Un
día te cansas de disimular y de estar pendiente de que todo sea
perfecto. De parecer mientras eres y de ser mientras pareces para que
nadie se enfade, se ofenda, se perturbe o deje de verte como esa
persona que llevas toda la vida arrastrando y que siempre es
correcta. Te miras y dices… “Sí, tengo arrugas ¿Y qué pasa? ¿A
caso no todos vamos a envejecer? Tengo muchas imperfecciones y pocas
ganas de seguir fingiendo que me preocupan más que mis miedos e
inseguridades… No quiero ser perfecta, quiero sentirme segura y en
paz con lo que soy”.
Es
tan agotador pasarse la vida siendo una versión de ti misma
aceptable para este mundo de plástico que juega a dejar de usar
plástico, pero que se queda en la superficie de todo sin profundizar
en nada… Hasta que descubres que no hace falta, que en realidad.
Has vivido pendiente de las miradas ajenas porque compraste su
versión de lo que es la vida, porque nunca te has amado como mereces
realmente, porque te han pillado siempre con la guardia baja y has
asumido el lugar que te han reservado otros pero no es tu lugar.
¿Sabes?
es que ni siquiera hace falta que tengas un lugar concreto ahora o
que sea siempre el mismo… No te pongas más etiquetas, no las
necesitas. Arráncate las que te pusieron y las que te pusiste tú
misma mientras intentabas ser una versión de ti que gustara a las
masas y pasa de todo… No te amoldes a lo que te rompe por dentro.
Adaptarse a las circunstancias no significa perder tu esencia.
Significa verlas venir y tomar decisiones.
Pasa
de todo, amiga, no eres un pongo de esos que te regala el amigo
invisible por Navidad con desgana y que colocas encima de una repisa
o se lo enjaretas (me encanta esta palabra, la usaba mi abuela) a
otro para que no críe polvo en tu casa. Tú no vas y vienes, eres
algo maravilloso que permanece. Lo que tú eres en realidad no se
mide ni encasilla. Nadie se merece ser una etiqueta.
No
eres la talla de sujetador, ni la de pantalón. Si no entras o te
viene grande, eso no te hace ni mejor ni peor, eres un ser humano que
merece mirarse con todo el amor posible. No eres la crema que usas
para cerrar poros porque si no se cierran caes en desgracia, ni la
foto imposible que nunca puedes hacerte en Instagram porque no quedas
como esas mujeres que parecen perfectas pero que seguro que también
llevan pegadas etiquetas… Ellas también libran una batalla
interior, créeme.
No
eres la madre, ni la hija, ni la esposa, ni la amiga, ni la gran
profesional… Eres todas a ratos y al mismo tiempo tú. No puedes
hacerlo todo, ni controlarlo todo y luego sonreír mientras el rizo
perfecto cae sobre tu frente dibujando un gesto de armonía sutil y
cándida. No eres tu pelo, ni tus curvas, no necesitas ni pelo ni
curvas para ser la más hermosa. No necesitas vender una imagen
concreta, sino vivir tu propia coherencia. De nada sirven los zapatos
más elegantes y adecuados si te sientes incómoda con ellos y no
pisas firme en tu vida… Siempre eres tú quién lleva los zapatos y
no los zapatos los que te llevan a ti. Lleva tú lo que vistes, lo
que haces, lo que sueñas… Lleva tu vida puesta.
No
te ciñas, no te escondas, no te disfraces de una versión
escurridiza de lo que eres. Ama lo que eres por encima de todo y deja
de caminar sin salirte de la zona marcada, vuela… Vuela si quieres
y te apetece y si hoy no te sientes con fuerzas, no pasa nada…
Tampoco tienes que ser siempre una versión de mujer ultra motivada.
No caigamos en la trampa de dejar de ser superwoman y acabar siendo
superantitodo para demostrar algo que no necesitamos demostrar a
nadie.
Un
día te levantas y te miras y has pasado la noche preocupada por cómo
vas a pagar esa factura, por cómo vas a presentar ese proyecto, cómo
vas a llegar a las cinco a buscar a tu hijo si media hora ante estás
en la otra punta de la ciudad… Te miras al espejo y no, no estás
perfecta, pero esa sensación no es real. Eres perfecta ya, eres lo
mejor que tienes y lo que ves depende de cómo decides mirarte. No
eres una mercancía, amiga. No eres un trasto viejo ni una alfombra
con la que tropezar siempre cuando pasas al comedor.
No
has venido a estar disponible para todo y puedes caer cuando quieras
y volver a empezar. Puedes permitirte fallar y recalcular la ruta.
Puedes decir no y basta y cerrar la puerta y encontrar tu silencio.
Puedes empezar a pensar en ti y decidir lo que realmente te llena a
ti la vida y dejar de poner siempre por delante a los demás… Si tú
no te escuchas, nadie lo hace. Si no te consideras, nadie lo hace. Si
no te amas, no podrás amar a los que te rodean sin desfallecer y
perderte. Si no te cuidas, nadie te cuida.
Yo
también me he roto intentado ser mi mejor versión, amiga. Siempre
tan rígida, tan sola, tan cansada por mendigar aprobación. Siempre
subiendo un listón hasta el cielo y cuando parecía que había
llegado al tope lo empujaba un poco más arriba. Siempre tan difícil,
tan arduo, tan duro, tan inaccesible. Siempre sujeta a unas normas
inflexibles y a unas creencias rancias y severas que era imposible
saltarse y soltar para poder respirar. Siempre luchando en desventaja
para no llegar nunca, siempre subiendo una montaña cuya cima parecía
estar cada vez más lejos.
Y
todo para no conseguir nada, para apenas tocar con las puntas de los
dedos un instante de lo soñado y ver cómo se apartaba de mí, como
se fundía con un nuevo problema que solucionar. No caigamos en la
trampa de querer demostrar que valemos a pesar de la adversidad y la
desventaja porque eso nos hace esclavas e infelices… Vivamos como
nos dé la gana.
Ya
sé qué sientes pero, ¿sabes una cosa? es que ya lo eres… Ya eres
tu mejor versión, deja de buscar y de intentar, de esconder tus
miedos y parecer siempre dispuesta. Lo que eres ahora es
infinitamente mejor que la versión de plástico que te vendieron que
debías ser y tú tragaste. Ya eres lo mejor que te aguarda pero no
lo ves porque te miras esperando que alguien vea en ti lo que tú no
percibes y que te reconozca, cuando esa persona está esperando lo
mismo.
Ya
eres perfecta, pero no te has dado cuenta porque no valoras lo que
eres, no te hablas como mereces y no pisas el suelo a fuego porque no
confías en ti. No te amas porque crees que primero tienes que
alcanzar tus sueños, pero puedes amarte ahora ya sin esperar a nada
que te valide o reafirme.
Cuando
dejes de ocultar lo que consideras que te molesta en ti, lo que crees
que no es digno, sabrás quién eres realmente y serás imparable.
Nadie que se ha visto con los ojos del amor propio espera nada del
mundo para tapar su dolor. Nadie que se ame completamente mendiga
amor por las calles… Nadie que haya descubierto su valor, esconde
lo que realmente es. Es completamente imposible no brillar cuando te
aceptas incondicionalmente. Y tú ya brillas, lo que pasa es que no
ves tu brillo porque te sientes perdida buscando algo que en realidad
ya tienes.
No
necesitas que el mundo te vea, necesitas verte tú como realmente
eres, maravillosa.
No
necesitas que el mundo te acepte, necesitas aceptarte tú.
No
necesitas una máscara de mujer perfecta, necesitas arrancarte las
etiquetas que te lastran y definen a alguien que no eres.
No
necesitas que te vean hermosa porque ya lo eres.
Sólo
siéntete poderosa, disfruta de ti… Nota lo mucho que vales…
Basta
de buscar miradas mediocres que te den el visto bueno, ponte tú el
me gusta a ti misma y deja de esperar y buscar. Basta de justificarte
por todo y pedir perdón todo…
Llega
un día en que te levantas y te miras al espejo y te das cuenta que
eres todo lo que buscas y todo lo que necesitas. Que la historia de
amor que buscabas es contigo. Que la mirada de aprobación que
deseabas era la tuya… No hay una mejor versión de ti que emular o
conseguir, es esta, amiga… Lo que pasa es que está oculta bajo una
capa de miedo, incomprensión, baja autoestima y culpa, mucha culpa
inútil y prestada por un mundo que todavía no se ha dado cuenta de
lo que tú te das cuenta ahora…
Llevas
años intentando ponerte un vestido que te queda pequeño y pensabas
que el problema eras tú y en realidad era el vestido, que no es para
ti… Porque no cabes en un molde, eres grandiosa, increíble,
extraordinaria.
No
necesitas suplicar, amiga, ejerce de diosa…
Mercè
Roura
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