Cada
vez que te comparas con otra persona, te reduces, te encasillas, te
etiquetas, te limitas, te recortas… Compararse es no amarse, no
reconocerse, no permitirse volar ni imaginar todo lo que puede llegar
a pasar cuando te sueltas y decides confiar en ti. Compararse es
seguir arrastrándose cuando te puedes poner en pie y caminar… Y
escoger tu camino y decidir por ti.
Nos
comparamos con otros porque nos hemos creído una versión de
nosotros adaptada a un mundo que no sabe a dónde va. Porque tenemos
miedo a no llegar al listón que nosotros mismos nos hemos puesto y
que en realidad nadie mira ni comprueba si llegamos nunca a tocar,
sólo nosotros.
Nos
comparamos con otros porque nos asusta decepcionar y ser rechazados.
Porque queremos ser aceptados en un club que va a esterilizar nuestra
creatividad a cambio de una falsa sensación de seguridad, que nos
estallará en la cara justo en el momento en que descubramos que
vendimos lo que somos por algo que jamás llegaremos a ser y ni
siquiera lo deseamos.
Asumimos
cortarnos las alas y quedarnos bajo la capa de invisibilidad para no
molestar, al mismo tiempo que hacemos lo indecible para destacar en
algo aunque ni siquiera nos guste y poder así gustar a otros.
Asumimos cierto grado de mediocridad para no parecer distintos, para
no levantar sospechas, para no despertar envidias dormidas y evitar
ser señalados con el dedo.
Nos
comparamos cada noche para controlar que seguimos siendo una versión
poco brillante de nosotros mismos y dormir tranquilos pensando que
mañana nadie se enfadará con nosotros por dar la nota… Aunque al
mismo tiempo, soñamos con volar, con saltar, con salir de esa
nebulosa, con ser lo que sentimos, con ser lo que ya somos en
realidad… Con dejar de compararnos y soltar de una vez por todas a
ese personaje que representamos y que cada día nos queda más
pequeño y nos asfixia más…
Nos
comparamos con otros porque en realidad nos asusta nuestra grandeza.
Nos da miedo lo mucho que hay en nosotros por descubrir y por
mostrar, lo inmenso que es aquello que en nosotros marca la
diferencia, lo que podemos llegar a hacer cuando dejamos de esperar a
que el mundo bendiga nuestros actos y pensamientos…
Nos
da pánico descubrir quienes somos porque sabemos que tendremos que
actuar en consecuencia. Nos da mucho miedo soñar porque sabemos que
eso nos llevará a seguir nuestra brújula interior y a olvidar el
camino que otros nos marcan. Tememos dejar nuestro escondite porque
sabemos que si salimos a respirar aire puro y dejarnos tocar por el
sol, ya nunca podremos volver a ocultarnos.
Nos
asusta darnos cuenta que en realidad somos el mar y hemos estado
creyendo durante años que sólo éramos una gota minúscula de agua.
Nos
comparamos para comprobar que seguimos pareciendo parte del rebaño
cuando en realidad ya hace tiempo que soñamos con pastar solos…
Nos comparamos con otros para ver si nos han descubierto, porque nos
asusta que se note que ya no nos importa el miedo y estamos a punto
de saltar.
Porque
ya hace tiempo que dejamos de mirar al mundo y esperar que nos salve
o nos sujete… Ahora miramos en nuestro interior y somos conscientes
de que ya somos lo que soñamos y sólo necesitamos compartirlo…
Porque en el fondo, aunque no queremos reconocerlo, sabemos que es
inevitable que empecemos a brillar…
La
espera ha terminado. Sal de la encerrona que tú mismo te has puesto…
Arriésgate y apuesta por ti… Deja de mirar a los lados esperando a
que sea otro que te motive o te desanime, deja de buscar más excusas
para no ocupar el lugar que te corresponde…
Sé
humilde y reconoce tu grandeza…
Mercè
Roura
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