte e intentar satisfacer a un mundo insatisfecho
porque se oculta de él mismo y espera que otros le digan qué hacer,
qué sentir, qué soñar, qué buscar.
Cuando
te quitas la máscara, todo toma forma. Tal vez no la forma que
deseas, sino la forma en que todo es en realidad…
Cuando
te quitas la máscara dejas de buscar mirando al cielo y descubres el
cielo en ti. Dejas de buscar y encuentras porque ya estaba, porque ya
era… No
siempre es lo que esperabas, la vida no es diseño, es una perfección
extraña, a veces deliciosa y otras complicada, pero ajustada a un
orden que cuesta comprender.
Si
estás contigo, qué importa… Si ya sabes quién eres, qué más
da. Al
final, lo que evitas encontrar en ti es lo que va a serte útil para
ser libre.
Hay
tanto en ti que no ves porque está oculto, porque temes que no
guste. Hay
tanta fuerza en ti esperando a ser usada para brillar que se queda
opaca porque temes que moleste,
que sea juzgada, que sea criticada…
Mercè Roura
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