Sí,
esta soy yo hace bastantes años…
Me
he quedado a medias de muchos sueños. En la esquina, a medio metro,
cuando ya casi los tocaba… Supongo que muchas veces porque he
pensado demasiado en ellos, les he dado demasiada importancia y los
he convertido en mí… Me he creído que yo no era yo sin ellos y la
vida, sabia y dolorosa, los ha alejado para que aprenda que yo
soy más importante que mis metas… Que la meta soy yo. Y aunque
soñar es persistir, también es soltar y bailar con la vida.
Yo
he bailado poco con la vida, estaba ocupada llegando a la meta. Me
gustaba tanto esto de pelear por todo que me he convertido en una
persona “casi, casi” y siempre ando ahí, rozando la llegada pero
sin coronar la cima. Me he vuelto adicta a intentarlo, a casi
conseguirlo, a estar a medias en ese limbo entre lo que soy y lo que
deseo llegar a ser. No pasa nada, la
vida es esta incertidumbre cochambrosa que tenemos que transformar en
magia para poder continuar, que debemos ver como la oportunidad para
soltar y desprendernos de lo que nos sobra hasta recuperar lo que
realmente somos. La
incertidumbre te permite separar el personaje, que te inventaste para
sobrevivir, de ese ser maravilloso que llevas dentro que está
deseando quitarse de encima las capas de dolor y miedo y salir al
mundo a… A nada… A vivir.
He
bailado poco con todo porque estaba ocupada aprovechando el tiempo.
Me dijeron que aprovechar el tiempo era levantarse cada mañana y
hacer todo lo previsto antes de su hora. Lo de hoy, lo de mañana, lo
de pasado mañana… Envuelta en una angustia inmensa por llegar, por
acabar, en un sinsentido de acción frenética para burlar a la vida
y llegar antes, demostrar que me he esforzado, que hago todo lo
posible y necesario para que no me castiguen ni penalicen… Y al
final, el
castigo es el cansancio inmenso de no parar nunca, de no poder parar
de hacer y maquinar para no perder el tiempo y que cuando la vida
hace control sorpresa siempre te pille con un excelente mínimo. La
vida no te penaliza por no llegar, te pasa factura por no parar… Y
ni siquiera eso, todo es una ilusión…
Un
día me di cuenta que aprovechar
el tiempo es parar.
Tomarlo entre tus manos y dejar
que te traspase, que la vida te suceda, que te surque, que te baile
ella a ti… Dejar que pase y encontrar ese equilibro entre hacer y
parar para comprender qué estás haciendo y para qué. Sin
mirar al cielo esperando una palmadita en la espalda ni un reproche
cuando no llegas porque hoy no puedes más.
Hay
muchos días que no puedo más y mi cuerpo me pide que pare y yo
sigo. Aunque al menos ahora soy consciente ello. Vivo en esa
contradicción de reprocharme no hacer suficiente y al mismo tiempo
sentirme estúpida por darme cuenta que esto de querer hacerlo todo
no tiene sentido. Cuando
consigues darte cuenta de para qué haces lo que haces, lo haces
desde la distancia suficiente como para que no te arañe tanto.
Sigues
machacándote, pero sabes que lo has elegido tú y te responsabilizas
de tu parte… Y sueltas ese absurdo intento de control de lo que
nunca has podido controlar.
Mientras
anhelaba la meta, no vivía este ahora. Cuando
sueñas y te obsesionas con tu sueño sin aceptar este momento
presente te conviertes en alguien incapaz de merecer, de creer que
podrás alcanzarlo. Vives
en la antesala de una vida sentida y consentida por ti, sin darte
cuenta de lo mucho que vales y puedes aportar.
Un
día me di cuenta que para llegar a tu meta es imprescindible antes
renunciar a ella.
A la necesidad de conseguirla, renunciar a la creencia de que si no
la alcanzas no eres nadie y de que es porque no la mereces. La
única forma de tocar tu sueño es descubrir que no lo necesitas para
sentirte pleno y digno sin él. Y
que si no llega, no importa, porque estás completo ahora. Desearlo
sin dejar de desearte a ti mismo. Amando lo que eres hoy sin creer
que te amarás más a ti mismo mañana cuando consigas tu reto.
Yo
me volví loca por aprovechar el tiempo y ganar a la vida en su
propia cara. Para demostrarle a este mundo salvaje y maravilloso que
yo era todavía más salvaje y maravillosa… Tomé tanta inercia que
luego no pude parar para sentir y vivir… Que no pude bailar ni
perderme para descubrir que en realidad no hay nada que ganar.
Me
he quedado a medias de muchos sueños y no me importa nada. Lo que
lamento muchas veces es haberme quedado a medias a la hora de vivir y
sentir, de amarme y encontrarme. Sin embargo, ahora no voy a
reprocharme y culparme por no haber sabido comprender que no
necesitaba pelearme con nada ni con nadie para ser yo. Voy a decirle
a esa niña que fui que puede dedicarse a jugar tranquila sin contar
las horas ni buscar que la acepten, que no tiene que ser buena sino
feliz, que puede perder comba y no pasa nada… Que hay que
permitir que la vida suceda y proponga, que me lleve… Y tú
decides.
Que
no era cuestión de llegar sino de ser y estar… Que en realidad no
es una batalla, es un baile.
Hoy
voy al baile. A ver qué pasa…
Mercè
Roura
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