2.3.20

Siempre eres tú quién lleva los zapatos y no los zapatos los que te llevan a ti

YA ERES TU MEJOR VERSIÓN (Pero no te has dado cuenta)


Un día te cansas de disimular y de estar pendiente de que todo sea perfecto. De parecer mientras eres y de ser mientras pareces para que nadie se enfade, se ofenda, se perturbe o deje de verte como esa persona que llevas toda la vida arrastrando y que siempre es correcta. Te miras y dices… “Sí, tengo arrugas ¿Y qué pasa? ¿A caso no todos vamos a envejecer? Tengo muchas imperfecciones y pocas ganas de seguir fingiendo que me preocupan más que mis miedos e inseguridades… No quiero ser perfecta, quiero sentirme segura y en paz con lo que soy”.

Es tan agotador pasarse la vida siendo una versión de ti misma aceptable para este mundo de plástico que juega a dejar de usar plástico, pero que se queda en la superficie de todo sin profundizar en nada… Hasta que descubres que no hace falta, que en realidad. Has vivido pendiente de las miradas ajenas porque compraste su versión de lo que es la vida, porque nunca te has amado como mereces realmente, porque te han pillado siempre con la guardia baja y has asumido el lugar que te han reservado otros pero no es tu lugar.


¿Sabes? es que ni siquiera hace falta que tengas un lugar concreto ahora o que sea siempre el mismo… No te pongas más etiquetas, no las necesitas. Arráncate las que te pusieron y las que te pusiste tú misma mientras intentabas ser una versión de ti que gustara a las masas y pasa de todo… No te amoldes a lo que te rompe por dentro. Adaptarse a las circunstancias no significa perder tu esencia. Significa verlas venir y tomar decisiones. 

Pasa de todo, amiga, no eres un pongo de esos que te regala el amigo invisible por Navidad con desgana y que colocas encima de una repisa o se lo enjaretas (me encanta esta palabra, la usaba mi abuela) a otro para que no críe polvo en tu casa. Tú no vas y vienes, eres algo maravilloso que permanece. Lo que tú eres en realidad no se mide ni encasilla. Nadie se merece ser una etiqueta.

No eres la talla de sujetador, ni la de pantalón. Si no entras o te viene grande, eso no te hace ni mejor ni peor, eres un ser humano que merece mirarse con todo el amor posible. No eres la crema que usas para cerrar poros porque si no se cierran caes en desgracia, ni la foto imposible que nunca puedes hacerte en Instagram porque no quedas como esas mujeres que parecen perfectas pero que seguro que también llevan pegadas etiquetas… Ellas también libran una batalla interior, créeme. 

No eres la madre, ni la hija, ni la esposa, ni la amiga, ni la gran profesional… Eres todas a ratos y al mismo tiempo tú. No puedes hacerlo todo, ni controlarlo todo y luego sonreír mientras el rizo perfecto cae sobre tu frente dibujando un gesto de armonía sutil y cándida. No eres tu pelo, ni tus curvas, no necesitas ni pelo ni curvas para ser la más hermosa. No necesitas vender una imagen concreta, sino vivir tu propia coherencia. De nada sirven los zapatos más elegantes y adecuados si te sientes incómoda con ellos y no pisas firme en tu vida… Siempre eres tú quién lleva los zapatos y no los zapatos los que te llevan a ti. Lleva tú lo que vistes, lo que haces, lo que sueñas… Lleva tu vida puesta. 

No te ciñas, no te escondas, no te disfraces de una versión escurridiza de lo que eres. Ama lo que eres por encima de todo y deja de caminar sin salirte de la zona marcada, vuela… Vuela si quieres y te apetece y si hoy no te sientes con fuerzas, no pasa nada… Tampoco tienes que ser siempre una versión de mujer ultra motivada. No caigamos en la trampa de dejar de ser superwoman y acabar siendo superantitodo para demostrar algo que no necesitamos demostrar a nadie. 

Un día te levantas y te miras y has pasado la noche preocupada por cómo vas a pagar esa factura, por cómo vas a presentar ese proyecto, cómo vas a llegar a las cinco a buscar a tu hijo si media hora ante estás en la otra punta de la ciudad… Te miras al espejo y no, no estás perfecta, pero esa sensación no es real. Eres perfecta ya, eres lo mejor que tienes y lo que ves depende de cómo decides mirarte. No eres una mercancía, amiga. No eres un trasto viejo ni una alfombra con la que tropezar siempre cuando pasas al comedor.

No has venido a estar disponible para todo y puedes caer cuando quieras y volver a empezar. Puedes permitirte fallar y recalcular la ruta. Puedes decir no y basta y cerrar la puerta y encontrar tu silencio. Puedes empezar a pensar en ti y decidir lo que realmente te llena a ti la vida y dejar de poner siempre por delante a los demás… Si tú no te escuchas, nadie lo hace. Si no te consideras, nadie lo hace. Si no te amas, no podrás amar a los que te rodean sin desfallecer y perderte. Si no te cuidas, nadie te cuida.

Yo también me he roto intentado ser mi mejor versión, amiga. Siempre tan rígida, tan sola, tan cansada por mendigar aprobación. Siempre subiendo un listón hasta el cielo y cuando parecía que había llegado al tope lo empujaba un poco más arriba. Siempre tan difícil, tan arduo, tan duro, tan inaccesible. Siempre sujeta a unas normas inflexibles y a unas creencias rancias y severas que era imposible saltarse y soltar para poder respirar. Siempre luchando en desventaja para no llegar nunca, siempre subiendo una montaña cuya cima parecía estar cada vez más lejos.

Y todo para no conseguir nada, para apenas tocar con las puntas de los dedos un instante de lo soñado y ver cómo se apartaba de mí, como se fundía con un nuevo problema que solucionar. No caigamos en la trampa de querer demostrar que valemos a pesar de la adversidad y la desventaja porque eso nos hace esclavas e infelices… Vivamos como nos dé la gana. 

Ya sé qué sientes pero, ¿sabes una cosa? es que ya lo eres… Ya eres tu mejor versión, deja de buscar y de intentar, de esconder tus miedos y parecer siempre dispuesta. Lo que eres ahora es infinitamente mejor que la versión de plástico que te vendieron que debías ser y tú tragaste. Ya eres lo mejor que te aguarda pero no lo ves porque te miras esperando que alguien vea en ti lo que tú no percibes y que te reconozca, cuando esa persona está esperando lo mismo.

Ya eres perfecta, pero no te has dado cuenta porque no valoras lo que eres, no te hablas como mereces y no pisas el suelo a fuego porque no confías en ti. No te amas porque crees que primero tienes que alcanzar tus sueños, pero puedes amarte ahora ya sin esperar a nada que te valide o reafirme. 

Cuando dejes de ocultar lo que consideras que te molesta en ti, lo que crees que no es digno, sabrás quién eres realmente y serás imparable. Nadie que se ha visto con los ojos del amor propio espera nada del mundo para tapar su dolor. Nadie que se ame completamente mendiga amor por las calles… Nadie que haya descubierto su valor, esconde lo que realmente es. Es completamente imposible no brillar cuando te aceptas incondicionalmente. Y tú ya brillas, lo que pasa es que no ves tu brillo porque te sientes perdida buscando algo que en realidad ya tienes. 

No necesitas que el mundo te vea, necesitas verte tú como realmente eres, maravillosa.
No necesitas que el mundo te acepte, necesitas aceptarte tú.
No necesitas una máscara de mujer perfecta, necesitas arrancarte las etiquetas que te lastran y definen a alguien que no eres. 
No necesitas que te vean hermosa porque ya lo eres.

Sólo siéntete poderosa, disfruta de ti… Nota lo mucho que vales… 
Basta de buscar miradas mediocres que te den el visto bueno, ponte tú el me gusta a ti misma y deja de esperar y buscar. Basta de justificarte por todo y pedir perdón todo… 

Llega un día en que te levantas y te miras al espejo y te das cuenta que eres todo lo que buscas y todo lo que necesitas. Que la historia de amor que buscabas es contigo. Que la mirada de aprobación que deseabas era la tuya… No hay una mejor versión de ti que emular o conseguir, es esta, amiga… Lo que pasa es que está oculta bajo una capa de miedo, incomprensión, baja autoestima y culpa, mucha culpa inútil y prestada por un mundo que todavía no se ha dado cuenta de lo que tú te das cuenta ahora…

Llevas años intentando ponerte un vestido que te queda pequeño y pensabas que el problema eras tú y en realidad era el vestido, que no es para ti… Porque no cabes en un molde, eres grandiosa, increíble, extraordinaria. 

No necesitas suplicar, amiga, ejerce de diosa… 

Mercè Roura

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