La vida con
sus pruebas, sus luchas, sus sinsabores, muchas veces se asemeja a
un río el cual debemos cruzar para llegar a la otra orilla.
Algunos
pueden llegar más fácilmente al otro lado, otros podrán encontrar
pasos menos exigentes, otros deben prepararse para cruzarlo a nado,
y sortear los inconvenientes, pero a pesar de ello, es posible
vislumbrar la otra orilla y ver que con frecuencia, está más cerca
de lo que creemos. Sólo falta el esfuerzo sostenido, la voluntad
imperiosa al servicio de un objetivo firme de progreso, la confianza
en uno mismo y la esperanza de poder lograrlo.
La confianza
en uno mismo se consigue razonando y aplicando la humildad en la
aceptación de las pruebas; se basa en el conocimiento profundo que
hace el ser de sí mismo, de las circunstancias de vida y de su
destino como ser en constante evolución.
El ser humano
que avanza apoyado en la confianza en sí mismo también tiene una
visión positiva de la vida en la que, lejos de ignorar las
dificultades, intenta descubrir las soluciones, y ver para qué le
sirven esos sinsabores. Procura reflexionar sobre el para qué de
las cosas, qué aportan, en qué enriquecen, qué enseñanzas dejan,
y no se cuestiona tanto el ¿por qué a mí?, creyéndose víctima
de las circunstancias adversas.
La confianza
en uno mismo y el optimismo son flujos de una corriente de energía
positiva, vigorosa, que no sólo hace que el ser se sienta vivo y
pleno, sino que a la vez contagia a los demás y le permite ver la
vida con todos sus defectos pero también con todas sus
posibilidades de mejoramiento. El optimismo se alimenta de una
valoración profunda de los seres con los que se comparte la vida,
siempre hay algo para agradecerles, algo por lo que se los pueda
estimular, afecto para demostrar en actitudes y palabras sinceras.
Comparando a
la vida como una aventura marina, el escritor Enrique Rojas sostiene
que el optimista, cuando sobrevienen el peligro o las dificultades,
no pierde la calma; tiene fortaleza y serenidad; relativiza y no
dramatiza los hechos. Lucha contra los elementos adversos, está
atento a todo, pero mirando la lejanía, porque los vientos
favorables volverán...
El ser que
proyecta su vida delineada por estos estados de valoración, de
confianza en sí mismo y esperanza, vive siempre hacia delante, con
la tranquilidad y el deseo de que el objetivo trazado llegará a
cumplirse algún día.
LA ESPERANZA
ES LA FUERZA QUE EMPUJA, ARRASTRA,
FASCINA POR
SU CONTENIDO Y PONE EN MARCHA LA MOTIVACIÓN...
Tener ilusión
es tener confianza en uno mismo, es alimentar la esperanza de que
las cosas que anhelamos pueden ser posibles; es estar vivo,
programar objetivos, soñar con sacar lo mejor de uno, crecer ante
las dificultades y llegar a esa cima que de joven uno se planteó.
Qué
importante sería dinamizar con esperanzas y renovadas ilusiones los
propios proyectos, darles energía, erigirlos contra la monotonía y
el desgaste, porque sólo así se irán desgranando los esfuerzos
por alcanzar lo mejor. Y cualquier naufragio resultará positivo
porque enseñará una lección concreta, de la que siempre se
aprenderá algo.
La vida se
compone de escenas que requieren de esa mirada positiva, de un
sentimiento de aliento, de confianza en uno mismo y esperanza que
nos acompañe, y esos estados anidan en cada uno de nosotros, cuando
se cultivan con la serenidad del pensamiento y el sentimiento,
cuando el ser se conecta espiritualmente solicitando fuerzas para
las luchas, agradeciendo y valorando lo que tiene y recibe cada día.
El latido de
la vida está allí, en cada grieta y en cada espacio y como expresa
Ernesto Sábato "sólo
necesita un latido para seguir viviendo, y a través de él puede
colarse la plenitud de un encuentro, como las grandes mareas pueden
filtrarse aun en las represas más fortificadas. Una enfermedad
puede ser la apertura, o el desborde de un milagro cualquiera de la
vida. Una persona que nos ame a pesar de nuestra cerrazón como una
gota que golpeara incesantemente contra los altos muros".
Y entonces,
allí anida la confianza en uno mismo y la esperanza, en cada
pliegue del espíritu que intenta no abatirse, porque lo sostiene la
más íntima y profunda confianza en todo lo creado y en sus leyes
que siempre acompañan, siempre protegen y nos invitan a vivir
intensamente la vida.
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